María Puig Barrios(*) / Artículo de opinión.- El avance del comunismo supuso en el siglo XX el mayor avance de la clase trabajadora en toda la historia de la humanidad.
Sorprende con la que está cayendo en el mundo unipolar, dominado por el capitalismo triunfante de la llamada Guerra Fría, que alguien centre, todavía, sus críticas en la Unión Soviética, que fue, durante su larga existencia, no sólo un freno a los abusos infinitos de los capitalistas, sino un impulso a la igualdad social, a los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora, igualdad y derechos que nunca se habían conseguido, antes, en toda la historia de la humanidad.
Durante los últimos veinte años, la poderosa maquinaría propagandista del sistema capitalista no ha parado de machacar sistemáticamente a la Unión Soviética y países comunistas, satanizándolos y criminalizándolos. Sin el más mínimo rigor, sin un análisis medianamente imparcial. Sólo propaganda engañosa e interesada por el inconfesado e inconfesable miedo del capitalismo a los ideales de igualdad social del comunismo. Por lo tanto, no dedicaré ni una sola línea a los errores que se pudieron cometer -y que los comunistas no hemos dejado de analizar crítica y honestamente, para aprender-, porque, al final, es mucho más útil, para nosotras y nosotros, las y los trabajadores, valorar los logros que han sido cuantitativa y cualitativamente mucho más importantes y que ahora, el capitalismo y sus representantes políticos están cuestionando de forma brutal.
Los que nos interesamos por la Historia de la humanidad, sabemos que las ideas de transformación social no son fáciles de implantar, que se cometen errores, que se conocen fases de avances y retrocesos, hasta poder afianzarse. Así ha sido a lo largo de la Historia. Lucha de clases, avances, restauración del absolutismo político y económico, nueva fase de lucha de clases y afianzamiento de las ideas de transformación social. Y así ha ido avanzando la humanidad, saliendo de la miseria, de la explotación y de la sumisión de las que siempre se han nutrido las élites económicas. En la actualidad, nos enfrentamos al capitalismo de la globalización económica y financiera, de una voracidad sin frenos y sin límites, sin los frenos y los límites que marcaron durante mucho tiempo, y con muchos esfuerzos y sacrificios, los países comunistas y las fuertes organizaciones comunistas del resto del mundo, ayudando a los países del Tercer Mundo a liberarse de las multinacionales que los explotaban y a la clase trabajadora de Europa y del mundo a hacer frente al capitalismo que se vio obligado a asumir propuestas comunistas: nacionalización de empresas, desarrollo de un fuerte sector público, seguridad social, sanidad y educación públicas, disminución de la jornada laboral y de la edad de jubilación, pensiones y prestaciones sociales dignas. Un esfuerzo enorme, en medio del fuerte acoso y hostigamiento político, económico y militar y una demoledora y ruinosa carrera armamentística y de conquista espacial, entre un bloque, el comunista, que ayudaba económicamente al desarrollo y libertad del Tercer Mundo y otro bloque, el capitalista, que lo explotaba y le quitaba las riquezas.
Después del triunfo del comunismo en el Este de Europa, Rusia pasó de ser un país dominado por el absolutismo político y económico de los Zares y la nobleza, de ser un país de ciervos, con una incipiente clase obrera miserable, en los inicios del siglo XX, a ser la segunda potencia mundial, Hoy, después de una división de la URSS en mil repúblicas, con conflictos armados incluidos, de la habitual tergiversación de la Historia, del saqueo de las arcas públicas y las mafias que le son inherentes, de producirse una acumulación capitalista salvaje, con ese trabajo de desmantelamiento económico y social brutal tan propio del capitalismo, Rusia se ha convertido en un país “emergente”, en vía de desarrollo. Y, encima, aplaudimos la gran estafa capitalista, en nombre de la libertad. ¿Cuándo aprenderemos que la única libertad que defiende el capitalismo es la libertad para especular, privatizar, explotar, acumular beneficios, ganancias, dinero negro, para enriquecerse? ¿No vemos lo bien que lo está haciendo, en estos momentos?
Es evidente que nos tenemos que plantear una nueva fase de transformación social, con los ideales de igualdad social que hicieron avanzar a la clase trabajadora, sin los errores que se pudieron cometer, pero con todos los aciertos que permitieron los avances sociales que hemos disfrutado y que, ahora, el capitalismo pretende destruir. Las y los trabajadores somos mayoría, una mayoría que como escribió Emilio Zola en su obra Germinal, está germinando en los surcos, creciendo para las cosechas, una germinación que pronto hará resplandecer la tierra. Sólo depende de nuestra conciencia de clase y de nuestro compromiso de lucha, que la tierra pueda dar buenos frutos. Somos mayoría y podemos hacerlo.
* María Puig Barrios
Secretaria General del
Partido Comunista de Canarias
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