Marta Salido(*) / Artículo de opinión.- Grandes carruajes llamativos y llenos de propaganda recorren las calles cada cuatro años. Es el Carnaval de los Sinvergüenzas donde unos individuos irresponsables visten esos días con traje de pana y color azul obrero para dirigirse al pueblo.
Lejos están sus casas blindadas y más lejos aún quedan las Islas “Faisán” donde llevan sus fortunas y a sus vástagos a pasar unas vacaciones a todo lujo. Allá, junto a la prole de los Ibex y otras castas del mismo rango, jugarán a repartirse el mundo mientras manipulan y explotan a la masa de siervos.
En esas fechas, se palpa dibujada en sus caras la sonrisa Mickey Mouse con la que pretenden llegar al electorado de toda índole. Se echan a la cabeza la chistera del Tío Sam y sacan miles de billetes falsos que reparten al empobrecido populacho presente. Reparten miles de papeles llenos de frases contundentes que hacen soñar con un futuro mejor y sacan el micrófono para hacer llegar sus patrañas a todos los recovecos de la ciudad.
Dentro, en la caravana de la mezquindad, se ven los contenedores de la muerte, que van llenando con las ilusiones de pequeños mocosos con ojos de temprana desilusión y de mayores con desesperación creciente.
Y allí siguen impertérritos los traficantes de sueños, los que abaratan vidas humanas y las humillan y las desangran y las malvenden. Las engañan, las traicionan, las criminalizan, las reducen a cenizas hasta la muerte. Una muerte que ahora es un lujo al 21%. Unos cuerpos que irán a parar a las fosas de los que no pueden pagar su entierro.
Pero ahí están, con sus manos que se estrechan sin mirar a los ojos. Ahí está el flash, donde recoge el nauseabundo instante de los farsantes cogiendo del brazo a niños hambrientos y desposeídos de sus casas y escuelas, ancianos enfermos y personas en silla de ruedas. Allí están estos caraduras para hacerse la foto rodeándose de la miseria que ellos mismos han creado. Allí están, sonriendo a la cámara apestando a Chanel y ajustando sus implantes de silicona mientras rodean con sus brazos a pobres inocentes.
Es el momento de esas almas ministeriales vendidas a la miserable opresión de los ricos. Es el momento de ese carrusel perverso lleno de vanidad manifiesta y de brazos vitoreando la falsedad y la explotación venidera. Y se escucha:
- “Vendo, vendo, vendo señora. Para usted, libertad. Se la merece. Escuche el canto de la esperanza y la verdad. Se la llevamos a la puerta de su casa. ¿Qué tal? ¿Cómo está? Se le ve cansada. Nosotros le daremos tranquilidad; nosotros le daremos dignidad. Usted nos importa; usted cuenta. Venga aquí y recoja el sufragio que le dará el saltimbanqui de la triple mortal Ah ,¿su hijo parado? Sí, una pena y una injusticia. Estos inmigrantes tienen la culpa. Claro señora, su hijo nos importa. Tenemos trabajo para él y para todos. ¿Su nieta estudiante? No se preocupe. Le tenemos preparado lo mejor para su futuro. ¿Su padre tiene demencia senil? Vaya, lo sentimos. Es un verdadero drama. Tenemos su atención asegurada, no se preocupe”. Las tinieblas se aproximan. Llueve a cántaros en las escuelas vacías de maestros que hacen cola en las oficinas de empleo. Niños en el recreo pasando horas sin instrucciones, comiéndose los muñones de las mangas de las batas para pasar el dolor de estómago por el hambre. Muñecos sucios arrastrados por manitas temblorosas de frío, miedo, soledad y falta de pan. ¿Cómo poder creer en el futuro si no hay herramientas ni fuerzas para estudiar? Las poquitas fuerzas las emplean para sobrevivir y distraer la mente del desmayo del ayuno.
Estamos ante un fracaso escolar programado. Estamos formando nuevas elites con nuestros impuestos. Niños y niñas “de bien” que los poderosos quieren que nos gobiernen en el futuro para perpetuar este expolio. Los nuestros, siervos. Burros de carga que pueden explotar a su antojo. Y aquí, ahora, en cualquier lugar, podemos ver a personas alcanzando la cúspide de la tristeza caminando hacia el último túnel o la última cumbre donde se despeñará voluntariamente su ignorada desesperación. Y mientras se trunca abruptamente esas vidas, el carnaval de los sinvergüenzas va riendo y aplaudiendo al monstruoso sistema que han parido. Legislando en contra de los derechos humanos sin pestañear. Alegrándose de estrangular nóminas y paciencia. Creando esperpénticos eufemismos para tapar toda esta barbarie.
Luego dirán que un vago loco con “antecedentes” psiquiátricos se ha suicidado. Dirán que un abuelo ha muerto porque acumulaba demasiados medicamentos en su despensa. Dicen, dicen, mienten, mienten, matan, matan...y ya no hay remedio.
Luego, ya sabes, van a misa y portan Vírgenes y Jesucristos para Semana Santa.
Luego, ya sabes, dan limosna a quienes han pateado sus cuentas.
Luego, ya sabes, los justos van al cielo.
Y el cielo nunca antes, estuvo tan lleno de ladrones. “Señoras y señores, gracias por confiar en Mafyanair. Esto está a punto de saltar por los aires.”
Marta Salido
(*) http://eldespertardelatortuga.blogspot.com.es/2012/09/el-carnaval-de-los-sinverguenzas.html
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