Francisco González Tejera / Artículo de opinión.- Recorrimos juntos un tramo de esperanza y lucha, nos sobrecogimos ante la inmensidad del Valle de Ucanca, haciendo noche bajo un manto de estrellas con el Teide como testigo de dos jóvenes aventureros. No teníamos nada, solo nuestras manos abiertas, receptivas, en busca de momentos mágicos de claridad y utopías.
Luego este loco integral de Tamaraceite se marchó con su mochila solo por Europa, haciendo autostop recorrió el continente descubriendo el mundo, se vio tirado en Los Alpes con el termómetro por debajo de los cero grados, ningún coche paraba a aquel barbudo, peludo y con los ojos repletos de luz y un amor inmenso a todos los seres vivos.
Momentos inolvidables con este amigo del alma en esa etapa de nuestra vida donde todo parece tan fácil, con los últimos estertores del franquismo manifestados en la represión policial, en los abusos de poder de los herederos de esa dictadura brutal que causó estragos en cientos de miles de familias de todo el estado español.
Como suele pasar en esas amistades de juventud perdimos el contacto, supe que había tenido un chorro de hijos, que nunca perdió ese toque bohemio de unos años 60-70 que marcaron nuestra trayectoria vital. Supimos de nosotros por amigos comunes, por familiares y así llevamos 30 años sin vernos, sin hablarnos, aunque estemos tan cerca y solo nos separe un brazo de mar y de amor, aquel que separa la isla de Lanzarote de Gran Canaria.
Hoy mirando noticias en Internet lo he visto por casualidad en un periódico isleño, donde se anuncia la concesión de un premio a su labor artesanal por parte del Cabildo de la isla de los volcanes, un reconocimiento por las tres décadas que lleva con las manos hundidas en el barro construyendo razones para estar vivo, diseñando tempestades y calmas con un torno y esa tierra ancestral que nos unió para siempre, la misma que los antiguos canarios trabajaron antes de ser esclavizados, masacrados por los invasores castellanos.
Agustín Alemán Pérez sigue siendo el mismo ser humano humilde en estos tiempos de robos, saqueos y corrupción política. No ha cambiado y su concepto de la existencia estoy seguro que sigue basado en la armonía, en la paz y en aquella tranquilidad infinita que se metió en nuestras almas, inyectándonos sobredosis libertarias que venían de la brisa nocturna de Las Cañadas del padre Teide.
Amigo desde otro frente de resistencia te quiero mandar un abrazo de luz y felicitarte por esa constancia creando vida y cultura popular, esa que hace que los pueblos no pierdan jamás su identidad. Yo he seguido otro camino no menos insurgente con lo establecido, pero estoy seguro que pronto nos encontraremos, que nos sentaremos de nuevo más viejos, más sabios bajo el techo estelar, para contarnos nuestro proceloso recorrido por este mar de torbellinos y tormentas.
Francisco González Tejera
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Fuente: http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es/2012/09/agustin-aleman-y-la-ceramica-de-los.html
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