J.M. Álvarez * / Artículo de opinión.- El miércoles, la Fundación FAES se marcó un nuevo y, esperpéntico, acto en la capital del régimen. Aznar; Vagas Llosa; Ana Botella; Esperanza Aguirre; Acebes; Zaplana, Rajoy... Aznar clamando "contra los enemigos de España", Vargas Llosa españoleando y ofendiendo a su país, Perú, que fuera víctima de un genocidio por los conquistadores que toda esa gente tiene por costumbre ensalzar.
El führercito defendió, como Franco, la sagrada unidad de la patria insistiendo en que "Cataluña no puede permanecer unida si no permanece española", y amenazando que cualquier fórmula de federalismo que implique "la quiebra de la soberanía nacional, es inviable". Aznar en un gesto de mesianismo psicópata acusó a los independentistas de "falsificar la historia", él que ayudó a falsificar la historia de las armas de destrucción masiva de Iraq...
Vargas Llosa, calificó al nacionalismo como "el gran enemigo de la libertad en nuestro tiempo" y pontificó sobre "la cultura de los incultos que atrae a nostálgicos del fascismo y el comunismo". La vieja estrategia que ya no cuela: equiparar fascismo y comunismo... Qué pocos recursos... Parece haber entrado en un proceso de demencia senil.
El escritor tuvo la osadía de decir que la crisis nos el mayor desafío de España, sino el nacionalismo. Seguro que no piensan igual los millones de pobres y parados que deambulan por el país. Posteriormente, aseguró que eso del "nacionalismo pacífico" es "un disfraz" al tratarse de una ideología "inevitablemente autoritaria". Debería preguntarle a peruanos, vascos y catalanes qué piensan sobre ese otro nacionalismo español vinculado al "por el imperio hacia Dios".
El miércoles en Madrid, una camarilla de casposos, anclada en 1939, y un peruano que ha resultado ser más español que Franco, se fueron a dormir (suponemos que después de ponerse tibios a base de buenos manjares y mejores licores) con el "deber" cumplido.
¡Sieg Heil! les faltó decir.
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