Pedro Fernández Arcila(*) / Artículo de opinión.- Sankara, como millones de africanos, sabía que era posible gobernar sin corrupción ni nepotismo, sabía que era posible crear las bases para una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres, sabía que era prioritario luchar contra el analfabetismo y recuperar la historia de su pueblo, ignorada después de la ignominia que creó la larga sombra del colonialismo. Sankara y sus compatriotas vieron cómo comenzaba a dar resultado su política centrada en la soberanía alimentaria, en la potenciación de las industriales locales, en la lucha contra la desertificación y por la obtención de agua para las poblaciones rurales.
Thomas Sankara, presidente de Burkina Faso entre 1983 a 1987, llevó ante los tribunales a un centenar de funcionarios y políticos corruptos, dio una azada a los reyezuelos locales, a los que les dijo que ya era hora de doblar el espinazo y ponerse a trabajar, liquidó la flota de coches presidenciales y decidió desplazarse por las calles de Ouaga en un modesto Renault 5. Mientras Sankara dirigía los destinos de su país, su madre, como siempre había hecho, seguía vendiendo verduras en el mercado central de la capital.
Que los africanos comprobaran que sus ilusiones colectivas se hacían realidad en Burkina Faso era algo que inquietaba sobremanera a las potencias occidentales, muy especialmente a los excolonizadores franceses, siempre dispuestos a colocar a dirigentes indolentes y de la peor calaña, con tal de que estuvieran al servicio de la deplorable francafrique. Fueron ellos quienes lo asesinaron un 15 de octubre de 1987, hace justo veinticinco años.
Por eso hoy se recuerda en todo el mundo la lucha de un hombre que demostró que sí se pueden alcanzar los sueños de millones de africanos y africanas.
(*) Pedro Fernández Arcila. Concejal de Sí se puede en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.
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