Domingo Garí Hayek (*) / Artículo de opinión.- Como bien sabemos todas las personas asalariadas, el compromiso que cada uno tiene con su trabajo es lo que hace posible que el mundo funcione. Toda la riqueza material e inmaterial que posee la sociedad humana en todas las partes del mundo y en cada lugar en concreto, es el resultado del trabajo realizado en los tiempos pretéritos y en el presente por los trabajadores manuales e intelectuales.
La producción de la riqueza material se consigue con la suma de ambos. El desarrollo científico-tecnológico y su ejecución en el mundo del trabajo, y en el del intercambio de los productos es realizado por el trabajo humano.
El capital, que originalmente fue necesario para impulsar ese desarrollo, es ya hoy irrelevante, y su función ha degenerado en una simple actividad especulativa, innecesaria para la producción de la riqueza material que la sociedad quiere, desea y demanda. Su enloquecimiento y especialización en la generación de capital especulativo, lo ha vuelto agresivo y peligroso y puede llevarnos a la destrucción de la sociedad y la naturaleza tal cual la conocemos hoy en día.
Todo lo que la sociedad humana ha creado ha estado sometido desde siempre a una lucha incesante entre los que han creado esa riqueza con su trabajo y desean disfrutar de ello, y los que quieren apropiarse de esa riqueza utilizando su posición de poder e influencia en las altas esferas. Esta lucha entre los más de un lado y los menos de otro ha sido y seguirá siendo dura e intensa. Los menos poseen en régimen de monopolio la fuerza que el estado pone a su disposición (televisión, policía, ejército…), a la que se les suma la que ellos poseen (medios de comunicación, dinero, etc.). Los más tienen la fuerza de su número y el papel que desempeñan en la sociedad. Si los más no se mueven la sociedad se para. Ese gran poder, siendo inmaterial, es fabuloso, porque de él depende que la vida marche o no. La sociedad puede funcionar sin los capitalistas pero no puede funcionar sin los trabajadores. Esta es la gran verdad irrefutable e incontrovertible.
Nada ha sido conquistado sin el esfuerzo y la lucha. Cada conquista social ha venido precedida de protestas, huelgas, y en muchos casos, incluso de guerras. Cada avance de la humanidad hacia el bien común ha encontrado siempre el rechazo de las clases dirigentes. Cada avance en la historia ha sido el resultado de enconadas y heroicas actitudes y desafíos, Sin las huelgas duras y sostenidas de los obreros del siglo XIX y el XX nunca se hubiera conquistado la jornada de cuarenta horas semanales, el día de descanso, las vacaciones pagadas y los derechos sociales derivados de ello. La superación de los jornales de miseria y de las largas y tediosas jornadas laborales fueron el producto de actividades huelguísticas parciales y generales. Ninguno de los derechos sociales, ni siquiera la democracia, existiría sin la organización y movilización de la gente trabajadora.
En la historia reciente tenemos muchos ejemplos. Huelgas que parecen no haber servido para nada (y a pesar de la firmeza aparente de los mandatarios en sus posturas de partida), lograron vencer incorporando la reivindicación de los trabajadores en la agenda de los gobiernos: la prórroga de la ayuda de los 400 euros -aún siendo una migaja- no se explica sin la huelga y las grandes manifestaciones del pasado mes de marzo de 2012. En 2002 la huelga contra el gobierno derechista de Aznar a causa del “decretazo” (pretendía reducir la cobertura a los parados y los costes del despido mediante la eliminación de los salarios de tramitación), motivó una crisis de gabinete y el recambio de ocho ministros. La norma, tras la huelga, fue modificada en su tramitación parlamentaria. La huelga también supuso el principio del fin del ciclo del PP en el gobierno, iniciado en 1996. A Felipe González la huelga del 14-D de 1988 le obligó a retirar su proyecto de reforma laboral, y propició un aumento del gasto social en los siguientes años.
La intención del gobierno, de la patronal y de los financieros es arrebatarnos todo eso, para llevarnos de nuevo a las largas y tediosas jornadas laborales y a los salarios de miseria. Y da la impresión de que en efecto, lo están logrando. Conquistas sociales que se consiguieron tras décadas de lucha, e incluso de siglos, están siendo borradas desde 2008 en adelante en un ejercicio de atropello histórico sin precedente en tiempo de paz.
Para hacer algo contra tal injusticia, hacer huelga, huelga general, es una responsabilidad con nosotras y nosotros mismos. Sólo con muchas huelgas podremos parar y ganar esta guerra abierta que el capitalismo ha declarado a la humanidad.
(*) Domingo Garí Hayek. Profesor y militante de Alternativa Si Se Puede.
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