María Hernández(*) / Artículo de opinión.- Cuando estamos en los montes sentimos plenamente toda la vida que en ellos se esconde. El canto de los pájaros, el corretear de lagartos, un conejo despistado, las grajas a gran altura, el olor a naturaleza, el aruyo de las hojas o el runrún de la brisa que surca el aire, Cernícalos, Búhos, Palomas, Ratones, Águilas, Halcones, Abejas…
Todo es vida, infinidad de clases de vidas, desde la más chiquitina, que casi nunca vemos, hasta la más grande que vuela sobre nuestras cabezas, y hasta su olor fresco es vida.
Cuando el monte se quema todo es muerte.
Silencio, silencio y muerte.
Vidas que se pierden en el silencio, que no se nombran, salvo que exista una especie en peligro de extinción o vulnerable, todos lo demás no importa, esa es la realidad.
Luego están los animales domésticos, los que dependen más del hombre, los que durante toda una historia, nuestra historia, los hemos utilizado, los que hemos amansado para nuestro bien y disfrute, esos se nombran muchísimo menos, por no decir que no se nombran nada.
Solo se oyen pérdidas, subvenciones, ayudas, y lo más que se puede oír, si es que se oye algo es, animales, y ahí queda todo… Es como si hubieran muerto personas y dijéramos, han fallecido seres humanos, tantos... y nada más.
Y que nadie se eche la mano a la cabeza diciendo que no hay comparación entre unas vidas y otras, porque la vida es vida allí donde se encuentre y pertenezca a quién pertenezca. Estas vidas no se nombran, no salen en las noticias, y mucho menos se ven.
Una vida no tiene precio, ninguna se puede valorar en tanto o cuantos euros, una vida jamás se recupera por muchos euros que se den, las vidas no son pérdidas o ganancias, la vida es vida, con un aliento, con una sangre, con una personalidad, con su vista o sus oídos, con su voz propia, con sus miedos y sus temores.
No quisiera verme al lado de esos animales que mueren en los incendios, no quisiera sentir el sufrimiento y el pánico que habrán sentido, los animales no son pérdidas, porque no son cosas materiales, son vidas, de otra especie, pero vidas al fin y al cabo.
¡Que cada pirómano, cuando prenda su llama, sienta el calor de ésta!
Breña Baja (La Palma) a 8 de agosto de 2012
(*) María Hernández. Voluntaria y defensora de los animales.
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