José López Sánchez * / Artículo de opinión.- Algunas sugerencias para que el movimiento 15-M crezca y se consolide.
Las movilizaciones ciudadanas en el primer aniversario del movimiento 15-M han demostrado que dicho movimiento sigue vivo (mal que les pese a sus enemigos, que ya lo daban por muerto), pero también que ha perdido fuerza, como mínimo, que no ha crecido (mal que les pese a quienes lo apoyamos activamente). Al menos esa ha sido mi percepción personal al vivir estas pasadas jornadas. En general, salvo las manifestaciones del 12M, no ha acudido mucha gente a los actos convocados. Para quienes hemos apoyado a este necesario movimiento desde el principio, para quienes hemos participado en él, no puede pasarnos desapercibidos ciertos preocupantes síntomas de agotamiento, como mínimo, de estancamiento.
Tras un otoño e invierno menos “calientes” de lo esperado, la primavera no está siendo todo lo “cálida” que debiera. Según algunas encuestas (las cuales siempre hay que tomar con mucha prudencia), el 15-M sigue siendo apoyado por una mayoría de la población, si bien no tan amplia como hace un año. Parece haber perdido apoyos, en vez de haberlos ganado. En cualquier caso, lo que está claro es que todavía faltan muchos ciudadanos en nuestras protestas callejeras. Quienes deseamos transformar la realidad no podemos darle la espalda. Es muy emotivo y es importante agitar los pañuelos blancos desafiando a las autoridades. Son victorias simbólicas que levantan la moral. Pero ya no basta con esto, como los hechos nos están demostrando. Si un año después tenemos muchos más motivos para la indignación, debemos preguntarnos por qué, sin embargo, no hay muchos más indignados en las calles, de manera mucho más permanente. El simple hecho de tener que demostrar ante la opinión pública que el movimiento de indignación ciudadana sigue vivo ya muestra que su vitalidad estaba en entredicho. Obviamente, como era de esperar, el sistema nos lo pone muy difícil. Sin embargo, algo debemos estar haciendo mal los indignados para que un año después tengamos que estar demostrando que seguimos vivos, para que nuestra vitalidad haya disminuido, o por lo menos, no haya aumentado notablemente, como así debía haber sido.
Este ciudadano corriente, este humilde indignado, una vez más, pretende contribuir a que el movimiento 15-M siga mucho más vivo. Si no crecemos morimos. Y no estamos creciendo. Como mínimo, no lo suficiente. No debemos conformarnos con lo logrado hasta ahora. Debemos aspirar a que la indignación ciudadana sea mucho más masiva. Sin la participación de la inmensa mayoría de la ciudadanía no será posible la revolución. Necesitamos ser muchos más indignados, y ser mucho más activos, para lo cual debemos organizarnos más y mejor.
He aquí algunas sugerencias prácticas concretas, por supuesto discutibles, por supuesto no exentas de dificultades (soy muy consciente de ellas) para revitalizar el movimiento 15-M, para que dé ese imprescindible salto hacia la revolución:
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Necesitamos cierto liderazgo. Pero un liderazgo diferente al habitual. Quienes formen parte de dicho liderazgo deben ser elegidos por las bases, deben ser revocables en todo momento, deben trabajar sin cobrar nada por ello (en todo caso sólo se deben cubrir ciertos costes básicos), y deben rendir siempre cuentas ante los ciudadanos. Deben ser prácticamente meros portavoces y coordinadores de las decisiones tomadas en las asambleas populares. Necesitamos liderazgos rotatorios y plenamente democráticos. Mínimos, pero no nulos, no inexistentes, no invisibles. Debemos intentar que el gran esfuerzo de la lucha sea distribuido todo lo posible, evitar que recaiga en pocas personas que, tarde o pronto, se cansarán. Debemos evitar los peligrosos excesivos protagonismos personales. Pero necesitamos también que alguien dé la cara por el movimiento ante la ciudadanía, necesitamos también mucha más coordinación, la cual deberá ser implementada inevitablemente por ciertas personas concretas, la cual ya está siendo llevada a cabo por ciertas personas, pero todavía de manera deficiente. Falta, en suma, más organización. Las distintas asambleas de las distintas ciudades deberían elegir, cuanto antes, portavoces, los cuales deberían formar un órgano de coordinación general del movimiento a nivel estatal. Este paso es crucial para este movimiento, como para cualquier movimiento popular.
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Una vez conformada cierta estructura organizativa del movimiento 15-M (lo cual no significa necesariamente formar una asociación o partido político, a mi entender, basta con seguir usando el asamblearismo en las plazas, aunque tampoco puede descartarse taxativamente el formar una organización más formal, pero siempre que se haga con la participación democrática de todos los indignados, éste es un tema abierto que ya va siendo hora de tratar seriamente), se debería fijar un programa general de acciones, una hoja de ruta con hitos a corto, medio y largo plazo. En dicho programa se deberían establecer los objetivos y las estrategias generales (las cuales deben seguir siendo, en mi modesta opinión, el pacifismo, el apartidismo, que no el apoliticismo, el horizontalismo, el cual no es incompatible con liderazgos mínimos y democráticos, y el asamblearismo). Dicho programa debería ser ratificado en las asambleas, si es posible por unanimidad, y si no por mayoría. No podemos quedarnos bloqueados por culpa de las minorías, incluso por la oposición de una sola persona. El consenso es deseable pero tampoco debe obsesionarnos, pues si no corremos el riesgo de no sacar nada adelante, además de no ser democrático que ciertas minorías obstaculicen la toma de decisiones. Debemos intentar mayorías amplias, lo más amplias posibles, pero también debemos evitar el boicot de minorías que sólo desean que no avancemos. Si se establecen objetivos asumibles por la mayor parte de los indignados (el gran objetivo debería ser la regeneración democrática, sin la cual ninguna de las interesantes ideas debatidas en las calles tiene ninguna posibilidad de llegar al gran público y de llevarse a la práctica) yo creo que no costaría mucho lograr amplias mayorías de apoyo al programa básico del 15-M.
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Las distintas reivindicaciones del 15-M tendrían que converger en una gran reivindicación que las englobe a todas: la democracia real. El movimiento debe intensificar la propaganda sobre sus objetivos generales (en Internet, en las calles, acudiendo a todos los medios de comunicación, para lo cual se necesitan portavoces, además de promocionando medios propios de contra-información coordinados a nivel estatal, además de promocionar la prensa alternativa,…). La opinión pública debe percibir que el 15-M tiene grandes objetivos bien claros, que no sólo denuncia al actual sistema, sino que propone alternativas concretas y realistas. Pero, insisto, centrándose en un concepto general que englobe a todos los demás: la sociedad necesita desarrollar notablemente la democracia. La ciudadanía debe comprender que sin democracia no será posible salir dignamente de la crisis, ni una sociedad mejor. Uno de los lemas más coreados del 15-M debe cobrar mucho más protagonismo ante la opinión pública: “lo llaman democracia y no lo es”. Es un mensaje contundente, breve y muy revolucionario pero que puede ser aceptado por la ciudadanía pues no aparecen palabras demonizadas por el actual sistema. Es alrededor de esta idea central que debe intensificarse la labor de propaganda del 15-M, idea que habrá que explicar suficientemente. Hay que hacer una continua (pero humilde) labor de pedagogía para que la gente comprenda la relación existente entre su calidad de vida y la calidad del sistema político-económico en el que vive. El ciudadano de a pie tiene que percibir la relación existente entre la democracia y las condiciones laborales, la sanidad, la educación, el acceso a la vivienda,… El gran objetivo político a corto/medio plazo del 15-M debería ser un proceso constituyente, siguiendo el ejemplo de Islandia. Ya existe una iniciativa de tal tipo, pero debe ser conocida masivamente, debe protagonizar la agenda de los indignados.
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El órgano de coordinación del 15-M (siempre con la ratificación mayoritaria por parte de las asambleas de base) debería iniciar una toma de contactos con diversas organizaciones políticas, sindicales y sociales, para lograr la necesaria convergencia de las distintas luchas parciales. El movimiento 15-M debe apoyar públicamente toda movilización contra el neoliberalismo, sin importar quien la organice, de manera todavía más contundente, sin dividir, sin caer en sectarismos, sin competir por protagonizar las luchas con otras organizaciones. Sumándose a dichas movilizaciones, en vez de convocar otras con los mismos objetivos con tal de marcar distancias respecto de ciertas organizaciones (lo cual no es incompatible con criticarlas). Asimismo, hay que lograr que otras organizaciones, especialmente los grandes sindicatos, que hasta ahora no se han pronunciado mucho acerca del fenómeno 15-M, lo apoyen públicamente. Debemos superar las reticencias mutuas entre distintas organizaciones, entre distintos movimientos que cuestionan el sistema actual, por lo menos el derrotero que está tomando, debemos superar los corporativismos, las luchas sectoriales. Para lo cual es imperativo una toma de contacto generalizada entre las distintas organizaciones que defienden distintos intereses de los ciudadanos. El 15-M debe tomar la iniciativa e incitar a una lucha global. Los ciudadanos debemos todos luchar por la misma causa, la cual engloba a las restantes, a las que más directamente nos afectan: la democracia auténtica. El mantenerse como movimiento no constituido en partido político o asociación (como así creo yo que debe mantenerse el 15-M, pero esto necesita ser discutido en un amplio debate en el movimiento), no es incompatible con la toma de contactos con otras organizaciones para coordinar las luchas, para aprender de ellas y a su vez enseñarlas también.
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El 15-M debería convocar ruedas de prensa para explicar sus objetivos, para incitar a los partidos y sindicatos (a todos) a hablar con ellos, para incitar también a la ciudadanía a participar más activamente en el movimiento, cuya causa esencial, la democracia real, un mejor sistema, atañe al 99% de la población. Evidentemente, no todos los partidos políticos estarán igualmente receptivos ante las demandas de los indignados. Nosotros sabemos, desde la izquierda, que la derecha oficial y la no oficial se oponen a la verdadera democracia. Sin embargo, el hecho de decir abiertamente que el 15-M quiere hablar con todos los partidos es una manera de ganarnos a la ciudadanía, de mostrar que dicho movimiento no se encierra en sí mismo, que busca seriamente soluciones, que no desprecia a los todavía millones de ciudadanos que apoyan en las urnas a dichos partidos. ¡Que se atrevan en público dichos partidos a decir que ellos no coinciden con el 15-M en su principal demanda, más y mejor democracia, un sistema más justo, más libre! Yo creo que, por lo menos, debemos poner en evidencia a las élites ante la opinión pública. Si centramos nuestro mensaje en la democracia real, en el desarrollo democrático, forzamos a dichas élites, como mínimo, a ponerse en evidencia ante la ciudadanía, a mojarse. Si ellas dicen que están en contra de desarrollar la democracia se harán un suicidio político público. Si dicen que la democracia no puede desarrollarse, se les podrá rebatir muy fácilmente. Y si dicen que están a favor de mejorar la democracia pero no lo hacen entonces también se pondrán en evidencia. De esta manera, muchos ciudadanos podrán, tal vez, por fin, abrir los ojos, darse cuenta de que, como mínimo, deben dejar de votar a los partidos que no hacen nada por mejorar esta democracia que no es perfecta, que dista todavía mucho de la perfección. Si nos dicen que es el menos malo de los sistemas, que nos expliquen por qué no hacen nada por perfeccionarlo, más bien al contrario, que nos expliquen por qué no puede mejorarse, por qué no pueden hacerse más referendos, por qué no pueden ser éstos siempre vinculantes, por qué no es posible una ley electoral donde todos los votos valgan igual, por qué no es posible separar de verdad los poderes, por qué no es posible la revocabilidad, la elegibilidad de todos los cargos públicos, por qué no es posible el mandato imperativo, que los programas electorales sean de obligado cumplimiento, etc., etc., etc.
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El movimiento 15-M debe acudir a los debates de los medios de comunicación más vistos para explicarse, para agitar conciencias, para generalizar el debate que existe en algunas plazas, en algunos ambientes todavía demasiado marginales. Dicho movimiento ha logrado una repercusión mediática (a pesar de la censura y la desinformación) que ya quisieran para sí otros movimientos antisistémicos. ¡Aprovechémosla! No es suficiente con concienciar a los que ya lo estamos, con juntarnos casi siempre los mismos, debemos llegar al conjunto de la ciudadanía. Y para ello debemos, además de promocionar medios alternativos ante las masas en las movilizaciones callejeras, acudir a los medios que llegan al conjunto de la ciudadanía. Por lo menos debemos intentarlo. No nos lo pondrán fácil, pero ahora mismo los medios convencionales lo tienen muy fácil para evitar que nuestras ideas lleguen al gran público: basta con decir que nadie quiere hablar en nombre de los indignados, que éstos se niegan a acudir a ellos. ¡No les demos excusas demasiado fáciles para la censura! Pongamos en evidencia también a los grandes medios. Forcémoslos a dar voz a los indignados. Yo creo que ésta es la única forma de que nuestro movimiento se haga mucho más masivo. Si alguien conoce alguna otra, que la diga, por favor. Lo más importante es que el movimiento 15-M demuestre ante la opinión pública que va en serio, que no se limita a parar desahucios, que tiene claras sus ideas, que aun siendo un movimiento heterogéneo, plural y apartidista, abierto a toda la ciudadanía, tiene una razón de ser esencial que une a todos los que forman parte de él: el actual sistema no funciona y puede mejorarse notablemente. Aunque se propongan soluciones que son claramente de izquierdas en lo social, si reivindicamos la democracia real, mucha gente que (a mi modo de ver, equivocadamente) vota a los grandes partidos de la derecha, se apuntará a dicha causa, pues es también su causa. La izquierda real tendrá alguna posibilidad de gobernar en una democracia real donde las ideas, todas, puedan llegar a la ciudadanía en igualdad de condiciones. La democracia real es la causa de la izquierda real, pero mucha gente se deja engañar todavía por los demagogos que buscan a toda costa evitar una democracia auténtica, sabedores de que ellos tienen muy pocas posibilidades en tal democracia. El enemigo número uno de la democracia es la oligarquía, ella sólo puede sobrevivir en una oligocracia disfrazada de democracia, como es lo que tenemos en la actualidad. Esta verdad debe ser descubierta todavía por millones de ciudadanos. El 15-M ha empezado a ayudarles a hacerlo, pero debe proseguir, debe dar un gran paso adelante para despertar muchas más conciencias. No podemos conformarnos con lo logrado hasta el momento, que no es nada despreciable teniendo en cuenta el contexto actual, pero que es también claramente insuficiente.
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Se necesita establecer un plan de movilizaciones más eficaz. En particular, me parece un error separar demasiado en el tiempo las grandes manifestaciones, pues así la gente se enfría. Como también sería un error el hacerlas de manera demasiado continua en el tiempo, pues la gente se cansaría y podrían convertirse en pura rutina, en un carnaval. Asimismo, me parece un error hacer demasiadas manifestaciones sobre temas distintos (aunque relacionados). Las luchas deben converger. Los profesores, los estudiantes, los profesionales de la sanidad, los funcionarios, los trabajadores, los desempleados, los jubilados,…, deben todos unirse y manifestarse sobre todo (pero no exclusivamente) por la democracia real, sin la cual no habrá educación ni sanidad públicas decentes, sin la cual los trabajadores estamos condenados a distintas formas de esclavismo, sin la cual no podrá erradicarse el paro, la explotación, las grandes desigualdades sociales,… Hay que aglutinar fuerzas, en vez de dispersarlas. Lo razonable sería establecer un calendario de movilizaciones masivas recurrentes, como, por ejemplo, una cada mes (si bien este periodo, tal vez, convendría ir cambiándolo cada cierto tiempo para no caer en la rutina). Lo cual no excluye otras manifestaciones surgidas al calor de los acontecimientos. Tampoco debe olvidarse la importancia de las huelgas generales recurrentes, si bien también podrían plantearse otras formas de huelgas, como las de consumo, para complementar a las tradicionales. Muchos trabajadores tienen miedo de hacer este tipo de huelgas “clásicas”. No consumir es mucho menos arriesgado que no acudir al puesto de trabajo. Debemos diversificar las formas de presionar al sistema, sin depender de ninguna de ellas. La lucha debe hacerse en todos los frentes y de múltiples maneras, readaptando las estrategias y las tácticas a emplear en función de las circunstancias y de los resultados prácticos. Debemos llegar a cierto equilibrio para hacer la presión más persistente, pero sin cansarnos, sin caer en una rutina inofensiva para el sistema. Necesitamos unidad en el fondo pero diversidad en las formas.
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Pero, además de manifestarnos con más regularidad, necesitamos manifestarnos mejor. No es de recibo que no haya ninguna lectura de manifiestos en las manifestaciones, no es bueno para nuestra causa que no haya arengas, no basta con tocar los tambores, no basta pasar las horas (a veces demasiadas) juntos y en ciertos momentos agitar las manos o los pañuelos blancos. La gente que acude a las manifestaciones debería estar más activa y reivindicativa. Los portavoces del 15-M deberían encender a las masas, deberían aprovechar dichas ocasiones para promocionar otras ideas, otros medios de información (propios y ajenos), etc. Deberíamos hacer más ruido, además de transmitir mensajes breves, claros y contundentes a la ciudadanía. Pero siempre usando un lenguaje adecuado, que no espante a ciertos ciudadanos. Debemos ser radicales en el fondo pero moderados en las formas. Si reivindicamos la democracia real, una libertad acompañada de igualdad, un sistema nuevo más justo, el reparto de la riqueza generada por la sociedad, somos radicales en el mensaje pero sin usar palabras malsonantes para gran parte de nuestros conciudadanos, los cuales muchos de ellos siguen presos de muchos prejuicios. Deberían promocionarse, por ejemplo, también caceroladas masivas simultáneas en todo el Estado. Como ya dije en su día, el movimiento debería proveerse de ciertos símbolos, como las banderas. Ya sea la bandera tricolor republicana (que a mí es la que más me gustaría emplear) o cualquier otra si la anterior despierta ciertos recelos entre algunos ciudadanos, como, por ejemplo, la blanca, la bandera de la paz, que no de la rendición. Nosotros buscamos la paz social, la cual no podrá existir sin justicia social, la cual sólo llegará mediante la lucha popular masiva y pacífica. Debemos reclutar a la mayoría de nuestros conciudadanos, para lo cual debemos tener en cuenta los prejuicios existentes en muchos de ellos, los cuales ya iremos combatiendo con el tiempo. Pero primero debemos lograr que muchos ciudadanos presos de prejuicios se acerquen a nosotros, nos escuchen. ¿Por qué no elegir, democráticamente, en las asambleas populares de todo el Estado, coordinadamente, una bandera única para el 15-M? Una bandera que ayude a integrar a todos los colectivos indignados, que ayude a superar prejuicios y sectarismos. Los símbolos unitarios dan fuerza a los movimientos populares. Son necesarios pero insuficientes. Ayudan. Y cualquier ayuda a nuestra causa es bienvenida pues nos enfrentamos a enemigos muy poderosos, pues cambiar el mundo es una labor titánica. Por otra parte, es imprescindible proveernos de los medios técnicos necesarios para que la gente que acude a nuestras manifestaciones o asambleas pueda oírnos. ¡Después de un año seguimos sin tener altavoces decentes en algunas asambleas! Si hace falta, que se pida una contribución económica en dichas asambleas para comprarlos (con 1 o 2 euros por persona yo creo que bastaría).
En suma, es importante y necesaria la labor del día a día del movimiento 15-M, pero éste debe hacerse más visible ante la ciudadanía, de manera más recurrente e intensa. La revolución no es posible si no se hace visible ante la ciudadanía, ésta no se sumará a ella si no la ve. Las luchas a pequeña escala, en los barrios, frente a los desahucios, frente a los brotes racistas, frente a las injusticias diarias de un sistema alienante y cada vez más dictatorial como el que tenemos actualmente, deben complementarse con una lucha a mucha mayor escala, en particular, sobre todo política. Sin la revolución política no será posible la revolución económica y social. Si deseamos transformar en profundidad el sistema económico (el objetivo esencial de toda revolución popular), debemos primero proveernos de la infraestructura política necesaria. No podemos transformar el modo de producción si primero no lo gestionamos democráticamente. Gestionar es hacer política. No podemos hacer el viaje hacia una sociedad mejor si no nos dotamos del vehículo necesario. Dicho vehículo no puede ser otro que la democracia llevada hasta las últimas consecuencias.
Éstas son tan sólo unas pocas ideas básicas para que el movimiento 15-M despegue decisivamente y se convierta en una verdadera amenaza para el actual sistema. Se admiten sugerencias. Se necesitan críticas constructivas. La autocrítica es imprescindible. Debemos aportar ideas pero también escuchar. Sólo así podremos superar nuestros errores, nuestras carencias. Yo creo que lo más importante es no perder de vista que sin organización no es posible la revolución y que la indignación sirve de bien poco si no se transforma en revolución. Yo creo que el 15-M debería debatir prioritariamente, urgentemente, sobre la manera de superar sus problemas, sobre cómo revitalizarse. Se podrían convocar asambleas populares para que sean los propios ciudadanos quienes participen directamente en este imprescindible debate, del cual depende el ser o no ser del movimiento de indignación ciudadana, su futuro.
Si no crecemos, tarde o pronto, moriremos. Y no estamos creciendo, por lo menos, no lo suficiente. Tal vez estemos ya empezando a morir lentamente. ¡Ojalá yo esté equivocado! Pero no podemos hacer la vista gorda ante ciertos síntomas evidentes que estamos empezando a padecer. Como tampoco podemos esperar que la revolución surja o prospere por sí sola. Todas las experiencias históricas pasadas desmienten esta idea. La historia no está escrita de antemano. Debemos escribirla los de abajo, no debemos permitir que la escriban las élites que nos gobiernan. Y no podremos escribirla sin una organización suficiente que canalice eficazmente la energía espontánea de la gente indignada. La gente que se indigna debe percibir también que las movilizaciones pueden servir para algo, para resolver los problemas y no sólo para denunciarlos. Esto se logrará cuando el 15-M tenga un claro programa político básico, cuando la idea de la imprescindible regeneración democrática cale en la opinión pública. La mayoría de ciudadanos debe tener claro que el problema esencial es sistémico, es de fondo. El problema no es sólo tal o cual gobierno sino el propio sistema. El ciudadano de a pie debe concienciarse de que es posible y necesario mejorar notablemente nuestro actual sistema, de que es incluso posible y necesario superarlo. Además de indignados debemos estar organizados. Y un año después de que saltara la chispa no lo estamos aún suficientemente. Ya va siendo hora de que lo estemos. Es difícil, muy difícil, pero imprescindible, ineludible. O nos organizamos bien o corremos el serio riesgo de ser nosotros mismos nuestros peores e involuntarios enemigos. De nosotros depende.
16 de mayo de 2012
► Descargar: Los retos del 15-M [PDF-122KB]
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(*) José López es autor de los libros "Rumbo a la democracia", "Las falacias del capitalismo", "La causa republicana" y "Manual de resistencia anticapitalista". Publicados y destacados todos ellos en diversos medios de la prensa alternativa de Internet.
Blog oficial: http://joselopezsanchez.wordpress.com/
José López es un ciudadano normal, que trabaja y que tiene las mismas preocupaciones y problemas que la mayoría de sus conciudadanos. Empezó a escribir tras observar el famoso incidente del Rey de España en la cumbre iberoamericana de Chile de 2007, tras observar el tratamiento “informativo” del mismo. Harto ya de permanecer impasible, de tragar, de no ver, no pudo evitar abrir los ojos, no pudo evitar “despertar” del largo letargo en el que permanecía sumido. Empezó a escribir como simple ejercicio de poner por escrito lo que estaba viviendo, como si fuera un diario personal de un ciudadano, que por fin “despierta” y quiere dejar constancia por escrito de dicho “despertar”, de lo que observa, de lo que vive. El objetivo inicial era simplemente escribir lo que veía para no olvidarlo, para ordenar sus ideas, para compartir con sus allegados sus impresiones. Pero todo cambió cuando, animado por su esposa, decidió dar el siguiente paso: intentar publicar en la prensa alternativa alguno de sus artículos. No lo intentó en la prensa oficial porque tenía la certeza de que no lo iban a publicar. Cuál fue su sorpresa cuando el primer artículo que envió (aunque no fue el primero que escribió), titulado Los desafíos de la izquierda en el siglo XXI, fue publicado en todas las webs donde decidió enviarlo por correo electrónico. Y no sólo eso, sino que, según parece, por los comentarios que vio, por las opiniones que le expresaron diversos redactores, gustó bastante. Así pues se dio cuenta de que no se le daba del todo mal escribir (en este punto la crítica constructiva de su madre, lectora empedernida y escritora potencial dando sus primeros pasos, fue también decisiva) y de que no sirve de nada escribir si luego nadie le lee a uno (aparte de sus más inmediatos allegados). Se dio cuenta del poder de Internet, de la posibilidad de que un simple ciudadano medio pudiera emitir sus ideas (como si fuera un “mensaje en la botella”) para que otros ciudadanos pudieran leerlas, pudieran opinar sobre ellas, pudieran rebatirlas o criticarlas... José López es autor de los libros "Rumbo a la democracia", "Las falacias del capitalismo" y "La causa republicana". Publicados y destacados todos ellos en diversos medios de la prensa alternativa de Internet. [+ información]
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