Pura María García(*) / Artículos de opinión.- El poeta y revolucionario Percy Bysshe Shelley escribió, a principios del siglo XIX: “Por alrededor de tu cara se teje una red de mentiras”. Shelley firmó el panfleto “La necesidad del ateísmo” cuyo contenido, arriesgado y crítico, le supuso, entre otros problemas, su expulsión de la Universidad de Oxford.
Hoy, doscientos dos años después de la obra que cuestionaba la existencia de Dios y señalaba las mentiras que se urden para forzarnos a creer en él, alrededor de nuestras caras se tejen decenas de mentiras, cientos de ellas, para formar la gran mentira global. Según el diccionario, la palabra que es el denominador común de este presente que nos ha invadido, poco a poco, designa “la falta a la verdad con intención de engañar” y determina su distinción del error precisamente en la intención. Según la definición, el error se opone a la verdad mientras la mentira lo hace a la veracidad. Para complementar la descripción de su significado, en la definición se incluye el término hipocresía, la mentira en acción.
Sobre mentiras, y no errores, se encumbra la podredumbre de los políticos que se pasean por el mundo superior, techo de este submundo al que han ido relegando nuestra existencia. Unos y otros. Los de la gaviota, revoloteando ya sobre nuestras cabezas mientras muestran su verdadera naturaleza, la de las aves carroñeras. Los de la rosa, marchita también entre mentiras y omisiones, entre la ausencia de acción y la cobardía, que es el efecto secundario de los tratos y los canjes con los otros, los supuestos opuestos. Los unos, sobrevolando con sus alas podridas, el falso océano de la mayoría absoluta, robada bajo promesas a los incautos, crédulos e inconscientes que escribieron la inicial repetida en las papeletas con las que se ha disfrazado el aniquilamiento y recorte de nuestros más elementales derechos. Los otros, cacareadores de una oposición que nunca acaba de serlo.
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