Francisco González Tejera / Artículo de opinión.- Todos los años se juntan el 7 de septiembre en Teror, un municipio grancanario donde la iglesia católica se inventó hace varios siglos que apareció una virgen sobre un pino. Por allí se acercan junto a la curia cómplice y redomada una jarca de políticos en coches oficiales disfrazados con trajes típicos de las islas. Con sonrisas cínicas se juntan con el populacho cargado de ofrendas y parecen no haber roto un plato, se transforman en seres entrañables y olvidan los negocietes por un día al amparo de las sotanas y el olor a chorizo con pan de huevo.
Da verdadera grima verlos en la mediocre retransmisión televisiva, más canarios que nunca, aferrados a supersticiones religiosas y milagros para dar falsas esperanzas a su pueblo, tapar bajo un manto de mentiras la miseria de cientos de miles de personas, de gran parte de una ciudadanía canaria que pasa calamidades para llegar a fin de mes, en una tierra donde se baten tristes récords de desempleo, de fracaso escolar, de suicidios por razones económicas y de corrupción política.
El bufón mediático de turno los halaga desde un micrófono, los entrevista y les pregunta su opinión sobre algo tan etéreo y dudoso como una virgen, sobre una fe propagada a golpe de espadas y cruces desde la sangrienta conquista. Ellos y ellas muy serios, ataviados de canariedad responden serenamente como autómatas y no dicen nada de los próximos recortes sociales, de la privatización de la sanidad, de los ERES en la administración pública y la empresa privada, del criminal final de las ayudas a la dependencia, del despido de 1.100 profesores/as en este principio de curso escolar, de la clasista subida de tasas en la universidad, de los miles de desahucios de familias humildes por la depredación insaciable de una banca podrida. Callan las verdades y salen por la tangente de la fiesta y el sarao popular, obviando los verdaderos problemas de su pueblo, al mejor estilo del siniestro pan y circo de sus antecesores franquistas.
Esta es la vergonzosa casta que maneja parte de las instituciones más importantes de las islas, salvo honrosas y escasas excepciones, gobiernan para otros intereses muy alejados de las personas que los votaron. Hacen política en beneficio de aguerridos constructores, de millonarios empresarios que les piden cuentas de la venta de sus almas, cuando en aquella cena de tapadillo recalificaron sus conciencias por un par de maletines repletos de billetes.
Todo da igual en este día de fiesta y estos capitostes le rezan a la virgen oliendo a vino y mojo cochino, para seguir aumentando sus fortunas y las de sus familiares. El obispo sonriente y con sus mejores galas y joyas les da las bendiciones y a disfrutar del ventorrillo y las alegres canciones de siempre. Cruda realidad de un pueblo en manos de seres sin escrúpulos, capaces de todo para mantener un estatus construido sobre el empobrecimiento progresivo de más de 400.000 isleños/as sin esperanza y sin futuro.
Francisco González Tejera
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Fuente: http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es/2012/09/chorizos-en-la-fiesta-del-pino.html
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