Eloy Cuadra Pedrini / Artículo de opinión.- Desde el más absoluto pacifismo, sin ánimo de mover a nadie a ningún tipo de insurrección violenta contra el poder, considero urgentísimo tomar ejemplo de la guerrilla de los revolucionarios de otros tiempos para hacer frente a las embestidas regresivas que estamos sufriendo los ciudadanos a este lado del mundo, con especial énfasis en Canarias, donde los indicadores sociales son más que alarmantes y pocas soluciones se vislumbran.
Dícese de la guerrilla: táctica militar utilizada en conflictos armados por la facción más débil, la que, asumiendo su debilidad, concentra sus acciones y sus fuerzas en ataques concentrados, rápidos y sorpresivos para luego diluirse entre la población civil. Se trata simplemente de llevar este ejemplo de lucha al plano de lo social y enfrentar con esta filosofía lo que está sucediendo hoy, asumiendo que aún siendo mayoría los sufrientes, los ciudadanos críticos seguimos siendo bastante pocos y muy dispersos.
Visto así parece de sentido común, pero la realidad es que no lo estamos llevando a la práctica, muy al contrario, cada colectivo social lleva adelante su lucha particular en solitario casi siempre con tan poco apoyo que pocas veces logran algo significativo, y para cuando intentan unirse colectivos y ciudadanos críticos, como sucede ahora, en lugar de centrarse en batallas concretas –llamémosle “guerrillas”– en las que contemos con alguna posibilidad de victoria, planteamos reivindicaciones del todo imposibles dado el actual estado de cosas, con enmiendas a la totalidad del sistema a modo de manifestaciones y huelgas generales que piden la derogación de la reforma laboral y otras cuestiones de absoluta importancia, pretendiendo ganar la guerra en una batalla, a campo abierto, olvidando por completo cual es la realidad social y cuales son nuestras fuerzas reales. Lamentablemente, así no vamos a ninguna parte.
No es tiempo de manifiestos ni de proclamas felices, no son más que brindis al sol. De nada sirve poner en un papel que queremos esto, aquello y lo de más allá cuando sabemos que es imposible que nos lo concedan por muy bonito y justo que nos parezca. Y tres cuartos de lo mismo sucede con las manifestaciones ciudadanas, que no serán más que una forma distinta de folklore si no son capaces de llevar a la calle de manera permanente durante un mes como mínimo al 30% de la población de cada ciudad, algo que sabemos que no es posible hoy. Y el problema no son tanto las manifestaciones en sí, siempre es mejor salir a la calle con una pancarta a reivindicar algo que quedarte resignado en casa, la cuestión está en el contenido, en la forma y en el fin puesto en esas manifestaciones. Olvidamos que hoy la gente está mayoritariamente asustada, anestesiada o empleada en sobrevivir, y así es complicado pensar en manifestaciones o huelgas generales que lleven a tantos a la calle como para llegar a afectar al sistema. Tampoco ayuda a la causa la repetición continua de la fórmula, cada semana una manifestación por algo y nada se consigue. Peor aún si se plantea una reivindicación que todos sabemos que no nos concederán, por no hablar de la mezcla de precariedad y necesidad que harán que muchos se piensen lo de secundar la huelga cuando pueden quedarse sin trabajo al día siguiente. En otras palabras: la población no está ni suficientemente despierta ni suficientemente fastidiada, y los insurrectos no tenemos capacidad ni fuerza para hacerlos cambiar, de momento, salvo que cambiemos de táctica y optemos por la guerra de guerrillas.
Y la guerra de guerrillas no es otra cosa que concentrar las acciones de todos los colectivos y ciudadanos críticos en torno a una cuestión concreta, contra una injusticia concreta al mismo tiempo y en el mismo lugar, usando todas las vías de ataque a nuestro alcance (manifestaciones, denuncias, escritos masivos, iniciativas, acciones impactantes, etc.) de forma que tengamos al menos alguna posibilidad de victoria.
Todo lo que no sea un planteamiento como este es vivir en una utopía, tenemos que hacernos conscientes de la debilidad de los movimientos críticos al sistema, hay que empezar con pequeñas victorias en cuestiones concretas que ayuden a que los anestesiados despierten, a que los amedrentados pierdan el miedo y a que los resignados vuelvan a ilusionarse, buscar empresas mayores es toparse contra un muro infranqueable.
Y no será por falta de objetivos a los que atacar, a poco que miremos encontraremos motivos miles para denunciar corrupciones concretas, abusos concretos, injusticias concretas, absurdos concretos y malas gestiones también concretas con los que ir desnudando paso a paso, tema por tema, cuestión por cuestión las vergüenzas de los que nos quieren imponer la ley del embudo sin tiempo siquiera para la disidencia. Y puestos a buscar también hay pequeñas victorias a las que agarrarnos, cuando se frena un desahucio, se para un Plan General de Ordenación, se obliga a un Ayuntamiento a preocuparse por las personas sin hogar o se fuerza a un gobierno a modificar la costosa gestión del teléfono 012.
La verdadera dificultad estriba en hacer ver a los que no quieren ver que esta y no otra es la vía que hay que seguir, la del “todos para uno y uno para todos”, más allá de ideologías, de clases y jerarquías. Es sencillo: se trata sólo de justicia.
Eloy Cuadra Pedrini
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