Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- La composición del accionariado de Repsol, según desvela la propia página web de la empresa (http://www.repsol.com/es_es/corporacion/accionistas-e-inversores/inf_general_acerca_de_la_sociedad/la_accion_y_el_capital_social/distribucion_accionarial/), es la de una multinacional con capital mayoritariamente no español. Un 42% pertenece a fondos de inversión extranjeros y un 9,49% es de la petrolera mexicana Pemex. Esto hace ya un 51,49%. Por otro lado nos informa Repsol que un 10,01% pertenece a Sacyr, un 12,83% a Caixabank, un 9,90% a fondos de inversión españoles y un 10,80% a “minoritarios España”. La suma de esto último supone el 43,54%. El 5% restante es lo que se llama “autocartera”.
Pero la cosa no es tan sencilla. Por ejemplo, Caixabank pertenece en un 30,01% al Grupo BPI portugués, en un 20,74% al grupo francés Boursorama (perteneciente a su vez al Grupo Societé Générale), en un 17% al Bank of East Asia de Hong Kong, en un 20% al grupo financiero mexicano Inbursa, y en un 9,77% al East Group Bank AG austriaco.
Decir que Repsol es una empresa española es, sencillamente, mentir. Pero aunque los accionistas de esta multinacional petrolera fueran todos españoles, eso no la convertiría en “española”. En primer lugar, porque el dinero de Repsol, lo que se llama el “activo circulante”, está mayoritariamente, como el de todos los grandes bancos y empresas hispanas, en paraísos fiscales. En segundo lugar, porque no es una empresa pública, propiedad del pueblo, y desde que se privatizó todos sus beneficios van a manos de accionistas particulares.
Sin embargo, el gobierno español, obcecado en su casposa política imperialista (aunque se trate de un imperialismo de segunda división), afirma con voz recia a bombo y platillo que la decisión del gobierno democrático de una nación soberana, renacionalizando el 51% de la que era la empresa pública argentina de petróleos (YPF), es “una decisión contra España y los españoles”. Presentando los intereses particulares de un grupo de capitalistas como los intereses generales del conjunto del país.
Ya antes de la nacionalización parcial de YPF, el gobierno español se dedicó a amenazar a la nación argentina con terribles “consecuencias”. Para cualquiera que no esté imbuido de la mentalidad imperialista española (en cuyos dominios no se ponía el sol), es evidente que tales bravuconadas sólo sirven para imposibilitar cualquier opción de marcha atrás que hubiera podido plantearse el gobierno argentino. Lo que faltaba: achantarse ante los mindundis de España, un país en quiebra y sin poder alguno. Y con la experiencia que hemos tenido con estos godos coloniales prepotentes.
Las nuevas represalias que el gobierno español lanza ahora son igual y absolutamente ridículas. A lo único que pueden contribuir es a que el gobierno argentino se vea impelido aún más a nacionalizar las filiales de Telefónica, Endesa, Banco de Santander y BBVA en la nación sudamericana.
Lo cierto es que Repsol no cumplió su parte del contrato por el que se quedaba con la mayor parte del accionariado de YPF. No sólo no invertía lo acordado, sino que desinvertía dejando en ruinas su filial argentina, mientras saqueaba el petróleo y los beneficios y, a la vez, dejando sin abastecimiento de combustible suficiente al país. De hecho, Repsol-YPF redujo un 35% su producción de crudo en los últimos años y más del 40% la de gas, lo que forzó al país a aumentar sus importaciones de hidrocarburos.
Hay que reconocer, sin embargo, que esa práctica no es específica de Repsol. Lo mismo hicieron con anterioridad Iberia y el Grupo Marsans con Aerolíneas Argentinas, llevándose el capital y dejando unos pocos aviones inservibles en los aeropuertos del país. Y lo mismo hacen todas las grandes corporaciones transnacionales en todo el mundo. Es la lógica del capitalismo imperialista: beneficio a toda costa, saqueo al máximo… y organizar golpes de Estado cuando surge un gobierno que procura que las riquezas nacionales sean públicas.
Remedando a los viejos conquistadores españoles, blandiendo la cruz de la fe capitalista y la espada flamígera contra los herejes que quieren “robarnos” su propio petróleo, la jauría mediática española se ha lanzado a insultar a Argentina, a los argentinos y a sus instituciones. Y todo para convencernos de que cuando los amos pierden algo los esclavos lo perdemos todo.
Por el contrario, el interés de la inmensa mayoría, que no somos ni seremos accionistas de Repsol, es tener un gobierno que, bien al contrario, nacionalice la banca, las empresas de electricidad y comunicaciones, etc. Algo podríamos aprender de Argentina.
Decía Marx que los asalariados no tenemos patria. Que incluso el paisaje de nuestro alrededor está en el Registro de la Propiedad a nombre de otros. Así que el “español, español, español, soy español” que nos venden los amos no debería afectarnos. Porque, traducido, sólo significa “esclavo, esclavo, esclavo, soy esclavo”.
Y una última consideración. Que se pueda nacionalizar tan fácilmente una gran empresa, deja bien claro que los accionistas no son necesarios para que esa empresa subsista. Que son los trabajadores los que la hacen producir. Y que llevarse bobilis bobilis los beneficios sin dar un palo al agua (o al petróleo) no es sino una forma de parasitismo que sólo produce miseria y sufrimiento para la inmensa mayoría de la humanidad.
Algo anacrónico, que hay que hacer desaparecer de la faz del planeta cuanto antes. Aunque las sanguijuelas sean españolas, españolas, españolas.
Señor, señor, qué cruz.
Teodoro Santana
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