José Enrique Centén Martín / Artículo de opinión.- Es el detentador de Capital, ya sea banquero, financiero, especulador, las grandes corporaciones, incluso el prestamista más abyecto, son la clase más estúpida y mezquina de todas, por ser los que tratan los asuntos más sórdidos, de la forma más miserable, mintiendo, perjurando, robando, defraudando y engañando, sin embargo todo el mundo ante ellos inclinan su cabeza por el hecho de llevar los dedos cubiertos de oro. Para el capitalista, el mundo se compone de personas que tienen poder y otras que carecen de él; de superiores y de inferiores.
Este individuo se halla absorbido por un egocentrismo apasionado, una voracidad insaciable de poder y riqueza. Como consecuencia de todo ello también resulta envenenada la relación del individuo afortunado con su propio yo y su sentido de la seguridad y la confianza. Su mismo yo ya se tornó para él un objeto de manipulación como lo eran las demás personas. Parece que la nueva libertad les dio dos cosas: un aumento en el sentimiento de fuerza y, a la vez aislamiento, duda y escepticismo creciente y, como consecuencia de ello, angustia. Yuna vez que el individuo ha perdido su orgullo y dignidad, está así preparado a aceptar un papel en el cual su vida se transforma en un medio para fines exteriores a él mismo, la productividad económica y la acumulación de capital.
Su riqueza se basa en la renta neta, una vez deducidos los gastos de administración, salarios, alquileres, reparaciones, impuestos, lo reservado para consumo inmediato sin perjudicar a su propiedad, gastos en alimentos, diversiones y placeres. La renta bruta proporcionada básicamente por los asalariados, con jornadas laborales agotadoras para conseguir el producto final, con sueldos miserables y de subsistencia, casi esclavizada, comparándola con la poca inversión en medios y materias primas. Incluso provocando crisis como la actual para obtener mayores ventajas, al tener hipotecados a los gobiernos con dirigentes ineptos como los nuestros.
Los capitalistas, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio nosotros, sus víctimas, no hemos recuperado el trabajo a su nivel de ingresos. Stéphane Hessel.
Debemos mostrar que nuestros males tienen remedio, que no padecemos una tara incurable que nos condene a arrastrar nuestras dolencias de modo perdurable, porque necesitamos romper las tinieblas del pesimismo, superar la brutal bipolaridad política y psíquica que nos ha caracterizado desde hace dos siglos. C. Sánchez-Albornoz.
Las viejas y las nuevas clases dominantes con sus intelectuales, intentan tenazmente conservar las viejas pretensiones a través de “su” democracia, basada en el bipartidismo como nuevo recurso, no debemos dejar la representación de todos en manos de profesionales de la política, debemos de estar representados con una nueva forma de gobernanza, “El Estado participativo”.
José Enrique Centén Martín
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