Tamer Sarkis Fernández* / Articulo de opinión.- El convencimiento Supremacista medular en el judaísmo testamentario (Torah en tanto que serie de manuscritos escritos en caldeo a un tiempo apropiativos y mistificadores de la memoria hebrea), corpus transfigurado e hipertrofiado después como judeo-talmudismo, era un Supremacismo limitado por su propio marco irracional de movimiento.
Flotaba vaporosamente entre endogamia;
entre “purismo” de Linaje y de presumida descendencia individual y familiar a partir de una u otra de las 12 tribus;
entre profesión del Principio de “Doble Lealtad”;
entre apartamiento; entre demarcación de fronteras con “el resto”;
entre condicionamiento del negocio conjunto con el gentil a la sustracción de corrosiva cuota de interés a éste;
entre mirada fría, calculadora y despectiva hacia la Terrenalidad “humana”, genuino nihilismo antropológico.
Resonaba envuelto en toda su mitología torahica de Salomón Rey de reyes;
del Pueblo Elegido;
de la promisión de Tierra;
de las Plagas de Egipto;
de la Génesis divina diferencial (contra la tergiversación cristiana posterior, aquello que Jehová crea con Adán y Eva no es al ser humano, sino exclusivamente a los ancestros de su “Pueblo Elegido”);
del futuro Paraíso en la Tierra reinante sobre los gentiles o goyim;
de los sucesivos Éxodos;
del árabe hijo de Caín;
de la identificación exclusivista del judío con los antiguos hebreos y con los antepasados tribales abrahámicos; etc.
Era un delirio milenario, ya marcadamente intemporal en la Modernidad y a fortiori tras la revolución científica, que había sido amasado remotamente entre las agrias entrañas de un puñado de Rabinos resentidos en su dulce “exilio” bajo Babilonia. Quienes atacaban mentalmente al Mundo con ánimo de armar ideológicamente un ataque real al Mundo, necesario a su hegemonización.
Aquí es conveniente introducir una matización de escepticismo, otorgando cierto beneficio de la duda a esos “exiliados” escribanos en caldeo a la sombra de imperiales Palacios neo-babilonios: y es que “mucho fue lloviendo” desde que los manuscritos fueran compuestos por separado (finales del siglo IV-inicios del siglo III a.C.), hasta que en plena Edad Media se procediera a su compendio organizándose los fragmentos en un volumen único transcrito al griego; y habiendo, para más inri, Talmud y Mishna de por medio.
Así que, a lo mejor, los rabinos de Babel (Bab-El: literalmente, “Puerta de Dios”) no fueran después de todo los fundamentales mixtificadores del legado histórico hebreo tras-vistiéndolo de fantasía sobre magnitudes político-territoriales propias, promisiones divinas del Nilo al Éufrates, avasallamiento a imperios, falsificaciones cronológicas en cuanto a la llegada y vida de los hebreos en Canaan, hiperbólicas exageraciones demográficas en la geografía humana y “étnica” de Judea e Israel, todo ello por no hablar de la burda equiparación trazada entre el ser hebreo y el yahvitismo (ni todos los hebreos con-substancializaron a El con Yahvé o Jehová, y ni muchísimo menos, a posteriori, todos los judíos tendrán ascendencia hebrea alguna), etc.
Y les aligeramos “la carga” a esos rabinos, porque, en rigor, de los manuscritos originarios poca cosa fiable queda, así que no sabemos, entre estos y la aparición de la compactación medieval helenizada, quiénes fueron los mayores cuentistas ni cómo se superpusieron, se tacharon y se emborronaron unos a otros. Se me permitirá formular un sarcasmo a todo ello: el “Antiguo” Testamento, como libro unido, es unos cuantos siglos más reciente que el “Nuevo”, o Evangelios.
Pero la Cuestión que nos afecta llega cuando unos señores burgueses recogen en pleno siglo XIX “el gran balón” del Supremacismo, lo podan de antiguallas y lo revisten de pretendida cientificidad (una pseudo-arqueología, una pseudo-historiografía antigua, una pseudo-antropología, una pseudo-filología y una pseudo-lingüística), re-lanzándolo a la nube ideológica con el nombre de Sionismo.
Este remake demarca el Punto de inflexión en la historia de la Meta-ideología judaica-talmúdica, puesto que tal Supremacismo re-aparece inserto no ya bajo el antiguo marco de irracionalidad: una Psicología de masas, un gran Consuelo colectivo, un acicate de cohesión e identificación, un capricho, una concepción y valoración subjetivas nihilistas sobre la especie humana y su suerte y lugar, una guía para las relaciones sociales con el no-judío, quizás un sueño y una artimaña de consumar Venganza e imperar...
La Meta-ideología re-aparece ahora, en cambio, ubicada en la Racionalidad de las fracciones judaicas Dominantes entre las burguesías monopolistas de Estado más poderosas del Planeta (GB, Países Bajos, Francia a través del cordón umbilical franc-masón), auténticas creadoras y financieras del Sionismo. Dichas fracciones judeo-burguesas monopólicas (imperialistas), dotadas de un marcado “espíritu de cuerpo y conciencia de pertenencia común” (lo que el señor Norberto Ceresole llamaba idea de “ontología diferencial”), requieren de un Estado extenso (el Eeretz Israel, “Del Nilo al Éufrates”).
Tal requisito burgués de “una tierra (falsamente) sin Pueblo para un Pueblo de hombres sin tierra” se debe a imperativos de Economía Política capitalista: Factores productivos. Fuerza de Trabajo. Capitales circulantes como el petróleo. Exportación de capitales y de instalaciones. Búsqueda de una entidad de la que valerse para desplegar una política exterior integral propia más aún si cabe que por medio de USA y Europa; etc.
Y tal requisito de territorialidad se debe, así mismo, a imperativos geopolíticos imperialistas: Ubicación militar. Dominio territorial. Control de pasos. Tráfico mercantil marítimo. Solventar contradicciones inter-imperialistas de marcaje del terreno al zarismo. Contrafuerte frente al rival Imperio otomano y pantalla armada, aunque finalmente esta contradicción queda solventada tras la Primera Guerra Mundial y la constitución de la Turquía kemalista.
Tenemos, pues, de un lado, al ancestral ensueño rabínico babilónico evocativo del mítico Israel “de los Reyes y de los Jueces” (Israel bíblico con Palestina actual y un pedazo del Líbano meridional), donde las ovejas deberán volver a ser reunidas y volver a pacer, tal que con Moisés, como requisito premonitorio al Juicio yahvítico y a su provisión de la amplia Eeretz Israel (tierra de Israel).
Este ensueño judeosalvacionista había sido y vuelto a ser “víctima” de extravío popular a través de la historia de los judíos:
A algunos soñadores se les había aparecido la figura de Sefarad (Península Ibérica). A los judíos portugueses, mal-llamados “marranos”, Brasil. Para los comerciantes judíos colonizadores de la mano de Castilla y para sus descendientes, la tierra destino de la futura Al-Aliyaa (migración-Elevación) había sido Patagonia. Los (pre-paleo)”sionistas” cristianos presbiterianos habían identificado en América la tierra de promisión y se habían creído ellos mismos los descendientes de los antiguos hebreos; el Pueblo Elegido. En fin, los judíos de Mallorca habían mirado al mar, al horizonte, hacia Livorno, con melancolía desde su “prisión”-gueto insular, creyendo tierra de Destino a esa ciudad italiana de liberalidad, de bien-estancia judía y de desarrollo mercantil.
El elemento común a todos estos mitos es que la re-unión geográfica en uno u otro punto precede a la venida del Mesías de los judíos (literalmente, “Salvador”), y, con él, al asentamiento de “las bases materiales” territoriales de la Hegemonía terrenal de estos, donde “cada especie de ser” comulga con “el verdadero lugar particular” que le ha sido conferido por Jehová en su Orden-Arquitectura Ideado.
Sin embargo, la teleología honda, Meta-histórica (la Supremacía), se perdía una y otra vez en el horizonte, yéndose a borrar más allá de las más o menos acuciantes necesidades de asentamiento, de escapada, de huida, de refugio..., que primaban entre el vulgo.
La cuestión es que cuando la historia, y en concreto la evolución del Modo de Producción capitalista, inserta la premisa de la Al-Aliyaa en una Racionalidad política de clase/”comunidad” (una super-burguesía imperialista judaica pluri-nacional o “pluri-Potencia”), precisamente es el viejo rabinismo pos-mundano el que no sirve para re-vincular a los “parientes de dios” (literalmente, “Israel”) con el Destino mundano que necesita dárseles y con el viaje en que se necesita embarcarles.
Lo hará el moderno sionismo. Y lo hará apelando más a un “pasado” pseudo-histórico escrito en la Torah y manipulado con “Ciencia” y excavadores, donde a Salomón le rendían vasallaje y pleitesía desde los Faraones al Oeste hasta los proto-persas al Este, que a ninguna teología de apariciones yahvíticas con regalos de un territorio acotado entre el Nilo y el llamado “”Río Grande” mesopotámico. Piénsese, sin ir más lejos, en esto:
La bandera israelí enmarcará la estrella de David entre una franja azul superior y otra inferior, Nilo y Éufrates respectivamente; ello en el Estado con mayor proporción poblacional de ateísmo declarado (cerca del 45%). Considerable proporción tanto entre ateos como entre no-ateos inscribe a sus niños en una escuela talmúdica, donde, desde la más “tierna infancia”, el niño y después joven es educado en el ultra-chovinismo, la cosmovisión de superioridad, el odio antropológico y la “virtud” de instrumentalización de la humanidad gentil. Se trata de un Estado no circunscrito a territorialidad nacional alguna, y que por lo tanto no se auto-reconoce fronteras fijas (sino “sólo” aquéllas que “Yahvé” llegue a permitir al ocupante sionista según la particular formulación sionista del Mito de promisión de la tierra). Por lo mismo, no formula una figura de “ciudadanía” desde el Derecho Civil, sino desde una especie de derecho político-religioso estatal que reconoce como ciudadanos a todos los judíos del Mundo. Paralelamente, mientras en la Torah se afirma que Yahvé o Jehová promete la tierra a unas tribus y a sus descendientes consanguíneos por linaje (Genos) -y no a otros-, el Estado sionista-askenazi discrimina (contratación laboral, distribución de vivienda y de hábitat, trato burocrático procedimental...) por ejemplo a los semitas sefardíes y no digamos ya a los semitas falasha (los askenazim son de origen caucásico-turquemano).
Es el mismo Estado a quien no duelen prendas a la hora de financiar selectivamente a determinados judíos “ortodoxos” para su consagración plena al trabajo de estudio de la Torah y para el estudio paleográfico de vestigios escritos (por ejemplo, los citados manuscritos fragmentarios “torahicos” o quizás mejor decir proto-torahicos). Y es que “quien paga, manda”, y no cabe duda de que entre el Libro del judaísmo y el sionismo existen no pocas paradojas y contradicciones, que es asunto de Estado “conciliar”.
Fusión sintética, pues, de la dialéctica Sionismo-teología talmúdica:
A. La vertiente más apocalítica/salvacionista en el judaísmo y sus tradiciones idiosincrásicas más Supremacistas: “mero” caudal-instrumento usado y re-dimensionado por el Capital financiero y su Sionismo.
B. Pero, simétricamente, el Sionismo: “mero” rostro ideológico ubicado dentro de la Meta-ideología judeo-salvacionista que, realizando en la historia el Mito de “Israel” al procurar su materialización en estructura político-militar, lo que crea en última instancia es...
C. El Estado de Israel. Un punto de asidero, un dispositivo físico violento y poderoso; paso de gigante (pero paso al fin y al cabo: medio, mecanismo, Golem, artilugio) en el camino hacia la realización de la propia Meta-Ideología hegemonista cuyo alcance e implicaciones son mundiales (este alcance e implicaciones versan de afianzar definitivamente y desarrollar unas relaciones de poder concretas en el seno de la humanidad).
Semi-secularización sionista del Supremacismo. Una ideología para un Estado. Un Estado para catalizar la materialización (como Mundo a medida) de la Meta-ideología supremacista
A tenor de todas estas consideraciones, se comprenderá porqué el Sionismo se presenta ante “su mercado” vestido con una dualidad teológico-secular:
De un lado mantiene la Idea-Fuerza de la tierra prometida al Pueblo Elegido (de ahí su mismo nombre en “rememoración” del Monte Sión en Jerusalén, donde Jehová sella el Pacto Abrahámico).
Pero a la vez aspira a movilizar a un público “modernizado” y al menos parcialmente “des-mitificado”, de modo que re-define la Al-Aliyaa (Migración y asentamiento en “Tierra Santa” previa al Armaghedon) en términos más bien de regreso mundano y profano al supuesto “lugar de procedencia”.
Este elemento último de ruptura laicista guarda total coherencia con la Racionalidad imperialista del sionismo, pues, así como los rabinos del judeo-supremacismo pueden esperar, con su resentimiento a cuestas, la estruendosa restitución del Reino de Israel por Jehová, la burguesía monopolista de Estado no puede esperar.
De esta dualidad postmundana/intramundana descrita, resulta la conservación/”actualización” de la premisa de “Ontología diferencial” del judío (y más ante los candidatos árabes a ser ocupados; los “ahbaroshim” en la Torah, o “ratas”).
Premisa, ésa, a la que sin embargo se superpone un chovinismo nacionalista “moderno” de ser Luz de Progreso “occidental” sobre Oriente Medio, casando por lo demás con el Zeitgeist evolucionista propio del Colonialismo (“ir a sacar a los árabes del Salvajismo”). Y a lo que cabe añadir, en fin, el acervo ideológico de darwinismo social (auténtico “alma dúplice” de la competencia capitalista e inter-imperialista), que servirá para dar solidez a la treta/paranoia victimista de no supervivencia -con la consabida aportación de “su granito de arena” por parte del judaísmo y sus pasajes narrativos torahicos de “la persecución de los hebreos en el Egipto faraónico”, “el horno de Nabucodonosor”, etc.
Así pues: ya no la tradicional hostilidad milenaria, sino ambigüedad de ésta con un Paternalismo “amigo” en pro de rescatar de sí mismo al lugareño (salvacionismo, pues, también “de los demás” y cargado de “misioneril filantropía”, al fin y al cabo muy en la matriz del judeocristianismo).
A corriente de este impulso de urgencia de Estado por parte de las burguesías judías, prolifera la financiación de asentamientos y migraciones por medio de organizaciones sionistas y de su “Consejo Mundial Judío” en lo que va del siglo XIX a principios del XX.
Una de las dos grandes trayectorias de migración parte de Rusia. La otra trayectoria (que tiene por sujetos principales a judíos askenazim), parte desde territorio imperial Otomano o desde Europa debiendo atravesar igualmente el Imperio Otomano para llegar a Palestina (Provincia de ese Imperio en aquel entonces).
Dicho proceso topa con contradicciones, como las intermitentes negativas otomanas a la judaización de Palestina. Sin ir más lejos, el 7 de septiembre de 1911 el Gran Sultán Abd-El-Hamid II reacciona furiosamente ante las Organizaciones sionistas “internacionales” cuando le piden permiso para colonizar palestina. Procede al encarcelamiento de varios miembros de la delegación y ordena impedir el desbordamiento de inmigración judía al Imperio Otomano (inmigración “de paso” en esa clave táctica sionista).
Como la continuación del proceso es materia de “matrimonio de conveniencia” entre el Imperio británico y el Sionismo, los segundos redoblarán a partir de 1917 el financiamiento a la victoria de los primeros en la guerra, mientras los primeros prometen Israel. Derrotados los Otomanos, el tránsito migratorio se desbloquea (y será auspiciado por Ataturk), al tiempo que la colonización tiene vía libre en una Palestina por lo demás transferida a Inglaterra.
Bajo cobijo británico, el Sionismo irá “acumulando fuerzas” en Palestina (asentamientos, expropiación de hábitats, demolición de pueblos enteros de fel.laahs -campesinos- palestinos, robo de tierras, fijación de monopolios sobre cultivos, aumento poblacional judío promovido por la propia Alemania nazi y su fletado de titánicos barcos hacia Palestina...).
Casi treinta años después de la victoria inglesa en la Primera Guerra Mundial, termina la Segunda y de ahí surge un nuevo marco de relaciones: el Hegemonismo y la Guerra Fría. La idea de materializar Israel entronca esta vez con las necesidades del Imperialismo hegemonista USA en tal contexto.
Este entroncamiento también es atribuible, cómo no, a la amplia y poderosa composición humana judaica en el carácter de clase dominante en los Estados Unidos (no importa para el caso si liberal-”izquierdista” en la Costa Este, republicana y conservadora en las Bolsas de valores o derechista extrema judeomesiánica fundamentalista en la Costa Oeste).
Tampoco cabe desdeñar a esos mismos efectos, que en USA importantísimas capas al interior de la burguesía monopolista de Estado NO judaica profesen el llamado “sionismo cristiano” característico del calvinismo evangélico; credo religioso que asume el Imperativo de congregar a los judíos en “Israel” como condición a su conversión al cristianismo y a ser perdonados y redimidos en el Juicio Final.
En esos tiempos, Stalin pecará de oportunismo al ver en Israel la ocasión de oro para “sacudirse de encima” a la propia oposición sionista-revisionista interior. No olvidemos que anteriormente el mismo Stalin se había propuesto ensayar un Plan para “territorializar” y controlar a fracciones judías dominantes dentro de la proto-burguesía burocrática en germen y formación. El Plan, que no llegó a avanzarse, había de desenvolverse concentrando al judaísmo en el extremo oriental de la URSS y dotándolo de una República con total autonomía de gestión en materia política cultural y religiosa, aunque no económica.
Con el padrinazgo de las dos “Super-Potencias” y británico, y generoso suministro de armamento checoslovaco a partir de 1945 al terrorismo sionista operante en Palestina, Israel queda creado en 1948 (sólo dos años después, por cierto, de la independencia colonial siria).
Decenios atrás, el colonialismo inglés y el francés se habían repartido Siria (Tratado Sykes-Picot, 1916), blindando el despedazamiento de este país bajo el prisma -cómo no- de velar por la seguridad del futuro Israel, ya por entonces en proyecto colonial concertado con el sionismo (y enseguida concretado en la Declaración Balfour -1917). Así, la Siria meridional (Jordania) había sido escindida y transformada en otra unidad colonialmente administrada (y unidad política “independiente” después, ya fuera del colonialismo directo -1946). En tal sentido mismo, Siria había resultado separada de la mayor parte de su franja litoral (el Líbano es creado, como unidad colonial “aparte”, en 1921. Bandera fundacional francesa a la que se añade un evocativo cedro “de Fenicia”). Ingleses y franceses proceden, en fin, a trocear la Siria que quedaba sin repartir en 1923.
Esta cadena de operaciones de cirugía geopolítica habría de suponerle a Israel resguardo fronterizo, así como desarticulación de cualquier perspectiva futura de concertar, desde la unidad político-administrativa siria, recursos, Fuerzas Productivas, defensa, inversiones, desarrollo..., amenazantes a la hegemonía y a la misma existencia del aparato sionista.
* Tamer Sarkis Fernández. Sociólogo y Antropólogo hispano-sirio. Asesor del Diario Unidad para Siria.
Comentarios