Salvador López Arnal * / Artículo de opinión.- Lo confieso, no puedo evitarlo. Me da grima ver a la presidenta Dilma Rousseff, una admirable luchadora contra la dictadura militar brasileña, dar la mano al Rey de España (y de los cazadores de elefantes), que esta vez fue de gira acompañado de la flor y nata de la armada multinacional española. De Antonio (o Antoni, depende del momento) Brufau, el de Repsol, el que está pleiteando contra la razonable decisión del gobierno argentino; de Emilio Botín, nada menos que del defraudador Botín, el evasor de impuestos del Banco de Santander; de César Alierta, el de la Telefónica de los despidos de trabajadores y de los grandes beneficios, y de José Ignacio Sánchez Galán, el de la nuclear Iberdrola.
Produce desazón ciertamente. Se dirá que las relaciones internacionales tienen negras y negrísimas pero cuesta ver a una admirable luchadora que se jugaba la vida por las libertades y la justicia en su país (y en el mundo) al lado de ciertos individuos que vivían muy cómodamente en las entrañas de otra dictadura militar, felices y contentos, ubicados en cómodas posiciones mientras compatriotas suyos eran fusilados, y, desde luego, sin mover un dedo ni siquiera una falange, sacando beneficios más bien de aquel régimen de terror, mentiras, nacional-catolicismo y asesinatos.
Sea como fuere, en el citado encuentro, la primera autoridad del Estado hizo un discurso -no improvisado desde luego, nunca los ha hecho que yo recuerde- hablando de las bondades de España como marca y de nuestra solidez económica. Para morirse de risa y seguir hasta la incomodidad. Publicidad de tres al cuarto mientras el señor Botín cifraba en 40 mil millones de euros el importe necesario para sanear el sistema financiero español (veremos futuros incrementos, ya verán).
La primera autoridad del Estado, sin embargo, ha dicho algo más. Lo siguiente: “El Gobierno está también acometiendo reformas de gran calado que no tardarán en dar fruto”. ¿Qué gobierno, el del PP? ¿Reformas de gran calado? ¿La contrarreforma laboral por ejemplo? ¿Los ataques permanentes a la educación y a la sanidad públicas y a otras partidas sociales del demediado Estado de bienestar español? ¿Qué frutos van a dar estas reformas antiobreras y antipopulares? ¿Esas posiciones políticas de derecha extrema coinciden con las posiciones defendidas por la máxima autoridad del régimen español? ¿Medidas que arrojan trabajadores a la calle y son motivo de fuerte y creciente inseguridad laboral deben ser motivo de satisfacción?
Por lo demás, ¿cabe en la constitución demediada de 1978 que la primera autoridad del régimen monárquico español, el Jefe del Reino de España, muestra tan a las claras sus preferencias políticas de derecha extrema neoliberal y autoritaria?
Por cierto, y sirva el ejemplo para mostrar netas diferencias, Dilma Roussef parece que no se mordió la lengua y denunció el trato inadmisible que muchos de sus nacionales reciben de la policía española. El régimen español, no su ciudadanía, también es así.
Nota:
[1] Miguel González, “El Rey: España tiene solidez…”. El País, 5 de junio de 2012, p. 12.
Salvador López Arnal
Salvador López Arnal es colaborador de rebelión y El Viejo Topo y discípulo de Francisco Fernández Buey, es coautor, junto a Eduard Rodríguez Farré, de Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente. Los libros de El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2008.
* Profesor-tutor de Matemáticas en la UNED y enseñante de informática de ciclos formativos en el IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Colabora normalmente en la revista "El Viejo Topo" y es coguionista y coeditor, junto con Joan Benach y Xavier Juncosa, de "Integral Sacristán" (El Viejo Topo, Barcelona, en prensa).
Salvador López Arnal es autor de Entre clásicos (La Oveja Roja, Madrid, en prensa).
Canarias Insurgente ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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