Francisco Javier González / Artículo de opinión.- El error España. Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena, llamado por unos “el XIII”, por los catalanes “en cametes” (el patitas) y por otros “el Africano” -para baldón de los que si lo somos- había nombrado como Jefe del Gobierno monárquico español de la etapa final de la Restauración –la primera, que con el nieto estamos viviendo la segunda como interregno entre Repúblicas– al General Berenguer.
Entre las múltiples críticas que por todo el Estado se alzaban contra la Dictablanda de Berenguer ha pasado a la fraseología política más o menos popular el artículo de Ortega y Gasset “Delenda est Monarchia” en “El Sol” del 15 de noviembre de 1930 con un subtitulado “El error Berenguer”, indicando la idea de Ortega de que el General Berenguer era el error (“el señor Berenguer no es el sujeto del error, sino el objeto”). Yo no solo he copiado el título de Ortega. También la idea que contiene el subtítulo. No se trata de un error que cometa ese ente llamado España, no es el sujeto. Se trata de que España como nación y como estado es el error.
Como nación no es siquiera algo más que una entelequia. Es un intento fallido de agrupar en una sola a entidades nacionales diferenciadas a las que, en ese intento vacuo de unificación, se les niega su propio lugar en la historia y su evolución como sujetos políticos de pleno derecho. Del intento inicial que nace con las Cortes gaditanas y la Constitución de 1812 que trata de abarcar a “los españoles de ambos hemisferios” han ido desgajándose –siempre traumáticamente– las colonias americanas, las asiáticas y, por último, las africanas salvo los reductos relictos de Canarias y las llamadas “plazas de soberanía”, quedando además sujetas al poder central las naciones periféricas de la Península Ibérica. Es por tanto un conjunto de naciones sin concretarse en estados y de colonias sin soberanía.
Como estado que responde a esa realidad plurinacional es un fracaso que, en los últimos tiempos, se ha intentado resolver de varias maneras. Franco y su dictadura fascista lo intentaron con el “Una, Grande y Libre” que nunca pasó de un simple lema que, eso sí, costó mucha sangre y dolor en los largos años de plomo. Con la 2ª Restauración borbónica, nacida del legado franquista, se intenta una construcción artificial y artificiosa como “Estado de las Autonomías”, en un intento de suprimir el problema de las realidades nacionales preexistentes creando otras artificiales con el lema de “café para todos”, obviando cualquier posible solución federal o confederal propuesta por algunas izquierdas, aunque no fuera aplicable por definición a los casos coloniales sin la previa independencia. Con ese problema enquistado y apenas soterrado, da un salto en el vacío y, en una típica huida hacia adelante, pasa a integrarse en otra realidad plurinacional, la Unión Europea que, en la práctica, no ha logrado superar la etapa inicial de libre circulación de personas y capitales que cuajó desde que era el Mercado Común Europeo, que ha puesto el poder efectivo en manos de ese ente -incorpóreo pero muy real y agresivo- que llamamos “los mercados”, eliminando el papel de los Bancos Centrales de los estados componentes y poniendo en circulación una moneda única para Estados con economías y políticas económicas –aunque hoy atadas de pies y manos– no solo diferentes sino, muchas veces, contrapuestas y que está en un tris de convertirse en trampa mortal para las economías y los pueblos más afectados por la actual crisis de origen y características financieras más que de producción.
La encarnación de un estado como el español la tienen el Jefe del Estado, el Gobierno electo y las Cortes supuestamente soberanas. En este caso las Cortes, dada la mayoría absoluta del partido en el gobierno, no pasan de ser un mero figurante, así que esa entelequia nominada como España se ve representada en un Jefe de Estado, heredero político del general Franco, sin responsabilidad jurídica, cazador de elefantes despistados, osos borrachos, euros y señoritas de buen ver y un Gobierno mendaz y artero, encabezado por un Presidente practicante cotidiano del hispano dicho de “donde dije digo, digo Diego”, el que se llevó al huerto a millones de incautos que se creyeron las patrañas de que nos iba a traer la felicidad, que con él y la confianza que generaba no habría problemas de primas de riesgo y que los cacareados “mercados” le pondrían alfombra roja como salvador económico de los desaguisados cometidos por su antecesor, que sería valiente y siempre diría la verdad, que no tocaría para nada la educación ni la sanidad, que no se abarataría el empleo, que toda la administración sería transparente, que no habría banco malo, que no subiría el IVA ni la energía, que no improvisaría... El Pino Gordo de Vilaflor de Chasna o las sequoias gringas no darían madera suficiente para la nariz de tal Pinocho.
Es grave la irresponsabilidad del Gobierno y su Presidente, que sigue con la matraquilla de que los responsables del desaguisado –aparte de Zapatero por el que tiene una morbosa fijación– son los mercados financieros, la recesión, los sinvergüenzas que pidieron hipotecas, la burbuja inmobiliaria, la deuda nacional y las autonomías de alegre gasto, pero más grave aún es la irresponsabilidad de la ciudadanía que comulga con esas mentiras y no exige siquiera el conocimiento de la realidad. ¿Cómo puede hablarse de la responsabilidad de las CC.AA sin especificar que han sido justo las que ellos gobiernan (Castilla-León, Madrid y la Valenciana) las que falsificaron cifras, ocultaron facturas y obligaron a revisar la cifra del déficit de 2011? ¿Cómo se puede hablar de “transparencia” y negarse al mismo tiempo a una comisión de investigación sobre el saqueo de Bankia que pasa en poco más de una semana de declarar unos beneficios de 300 millones de € a unos pérdidas de 3.000 millones? ¿Cómo puede el Sr. Rajoy y sus adláteres peperos impedir sin caérseles la careta que Rodrigo Rato y Fernández Ordóñez comparezcan en “sus” Cortes a explicar ese saqueo y señalar sus responsables? ¿Cómo puede el Presidente del Gobierno –que preside a su vez la Comisión Delegada de Asuntos Económicos– declarar que no habría dinero público para sanear ningún banco en dificultades ni se iba a crear ningún “banco malo” para qué, a los pocos días, su Ministro de Economía y expresidente de Lehman Brother en España, Sr. De Guindos, nos dijera lo contrario, pero que este gobierno nunca superaría los 15.000 millones que para ese menester había dispuesto el gobierno psocialista dando para ello la cifra tope de 9.000 millones y, casi acto seguido sea el nuevo presidente de Bankia el que nos suelta la bomba de que se trata en realidad de 24.000 millones –casi CUATRO BILLONES de las extintas pesetas– los que se dan a Bankia y, además, no como préstamo sino a fondo perdido para asumir sus activos tóxicos y sin que, a día de hoy, sepamos cómo va el gobierno a realizar esa operación ni de dónde sacará el dinero? ¿Nos damos cuenta que eso significa casi 500 € por cabeza de súbditos estatales, bebés y parados incluidos y que resulta ser casi la mitad de toda la emisión de deuda pública del estado en 2011 (53.603 millones de €) y dos veces y media mayor que lo que se ha detraído en Enseñanza y Sanidad? ¿Dónde está el cacareado valor del Presidente que ni él ni ninguno de sus ministros han dado la cara en este asunto dejándole el paquete al Sr. Goirigolzarri? ¿Y dónde escondió ese valor y esa rectitud moral para conceder una amnistía fiscal a los defraudadores mientras recorta plantillas, sueldos y ayudas de toda clase? ¿Nos damos cuenta de que, según las previsiones del Instituto de Finanzas Internacionales de que esto es solo la punta del iceberg y que el gobierno español para sanear las entidades financieras españolas y cubrir sus pérdidas potenciales necesitará unos 260.000 millones y otros 60.000 más para capital de las mismas? ¿Se hará con todo ello un Banco Nacional Tóxico que se saneará para regalárselo luego a los suyos como es costumbre en la derecha carpetovetónica? ¿Entendemos que esos nuevos 340.000 millones significan las dos terceras partes de la actual deuda pública (580.506 millones)? Para qué seguir si en la mente, el alma y el bolsillo de todos está presente toda la larga lista de las calamidades actuales y en nuestros miedos están las que aún no nos han llegado y que vienen racionadas viernes tras viernes, pero la última y más pertinente pregunta no es siquiera cuando la situación griega nos parecerá un paraíso o cuánto tardaremos en salir del euro, sino ¿estamos dispuestos a soportar todo eso sin plantarle cara y rebelarnos?
Ya que comencé copiando el título a Ortega quiero terminar con el más correcto que este plagió de Catón el Viejo con el que terminaba todos sus discursos durante las guerras con Cartago pero, terminadas siglos ha las Guerras Púnicas, lo aplico al Estado que me ocupa: Ceterum censeo Hispaniam esse delendam, o lo que es lo mismo “Opino que España debe ser destruida”. Al menos en destruir este modelo de España que con el resurgir del nacionalcatolicismo nos está tocando soportar podemos coincidir los desgraciados habitantes de la metrópoli y sus colonias.
Francisco Javier González
Canarias 29 de mayo de 2012
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