José Enrique Centén Martín / Artículo de opinión.- En el país de corrup-más el dueño del castillo, de incógnito, para no asustar a sus súbditos, se fue a un país lejano donde existían dragones con colmillos gigantescos que amenazaban a la población, en su pelea con los monstruos tuvo un accidente grave y regresó a corrup-más en una carroza especial con el médico y la guardia personal que fue con él por si los necesitaba, una vez aquí fue operado con urgencia en su hospital, pero toda su corte estaba enfadada por irse sin avisar, en el salón del propio hospital dijo que no lo volvería a hacer más, la corte quedó conforme porque decían que cuando viajaba fuera de corrup-más lo hacia con la intención de conocer a nobles de otros países para que le rindieran pleitesía y llegaran después estos nobles a corrup-más con arcas repletas de oro y piedras preciosas para comprar nuestros productos.
Al cabo del tiempo, de nuevo el dueño del castillo toma su carroza privada, esta vez lo sabe su corte, le acompaña en esta ocasión aparte del médico particular y la guardia personal, una nobleza de corrup-más con la intención de traer ellos mismos los encargos de productos que se venden en el país, animándoles el dueño del castillo a hacerlo porque es bueno para todos, pero una vez más su falta de contacto con la realidad le traicionó, soltando al subir los escalones de su carroza: “otro en mi lugar estaría de baja, pero yo tengo que currar”, la corte aplaudió, los nobles sonrieron, los bandos pregonaron por todos los rincones de corrup-más su viaje y su ocurrencia, sus súbditos quedaron cabizbajos, no porque se fuera, sino porque ellos si tienen un accidente, no tienen médicos particulares, ni carrozas especiales, van como pueden al curandero para que le hagan una cura rápida al tener que trabajar, si faltan nueve días le echan del tajo, la medicina se la tiene que pagar de su bolsillo, una operación como la del dueño del castillo cuesta mucho dinero y meses de espera, su familia no tiene trabajo y debe mantenerlos, al contrario que los hijos del dueño del castillo, ellos están en tiendas de algunos de esos nobles que van con él, nobles que dicen que venderán los productos de corrup-más en el extranjero, pero las arcas se quedarán esta vez allí, corrup-más no verá ninguna onza de oro, ni una piedra preciosa y los súbditos seguirán en la miseria, en el paro, en la indigencia y tristes porque no ven arreglo a sus males, ni por el dueño del castillo, ni de la corte, ni de la nobleza.
Moraleja: El individuo descubre que es “libre” en el sentido negativo, es decir, que se halla solo con su yo frente a un mundo extraño y hostil. Erich Fromm
José Enrique Centén Martín
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