Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- Ya saben aquello de “iban dos tipos por la calle: uno era poeta, y el otro tampoco tenía dinero”. Pues anda por ahí un poeta viejo –o viejo poeta– reclamando dinero público porque su situación económica es muy penosa y tiene que vivir de la pensión de su mujer. ¡Quién lo ha visto y quién lo ve! Habrá que recordarle que hay muchísimos otros escritores (y músicos, y pintores, etc., etc.) que están igual o peor. Tal que millones de otras personas que tienen tanto derecho a comer y a vivir como un poeta, por mucho “Premio Canarias” que le otorgaran las autoridades del régimen. No se trata de ver cómo nos lo montamos cada uno en plan “sálvese el que pueda”, sino de luchar solidariamente por lo de todos, incluidos los mortales que no son escritores. Vamos, me parece a mí.
Para rematar la faena, otro poeta, también agraciado con el “Premio Canarias” (amén de otras dádivas y subvenciones), tras haber vivido como un marqués toda su vida, pide ahora descaradamente que se le patrocine para escribir su “magna epopeya” (que promete superará a La Ilíada y La Odisea, nada menos), que la cosa está malita con lo de la crisis. Que se le “patrocine” quiere decir que se le pague su tren de vida con dinero público, para que no tenga que ponerse a buscar trabajo como la plebe. Debe ser que unos han sido paridos y los demás hemos sido cagados.
Siempre he hablado y he escrito bien de los escritores canarios. A ninguno he criticado su obra, sino todo lo contrario (aunque siempre hay quién, a pesar de haberlo alabado, se molesta por los elogios a otros). Sé lo difícil qué es escribir, el esfuerzo que cuesta. Pero seamos sinceros, compañeras y compañeros: ni punto de comparación con subirse a un andamio, servir copas, limpiar habitaciones y otras cosas por el estilo. Y sinceramente, ¿podría criticar a los poderosos quién come y bebe (buen whisky) de sus migajas? ¿O vamos a escribir de nuevo las hazañas de los reyes?
“¡O todos o ninguno!”, escribía Bertolt Brecht. Yo apuesto mi futuro con el de todos los asalariados. Con mi trabajo me gano el pan que como, y escribo como puedo y cuando puedo: a ráfagas en los huecos del tajo o a cabezazos en las madrugadas insomnes. Exijo el derecho de todas y todos a tener un trabajo y un salario para poder vivir dignamente, y no sólo los “artistas”. No me arrastro para que me traten de otra manera que la que se de a mis hermanas y hermanos. La mía, qué le vamos a hacer, no es una poesía mendicante. Ni lo será aunque no me premien, ni me impriman, ni me publiquen.
Porque hay algo peor que ser un vendido, y es tener que suplicar que alguien te compre.
Teodoro Santana
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