Malvinas / La voz de Rusia.- En ocasiones, algunos acontecimientos pueden poner al desnudo las realidades que se tejen detrás de los escenarios públicos. La conmemoración por los treinta años del inicio de la Guerra de Malvinas, sobre la cual tanto se habla y escribe por estos días, es uno de ellos.
En Gran Bretaña, hubo actos recordatorios de distinto tipo. Los que encabezaron los miembros del gobierno revistieron, sin que resultara extraño, un marcado sesgo militarista. Esto sucedió al reivindicarse el ingreso inglés en la guerra de 1982, pero también al elevar la actual disputa por la soberanía de las islas del Atlántico Sur a un motivo de preocupación militar.
En el acto que encabezó, el premier británico David Cameron aseguró que el pueblo isleño sufrió hace tres décadas un “acto de agresión para robarles su libertad y su modo de vida” y que la acción británica sirvió para rectificar “esa horrenda injusticia”. Cameron afirmó que su país “seguirá firmemente comprometido con el derecho de los isleños a determinar su propio futuro”, al tiempo que zarpaba para el Atlántico Sur el destructor "HMS Dauntless", anunciado a comienzos de año. Los dichos del premier merecieron la contestación enérgica de la cancillería argentina. Desde el Palacio San Martín, se afirmó que Gran Bretaña se mantiene en el “profundo error” de “persistir con el colonialismo” y “expoliar los recursos de otros pueblos”.
El neto contraste con el tipo de recordatorio oficial inglés surge de los actos oficiales realizados en Argentina. En el marco de los juicios contra los crímenes cometidos durante la última dictadura cívico-militar de 1976, las conmemoraciones por Malvinas apuntaron tanto hacia factores internos como externos. Hacia adentro, en dos sentidos. El primero de ellos, basados en la desclasificación del secreto Informe Rattenbach, resaltó la aventura militarista de los altos mandos militares, la falta de estrategia y objetivos valorables con que encararon la guerra. Pero más revelador que el informe elaborado por las mismas fuerzas armadas apenas terminada la guerra, fue la fuerza con que se hicieron escuchar los numerosos relatos y experiencias personales de vejaciones sufridas por los soldados argentinos a manos de sus superiores.
En paralelo a la profunda autocrítica hecha por la sociedad argentina sobre su participación en una aventura bélica que costó casi seiscientos cincuenta muertes en batalla y más de un mil trescientos suicidios posteriores, se presentaron los llamados a la “justicia para nuestra región” y a la desmilitarización, que hizo la presidente Cristina Fernández. “No queremos tambores ni cascos de guerra. No pedimos otra cosa que el diálogo para resolver la soberanía”, señaló la mandataria. En tanto que la población que apoyó masivamente la acción consumada de la guerra hace treinta años, hoy apoya –según las encuestas- en un 75,1 por ciento el accionar diplomático del gobierno nacional.
El distinto tenor de las conmemoraciones oficiales realizadas en uno y otro país pone en evidencia cuál es el tipo de política exterior que signa a cada uno en torno a la disputa por las islas del Atlántico Sur. Lejos del aventurismo bélico del gobierno de facto de 1982, la actual administración argentina despliega una extensa estrategia diplomática que arrincona a Gran Bretaña para sentarse a negociar en los marcos de la ONU. En cambio, para el país anglosajón poco ha cambiado y sigue desoyendo las advertencias de la comunidad internacional, tal como lo hacía en los años previos a la guerra del Atlántico Sur.
Argentina va cerrando los espacios para las reticencias británicas. El Mercosur, la Unasur, la Celac, la OEA, cumbres de países africanos y asiáticos, incluso el foro más importante de los países en desarrollo, como lo es el G77 más China, han apoyado el reclamo del país del sur. Esta semana, la secretaria general de la Unasur se reunió en con el secretario general de las Naciones Unidas para entregarle una “declaración de apoyo” a la posición argentina. En pocos días, en Colombia, se realizará una nueva Cumbre de las Américas. ¿Habrá lugar aquí para que la Argentina fuerce a Estados Unidos a firmar una declaración en su beneficio? Será difícil, pero de lo contrario quedará en evidencia una vez más la reticencia norteamericana a acompañar consensos del resto de las naciones americanas.
Fuente: http://spanish.ruvr.ru/2012_04_04/malvinas-destructor-Atlantico-Sur-Argentina-Jasinski/
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