Manuel Marrero Morales / Artículos de opinión.- Escribo estas líneas desde la indignación y la repulsa por la actuación de la policía en Santa Cruz de Tenerife, en la Plaza de la Paz, que cargó contra un centenar de manifestantes que habíamos decidido apostarnos a las puertas del Congreso Insular del PP para protestar por las políticas antisociales del Gobierno de Rajoy y su ministro Soria.
Denuncio públicamente cómo golpearon con sus porras a varias personas, como José y Jorge, y cómo golpearon y detuvieron a Pablo y Sandra, que estaban entre los manifestantes, ejerciendo el derecho ciudadano a la libertad de expresión y a la expresión de nuestra indignación. Se los llevaron a comisaría, nos engañaron a los que nos interesamos por ellos. No permitieron que una ambulancia, que vino al lugar, atendiera a Pablo cuando estaba detenido en un furgón policial, golpeado y presa de un ataque de ansiedad. Los llevaron esposados a otra comisaría distinta a la que nos dijeron inicialmente. Lo tuvieron esposado al sol con altas temperaturas. Y, según me contó, cuando salió tras varias horas detenido junto a Sandra, le dieron patadas y golpes: yo vi las señales de la porra en la espalda y los pómulos hinchados por los golpes recibidos.
¿Quién responde de estas torturas y agresiones a la integridad de las personas? ¿Quién dio las órdenes y quienes las ejecutaron? Estos funcionarios policiales, que seguramente vive alguno de ellos junto a nuestras casas, que pasean a sus hijos y a su perro y nos saludan amablemente a los vecinos, y a los que también le han reducido los salarios y aumentado los horarios ¿cómo se atreven a apalear y torturar a un ciudadano, detenido y esposado, y cuyo único delito ha sido el de expresarse libremente porque forma parte de esa gran parte de la sociedad afectada por sus políticas, y doblemente afectada porque son jóvenes de los que el poder denomina “generación perdida”? ¿Quién va a responder por este atropello?
Fuimos allí muchos de nosotros para verles las caras a algunos de los que hace apenas una semana se reían del conjunto de los trabajadores y trabajadoras, pensionistas, parados, excluidos sociales, jóvenes sin expectativas, desde los escaños del Congreso de los Diputados, mientras aprobaban otro paquete de inmisericordes recortes contra los intereses generales de la sociedad e incluso alguna vociferaba ese día el “¡Que se jodan!”, refiriéndose a todos nosotros.
Queríamos verle la cara al Ministro Soria, que entró furtivamente por la puerta de emergencia del Cine Víctor, adonde a última hora habían cambiado la celebración del Congreso. Ya no entra triunfal y saludando a diestro y siniestro, sino que tiene que esconderse de los ciudadanos que lo increpan por sus ataques a nuestros derechos y libertades.
¿Para qué tanta policía custodiando las puertas y alrededores? ¿Acaso para proteger nuestra libertad de expresión como ciudadanos? No. Para proteger un acto privado de un partido político. Dinero público a espuertas que se dedica a la protección de los que detentan el poder. Protegían a Dª Cristina Tavío, a Dª Australia Navarro, con su impecable traje blanco que se le manchó de rojo cuando nos miraba provocadoramente a los manifestantes, acompañada por Dª Mercedes Roldós y otros especímenes similares. ¿Y cómo no? Sobre todo para proteger al Sr. Soria, el ministro Repsol y antimineros, que optó por el taxi, para acceder y marcharse cobardemente del lugar después de hablar para los suyos y para la televisión.
¿Quién va a dimitir por estas cargas policiales y estas torturas? ¿A quién protege esta policía, funcionariado pagado con fondos públicos, que debiera velar por los intereses generales de la ciudadanía y no por la perpetuación en el poder de los que lo detentan?
¡Que no haya acto público donde comparezcan los que nos agreden desde la política, generando paro, pobreza y exclusión social, sin que estemos presentes unas decenas de personas, defendamos con dignidad nuestros derechos y les hagamos mirarse en el espejo de lo que nos están haciendo a nosotros y a las futuras generaciones!
No vale sólo estar indignados, hay que rebelarse frente a esta situación y actuar. Somos mayoría y no les tenemos miedo.
Manuel Marrero Morales
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