José Enrique Centén Martín / Artículo de opinión.- La madrugada del 4 de Febrero de 1976 en San Andrés, departamento de Zacapa, lindando con Honduras, un seísmo con magnitud 7,6 en la escala de Richter dejó 23 mil muertos, 76 mil heridos y 3,65 millones de personas afectadas.
Se repite la historia, el 7 de Noviembre del 2012 en San Marcos, también miércoles, ésta vez en el otro extremo del país, fronterizo con México, un nuevo seísmo, este de magnitud 7,2 en la escala de Richter, deja por ahora 74 fallecidos, 200 heridos y 1,2 millones afectados de alguna manera, con el riesgo añadido, si se repitiera otro seísmo, implicaría al 45 % de la población total del país de 13,5 millones de habitantes.
Guatemala generación tras generación está condenada a no olvidar, lloran a sus muertos y buscan desaparecidos, por entonces la ayuda se difuminó. En la mañana del 4 de Febrero de 1976, la vida siguió su curso se vaciaron las casas y se acondicionaron cabañas de hojas, de cañas de maíz y lona. Las imágenes de los santos, los objetos de madera o de plata, las campanas caídas de los campanarios de la gran iglesia colonial fueron cuidadosamente protegidas, pero la limpieza del pueblo comenzó el día 8. Pero aun así , desde el día 5, los aviones iban y venían cada media hora, no transportaban más que familiares procedentes de Ciudad de Guatemala en busca de noticias y, muy de vez en cuando, a un herido bajado en una camilla de una casa aislada en la sierra, era una época con madrugadas frías, causantes cada año de gripes y tos, más aún en los debilitados cuerpos desnutridos de entonces, el terremoto quizás agravó esas afecciones pulmonares al tener que dormir al raso, haciendo mayor la tragedia.
Las fábricas textiles, farmacéuticas y otras filiales de compañías norteamericanas o europeas reanudaron sus actividades después de una semana de limpieza. En el plano Internacional esta tragedia fue un asunto bien explotado, con misiones para la evaluación de los daños y de las necesidades con sus diversos organismos especializados: UNESCO, UNICEF, OMS, FAO, junto a representantes de agencias privadas internacionales, como Cáritas, el Consejo Ecuménico de las Iglesias.
Periódicos de entonces explicaron detalladamente los problemas de la sobreproducción y almacenamiento de alimentos de países que ofrecieron su ayuda, considerando que esas ayudas en realidad eran posibilidades de nuevos mercados para dichos países, apareció el mercado negro con la venta de "muestras gratuitas" de medicamentos. Por toda Guatemala la calamina era distribuida por organizaciones laicas o religiosas o por sociedades privadas, utilizada sobre todo para la cubierta de las viviendas principalmente, en sustitución de la teja fabricada localmente y mejor adaptada al clima, al ser reemplazada esta, viniendo del exterior, se imponía como símbolo de aculturización.
Un país “que ayudaba” no tardó ni un mes, después del terremoto, en obtener la firma de un convenio comercial pendiente desde hacía años y el 1º de marzo los periódicos informaban que se venderían a Guatemala tablas de madera para casas prefabricadas. A principios de abril ya escaseaba en el mercado tablas y calamina. En mayo, se presentó ante el Congreso guatemalteco un proyecto de decreto para exoneración de aranceles sobre el material de construcción, para compensar este decreto se emitió un préstamo en forma de bonos de reconstrucción, nueva forma de enriquecimiento de terceros y endeudamiento tanto del país como de la población. Estos “errores” se repiten en cada catástrofe ocurrida en América Latina y en los países llamados "subdesarrollados", no deben ser considerados como errores, sino una política sistemática de enriquecimiento camuflada de ayuda. En efecto, la ayuda en caso de catástrofe se convierte muy rápidamente en ayuda habitual, que extrañamente se parece, y se confunde, con la explotación de los países del "tercer mundo". Tras los unos meses de reconstrucción gracias a esas “ayudas”, unas reales pero muchas interesadas, la tristeza invade a los pueblos, con la llegada del invierno, las lluvias o la falta de sol, haciendo realmente triste la vida de las personas afectadas, por falta de recursos o endeudamiento.
El presidente guatemalteco, Otto Pérez Molina, ha declarado el "estado de calamidad", a fin de atender de una forma más rápida la emergencia causada por el terremoto. Pérez Molina dijo el jueves día 8 de Noviembre, que los damnificados por el terremoto "no están solos", y aseguró que su Gobierno colaborará en la reconstrucción de las comunidades afectadas.
Pero se oyen voces por experiencias anteriores, que aunque la ayuda humanitaria enviada por el Gobierno a los afectados "ha sido efectiva", y que la misma se ha "complementado con el apoyo de los vecinos", expresan su temor en quedar en el olvido al pasar la emergencia diciendo, "cuando esto deje de ser noticia nadie se acordará de nosotros”, no sé cómo, ni con qué vamos a levantarnos de nuevo, señaló una afectada y madre de tres hijos, sin marido, fallecido a causa del seísmo y en la calle después del desplome de la humilde morada en la que habitaba. O la no menos sobrecogedora lágrimas de una anciana gritando desesperada" ¿Qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer sola?", además de su marido, la anciana también perdió a sus dos hijos, de 22 y 28 años, por el terremoto. O el desconsuelo de un joven de 17 años, quien perdió el miércoles a los diez miembros de su familia.
De hecho poco se habla ya de este asunto, la atención mundial se desvió a Norteamérica, con los prolegómenos y los posteriores daños causados por el huracán Sandy, o la atención de Obama a él, o el efecto que ello produjo sobre las elecciones en el imperio. Sus muertos y sus daños son poco relevantes en comparación, es un país rico, saldrán adelante los damnificados en poco tiempo, no así los guatemaltecos o los ciudadanos de cualquier otro país bajo su manto de protección, ya sea de esta o de cualquier otra potencia, a esos les quedará la miseria y el endeudamiento por largo tiempo.
La ayuda internacional debería ser realmente eso, ayuda, no un negocio a corto o medio plazo, reciente tenemos el ejemplo de Haití, tras el terremoto en Enero del 2010, aún hay cerca de 400.000 personas viviendo en campos de refugiados, un 4% de su población. Al principio el mundo se volcó en su ayuda, hoy la situación del país es peor que en el primer momento del terremoto. Actualmente las personas de esos campamentos siguen dependiendo de instituciones que les donan lonas para sus tiendas, el cólera sigue latente, la sanidad bajo mínimos, algunas supuestas iglesias sólo se han preocupado en la adopción de niños para su país de origen, pero no de forma altruista, sino comercial, como se publicó en la prensa en su momento. El sistema educativo, universidades y escuelas siguen en estado precario, se están dando clases al aire libre, bajo lonas y en el mejor de los casos en casas prefabricadas. Es necesaria la educación porque un pueblo sin educación no se desarrolla, no sale adelante. Hoy nadie se acuerda de Haití, mejor dicho casi nadie, solo Fórges, en sus viñetas sigue colocando “acuérdate de Haití”.
Desde esta plataforma informativa, pido al presidente de Guatemala, que no caiga en los mismos errores que otros, que ayude de forma tal, que no hipoteque a su pueblo ni a su nación, con un control exhaustivo de las supuestas ONGs y, a todo aquellos que desean de alguna manera colaborar, que lo hagan a través de organismos realmente altruistas, un ejemplo puede ser Médicos sin Fronteras, habrá otros, pero desconozco ese campo de ONGs.
José Enrique Centén Martín
http://www.vitrubio03.es
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