Por Manuel E. Yepe* No porque aceptemos la evidencia de que la presidencia de Estados Unidos es apenas una pieza importante en un tablero de poder dominado por los bancos y Wall Street hemos de restarle trascendencia a los resultados de la puja electoral que ha concluido con la relección de Barack Obama en la jefatura de la Casa Blanca.
En esta ocasión la partidocracia estadounidense ofreció a la ciudadanía la posibilidad de relegir a un presidente que había incumplido prácticamente todas sus promesas prelectorales y un aspirante con un programa de “cambios” que por múltiples motivos no podía disociarse de la desastrosa ejecutoria de George W. Bush Jr., de su mismo partido.
Desde el exterior se podía apreciar con extrema claridad el grave peligro que para los Estados Unidos y el mundo tendría el regreso a la Casa Blanca de un presidente de orientación de extrema derecha, pero nadie podía asegurar que los electores lo advirtieran a tiempo.
El presidente aspirante a la relección tenía todas las de perder en lo que respecta al voto ciudadano a causa de un aciago primer período en el que prevalecieron los males que generó la administración de su predecesor, algunos de los cuales incluso se incrementaron: los rescates a los bancos que sirvieron para mantener los enormes salarios y estímulos económicos a los directivos de éstos dejando a la población trabajadora y la clase media como principales perjudicados de la crisis financiera.
Ensombrecieron el panorama la frustración de las políticas sociales prometidas, el desempleo, la quiebra de negocios pequeños y medianos, así como el incremento de la delincuencia y la inseguridad social.
En el plano internacional, el Presidente Obama traicionó el Premio Nobel por la Paz que le fue conferido como anticipo por los esfuerzos en que debía haberse empeñado para subvertir la política guerrerista de G. W. Bush, Jr. Su política extranjera estuvo colmada de asesinatos selectivos mediante drones en Pakistán, Palestina y Yemen, países con los cuales ni siquiera está en guerra; los asesinatos extrajudiciales en estado de indefensión del depuesto presidente de Libia Muamar Gadafi y el supuesto jefe terrorista Osama bin Laden, abundante espionaje interno y externo, intercepción de correos y telefonemas sin orden judicial alguna, entre otras acciones violadoras de los mas elementales derechos humanos.
Claro que la opción Romney era peor aún porque significaba la vuelta a un gobierno de la reacción desembozada, el racismo y la dictadura clasista que reduciría aún más los impuestos a los ricos y se apoyaría en las fuerzas del mercado frente a las demandas de políticas sociales, al tiempo que anunciaba un desenfrenado belicismo que podría llevar a enfrentamientos contra Rusia, China, Irán, Siria, Cuba y Venezuela, anunciados veladamente en su propaganda electoral.
Hay que reconocer que, en esta ocasión, el pueblo de Estados Unidos demostró su capacidad de frenar a un monstruo sin dejarse engañar por la memoria más reciente. Llega Barack Obama a su segundo mandato presidencial como resultado de una elección bien razonada y preñada de esperanzas de rectificación de los errores de un primer período en que, a base de compromisos con sus adversarios, perdió mucho apoyo popular.
“Tenemos de vuelta a Obama. Está bloqueado y atacado por la derecha, tenemos que estar con él. Somos la mayoría. Actuemos como tal”, escribió el cineasta y defensor de los derechos civiles Michael Moore al conocer los resultados de la elección. “Millones de nosotros –la mayoría– debemos unirnos para insistir en que el Presidente Obama y los demócratas nos levantemos y luchemos por los propósitos para los que lo elegimos. Señor Presidente, no escuche a los oportunistas que le aconsejan hacer compromisos. No. Ya eso lo intentó. No funcionó”, advierte Moore.
Moore también reconoció el importante papel que ha tenido en esta victoria el Movimiento Ocupa que fijo el tono del año electoral poniendo a todos a hablar de la lucha entre el 1% y el 99%. “Ello inspiró a Obama y a su campaña, y les llevó a comprender que hay un enorme sentimiento popular contra lo que los ricos han hecho al país y que algo anda mal en el hecho de que la fortuna de 400 ciudadanos de Estados Unidos sea mayor que la conjunta de los restantes 160 millones”.
Para Latinoamérica, el triunfo electoral de Obama ha sido un respiro, dada la perspectiva que representaba su adversario. Solo resta que éste sirva para que Washington reconozca la nueva realidad de una región de países plenamente independientes y soberanos.
* Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.
Foto © Virgilio PONCE
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