Francisco Javier González / Artículo de opinión.- La historia parece transcurrir en espiral. Tras las duras luchas por la libertad volvemos a encontrarnos con el franquismo en el Estado Español, ahora borbónico-rajoyano. Como antaño habrá que reconquistaren la calle lo que nos están arrebatando.
Escribiendo no se oyen los sonidos pero podemos describirlos. El título, tal cual, era la letra de un “pie de romance” cantado sobre el bronco y ancestral sonido de tambores y chácaras que entonaron nuestros “magos” gomeros para recibir al, en aquel entonces, Caudillo de España a su llegada a San Sebastián. En La laguna, donde yo disfrutaba mis 10 años de vida aquel 1950 de la visita del dictador, no habían chácaras ni tambores pero si isas y folías en la Plaza del Cristo y hasta danza de cintas como si fuera un día de San Benito pero sin ganado. En la calle de la Carrera se alzaban dos arcos triunfales aunque el levantado frente a la Casa Sindical fue parcialmente desmontado el día antes por una falsa alarma. Los tejados laguneros cambiaron el verde de sus verodes por el de los tiradores de la Guardia Civil, mientras que desde días antes se comprobaban todas las casas del recorrido y se hacían “retenciones” preventivas que se conocían por la rumorología apagada de las calles. Muchos laguneros salieron a las calles, unos por gusto y otros por disgusto y obligación, mientras otros muchos, como mi padre, ni siquiera salieron para trabajar. Los niños fuimos todos en formación, banderitas de papel en ristre y maestros/as de las escuelas, monjas dominicas y hermanos del Nava-La Salle al frente, hasta las entradas a la Universidad –llamada entonces “nueva” y aún sin utilizarse– y del Colegio Mayor San Fernando sin encalar y sin carpintería, cuyos misteriosos pasillos y vacíos habitáculos de desnudos bloques eran un magnífico campo de juego del piberío lagunero. Fue un verdadero día de fiesta, sin clases y pegando gritos todo el mundo de ¡Franco, Franco! brazo en alto o agitando pañuelos.
Tardamos años en enterarnos del miedo que había tras toda esa algarabía y de que aquella “Ley de Jesucristo” que cantaban los tamboreros gomeros era, en realidad, la Ley del Miedo. Poco a poco nos fuimos enterando que todos aquellos individuos de gris con porras, pistolas al cinto y gorras de plato estaban para algo más que vigilar las colas del cine o los partidos del Hespérides con el Tenerife y porqué los pueblitos aislados de la geografía insular aparecían vacíos cuando llegaba la pareja encapada y tricorneada de la Guardia Civil, máuser colgando del hombro. Nos fuimos enterando por apagadas conversas de conciliábulos que al alcalde lagunero, como a todos los del estado, los nombraba el Gobernador Civil –el Virrey colonial en Canarias– y a los concejales se les “elegía democráticamente” con voto obligatorio en tres tercios, el familiar –donde no podían votar sino los cabezas de familia y que para ser candidato tenían que avalarte dos Procuradores en las Cortes españolas o cuatro concejales o, último remedio, el 20% de los cabezas de familia inscritos– el sindical y el coto cerrado de las instituciones civiles, académicas, eclesiásticas o de falange española nombrados a dedo por el Virrey-Gobernador, todos ellos con previo certificado de “Buena Conducta Moral y Patriótica” que expedía la Guardia Civil. Las protestas no llegaban más allá del círculo familiar o personal, y muchas veces ni eso y las huelgas de trabajadores un mito de la “radio pirenaica”. Las iglesias no permitían la entrada a las mujeres que no vistieran con el debido “decoro” y en la puerta se exhibía el índice de películas prohibidas por inmorales y la misa dominical obligatoria para niños y maestros. Años de plomo y miserias en que el miedo se imponía en todo y a todos.
Poco a poco los Salones de Fyffes y los campos de concentración para rojos se iban vaciando de su sufrida población de presos, se fueron acabando los “paseos” nocturnos sin retorno; las “Brigadas del Amanecer” se fueron disolviendo; los barcos prisión italianos frente a Jagua y los apotalamientos encadenados de sus forzados moradores remitieron y el manto de silencio fue, lentamente, rasgándose. Mientras a lo largo de los años 50 miles de canarios huían a Venezuela en barquichuelos de madera ocurrían los primeros conatos de huelga popular y enfrentamiento con las FOP por la subida de media peseta en el trayecto Sta. Cruz/Laguna de las guaguas de la “Exclusiva” de los caciques cuasi omnipotentes de los Oramas García-Llanos y su pariente político, el general Ramón Hernández Francés al que la vox populi relacionaba con la muerte “accidental” del general Amado Balmes en Las Palmas el 16 de julio para permitir que “Miss Islas Canarias 1936” -como los militares facciosos llamaban a Franco- cogiera el célebre vuelo del Dragón Rapide que lo llevaba a ponerse al frente del sublevado Ejército de África. Incluso la todopoderosa Iglesia Católica tenía su contestación –si bien reducida y más bien pintoresca- por la “Iglesia Cubana”, que era cualquier cosa menos Iglesia, más desarrollada y activa en Gran Canaria pero que en Tenerife, sobre todo en Aguere, tenía sus elementos activos como Nano Lang-Lenton o Matías “el Obispo”. La conciencia popular comenzaba a sacudirse el miedo y a despertar.
El verdadero aldabonazo a esa conciencia fue el asesinato por el régimen español en Las Palmas a garrote vil de Juan García Suárez, “El Corredera” el 19 de octubre de 1959. En reacción al asesinato se gesta un movimiento ciudadano que unifica de alguna forma la reivindicación nacional con la social y se articula –sobre todo en Gran Canaria- alrededor de la consigna de “Canarias Libre” integrando incluso a gran parte del difuminado PCE. Confeccionadas por las manos de Dª Mª del Carmen Sarmiento y sus hijos Arturo y Jesús Cantero aparece en las Fiestas del Pino de 1961 en Teror la primera bandera tricolor con las siglas de “C.L.”, embrión de la nacional a la que el MPAIAC tres años más tarde dotaría de las 7 estrellas verdes. En un memorable partido de fútbol en 1962 entre la UD y el Córdoba, palmariamente robado a los amarillos, sale a la luz la godofobia reprimida en una población machacada y la algarada callejera llega en forma de pedrada hasta el coche del Gobernador-Virrey Avendaño Porrúa. La contestación antifranquista en Canarias, con marcado carácter nacional y de izquierda, va tomando forma real, a pesar del varapalo que supuso los Consejos de Guerra sumarísimos que se incoaron a raíz de los sucesos del Estadio Insular en que Fdo. Sagaseta, Arturo Cantero, Armando León, y Andrés Alvarado entre otros integrantes de “C.L.” van a parar a prisión.
A nivel de todo el Estado Español ese año de 1962 fue clave para sacudirse la modorra posfranquista. La huelga de la minería -cuya gestación vi crecer el verano anterior en mi experiencia minera en Asturias y León- demostró que el fascismo era derrotable por la movilización popular. En Canarias fueron los militantes de “CL” y del PCE fundamentalmente los que llevaron el peso de esa lucha obrera, destacando los despachos laboralistas de Fernando Sagaseta y Carlos Suárez en Gran Canaria y de Antonio Cubillo en Tenerife exiliándose este último primero a Francia y luego a Argelia donde funda el MPAIAC en 1964.
La contestación a la dictadura española, que se extendía poco a poco a todo el Archipiélago, sufrió un frenazo importante con los llamados “Sucesos de Sardina del Norte” cuando el 15 de septiembre de 1968 la guardia civil española interrumpe una asamblea obrera clandestina en la caleta de Martorell en Sardina del Norte. A consecuencia del enfrentamiento producido y tras numerosas detenciones, entre ellas las de Tony Gallardo, responsable del PCE en Canarias, su hermano José Luis y mi estimado amigo Jesús Cantero, 23 participantes son sometidos en octubre a Consejo de Guerra sumarísimo por los supuestos delitos de Rebelión Militar y de Insultos a Fuerza Armada, con 20 condenas que iban desde los 11 años a Jesús Redondo, los 8 años a los hermanos Gallardo y al abogado Manuel Morales Macías, otros a 6, a 3 o a 2 años, hasta un año a los tres mejor librados. Cuando la ciudadanía supo que el 30 de octubre a media noche embarcaban a los presos hacia diversas prisiones en España trató desde el mediodía de manifestarse en el muelle, pero más de un centenar de policías, militares, guardias civiles y los omnipresentes miembros de la Brigada Político Social -la temida BPS- impedía la entrada a los muelles salvo a las mujeres de las familias de los presos. Incluso media docena de lanchas armadas con ametralladoras patrullaban toda la bahía. Cuando alguna de las mujeres contestó a los insultos que se le dirigían desde la BPS la Policía Armada –los grises que hoy van de azul– cargaron contra las mujeres dispersándolas pero deteniendo a la madre y 3 hermanas del abogado Manuel Morales, conducidas a prisión militar y juzgadas luego por “insulto a fuerza armada”. En La Laguna por parte de C.L. se difundieron panfletos con una imagen dibujada de una lucha echada con un cango y con un único mensaje “Tumbar al Godo” y otros llamando al estudiantado a salir a la calle, terminando con <Los estudiantes no podemos permanecer al margen. Si se nos niegan los cauces necesarios para expresar nuestra protesta AHÍ TENEMOS LA CALLE. Manifestamos ante todo el pueblo nuestra repulsa a actos como los que han tenido lugar en la vecina isla “¿Dónde están los hombres?” gritaban las mujeres que eran golpeadas brutalmente por la policía en el muelle de Las Palmas. ¿Dónde están los hombres?, nos preguntamos. De todos nosotros depende la respuesta. ¡FUERA HECTOR VAZQUEZ, VERDUGO DEL PUEBLO CANARIO! ¡ABAJO LA LEY DE BANDIDAJE Y TERRORISMO! ¡ACABEMOS CON LOS TRIBUNALES MILITARES!> Las cosas no son hoy, 44 años después, muy diferentes, no lo son las provocaciones policiales, ni las cargas y apaleamientos ni los procedimientos ni la solución, que sigue siendo ¡SALIR A LA CALLE!
La lucha contra el colonialismo se vio reforzada por la declaración ese mismo año de 1968 del Comité de Liberación de la OUA, a propuesta de Argelia, de que todas las islas que rodean África, incluido el Archipiélago Canario, son parte integrante del Continente Africano y sujetos de descolonización las que, como Canarias, sigan controladas por potencias europeas. El nacionalismo en lucha por esa descolonización en los años que siguen va a ser, fundamentalmente, orientado por posiciones de izquierdas y nutrido por clases trabajadoras, sindicatos revolucionarios como CCT y SOC, organizaciones culturales como Solidaridad Canaria y organizaciones revolucionarias como MPAIAC y PTC que registran un crecimiento exponencial tras la salida a las ondas en 1975 de la “Voz de Canarias Libre” desde Radio Argel. La reacción represiva española va sembrando las islas con asesinados por la policía colonial: Antonio Padilla, asesinado a tiros en Adeje por la Guardia Civil y Antonio Glez. Ramos, asesinado a golpes en los sótanos del Gobierno Civil español en Tenerife por el inspector de la BPS José Matute Fdez. en 1975; Bartolomé García Lorenzo, ametrallado en su casa de la Barriada de Somosierra en 1976; Santiago Marrero Hernández, ametrallado por la marina española en el cuartel de La Isleta en marzo y Fco. Javier Fdez. Quesada, asesinado de un tiro por la espalda por la Guardia Civil en las escaleras de la ULL en diciembre de 1977 en medio de una huelga general convocada por los sindicatos CCT, SOC, FASOC y ATTyD y apoyada por el PTC y la Liga Comunista.
En 1976 cambian las formas de lucha. Los sindicatos nacionalistas son legalizados y en agosto sucede la primera manifestación legal que recorre desde Taco a Santa Cruz en apoyo de la lucha de los trabajadores de CESEA, encabezada por la aún prohibida e ilegal bandera nacional canaria. En septiembre se firma el llamado “Manifiesto del Hierro” con la firma de 60 intelectuales que reivindican el origen y el compromiso de la cultura en las reivindicaciones populares y a partir de 1977, con la lucha de los presos del MPAIAC en huelga de hambre en Barranco Seco y la sublevación de los de la cárcel de Tenerife, la ocupación de la antigua “Casa Sindical” fascista en Santa Cruz por la CCT y la primera gran victoria en la lucha obrera con la huelga de septiembre en CESPASA –la llamada “huelga de la basura”– y con la aparición de PCU que derivará en 1979 a UPC se inicia la etapa actual de independentismo canario, que aún tendrá que soportar en 1980 el dolor de la muerte de Belén María en medio de una huelga de portuarios en el muelle de Las Palmas con cuatro heridos –uno de ellos con pérdida de un ojo- en las cargas policiales contra los manifestantes, pero esto es ya historia reciente que todos tenemos en mente.
Tras todas esas luchas del pueblo canario, fundamentalmente de sus clases trabajadoras, para acabar con la represión secular que hemos sufrido -paralela a la que han seguido otros pueblos y naciones del Estado español- parecería que todos los que, a gusto o por fuerza, portamos un DNI del llamado Reino de España nos hemos ganado el derecho a avanzar hacia un futuro mejor y más libre sin que los herederos del franquismo interrumpan esa marcha y que aquellos hechos serían solo historia en este 2012, pero no es así. Los “menistros” Rajoyanos –con el Rey designado por el Caudillo a la cabeza– están demostrando con hechos y dichos que Franco sigue estando espiritualmente insepulto y que la derecha reaccionaria carpetovetónica poco ha variado con el tiempo. La represión policial fascista se extiende por todo el Estado. Han vuelto los métodos de la BPS, los provocadores y los infiltrados a justificar la brutalidad de las cargas indiscriminadas contra mujeres y niños pero no estamos dispuestos a repetir aquel “Viva Franco y sus Menistros y la Ley de Jesucristo” de nuestros humillados y vencidos tamboreros. No habrá esta vez un panfleto de CL que pregunte ¿Dónde están los hombres? porque estarán en la calle junto a las mujeres luchando por la libertad.
Francisco Javier González
Gomera a 8 de octubre de 2012, cuando la hermana Venezuela celebra el triunfo del socialismo en libertad. ¡Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando la virtud y honor!
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