Ruth Acosta(*) / Artículo de opinión.- El alcalde Isaac Valencia, ya prácticamente en su retiro político, nos deja un legado del que se muestra muy orgulloso pero que a poco que nos detengamos sobre él observamos las tremendas hipotecas que nos ha transferido a la ciudadanía del Valle de la Orotava. Su visión hiperdesarrollista, basada en la especulación del suelo, en el desorden urbanístico, las triquiñuelas legales y no tan legales, el populismo zafio, las declaraciones provocadoras con tufillo xenófobo, el clientelismo y la perpetuación a toda costa representan el decálogo completo de los males de la política canaria en estos treinta últimos años. Es conocida la alergia de este profesional de la política orotavense a todo lo que suponga una protección decidida del patrimonio histórico, cultural y medioambiental. Su idea de la defensa del mismo no va más allá de una cierta noción del ornato y el decoro. Como representante del conglomerado de intereses empresariales, de la derecha rancia, caciquil y localista, que fue y sigue siendo ATI (bajo la apariencia de Coalición Canaria) confundió lo público y el bien general con planteamientos espurios. Hizo uso del más detestable populismo para hacer creer a la ciudadanía que acabar con el medio rural o con el patrimonio medioambiental era la única fuente de riqueza posible. El Rincón se salvó gracias a uno de los más importantes y significativos ejercicios de movilización ciudadana y lo hizo con Isaac Valencia enfrente. Esa misma movilización no pudo salvar el Atlante de la pala mecánica pero se convirtió en un símbolo de la lucha contra la voracidad especulativa. El crecimiento atroz y desordenado de La Orotava produjo riqueza, ciertamente, pero esta se fue a parar a determinadas manos. Años después, en medio de esta crisis planificada, las carencias sociales, culturales y productivas de este municipio siguen siendo evidentes. El desmesurado sector servicios ha sufrido como nadie la destrucción de empleo y las facilidades dadas para la instalación y concentración de grandes superficies en el municipio ha puesto en grave peligro la supervivencia del pequeño comercio del conjunto del Valle de la Orotava. El sueño de Isaac Valencia de una Orotava convertida en una suerte de Montecarlo refleja la sinrazón a la que nos ha llevado CC en este municipio. Representa la política de Atila que se ha puesto en práctica en estas islas y del que Valencia ha sido uno de sus grandes abanderados.
Supone un motivo de alarma que el delfín de Isaac Valencia durante muchos años, Francisco Linares, se autoproclame como albacea del legado de su mentor.
Para Sí se Puede resulta muy preocupante que el posible sucesor al frente de CC pretenda seguir con las políticas que tanto estragos han causado al conjunto del Valle de la Orotava y nos reafirmamos en que otro modelo político, alejado radicalmente de las prácticas valencianistas, es la única salida que le queda, hoy por hoy, a la ciudadanía.
(*) Ruth Acosta es militante de Sí se puede en el Valle de La Orotava.
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