Pedro Fernández Arcila* / Artículo de opinión.- En medio del frío que viene de Siberia y de las reformas de Rajoy, recibimos la cálida noticia de que el Plan General de Ordenación eliminará la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) que estaba prevista en el área agrícola de los pueblos del Tablero, El Sobradillo y Llano del Moro. Han sido necesarios dos lustros de lucha y una moción de los concejales de Sí se puede para que el Gobierno municipal reconozca las justas demandas del movimiento vecinal organizado en defensa de nuestra tierra.
La lucha de los vecinos de estos pueblos fue, es y será la defensa de un espacio agrícola y de una cultura asociada que les permite unirse con sus antepasados pero que, de la misma manera, les proyecta hacia el futuro. Ellos, convencidos de vivir sin renunciar a esta cultura, se encontraron de frente con aquellos personajes de cuello blanco y cara dura que ocupan el suelo con la misma voracidad con que algunas personas compran el primer día de rebajas. La primera vez que leí las previsiones del Plan General para esta zona me llamó la atención que, a pesar que la memoria ambiental reconocía -esta zona como de alto interés para la protección desde el punto de vista agrícola, el documento sucumbía y proponía un enorme polígono industrial. Buscando entre tanto tomo del PGO me encontré con una frase lapidaria que desentrañaba la incógnita. Se encontraba en el informe ambiental que, al referirse a estos pueblos, afirmaba, sin el menor recato, que era un error “empecinarnos en mantener o rescatar su pasado agrícola o rural”.
Ahora podemos decir que la sabiduría de los vecinos ha doblegado a quienes se empecinaban en pasar al daguerrotipo de la historia la imagen de las huertas, los mejores berros de nuestra isla y una cultura que nos empapa de conocimiento popular y que está tan presente como el alisio que generosamente revolotea por aquellos pueblos.Este es el momento para, sin bajar la guardia, demostrar que se puede desarrollar economías productivas vinculadas al sector primario y ya un grupo de vecinos, con la ayuda de mi compañera Asunción Frías, avanzan en esa dirección.
Las experiencias innovadoras que se han desarrollado en la zona a través de las comunidades de regantes y la creación del mercadillo de La Gallega son de gran ayuda y permitirá recordar a las instituciones la necesidad de implicarse en esta ilusionante tarea.
El suelo agrario de estos pueblos podría actuar como pulmón verde de Santa Cruz y La Laguna, lo que supondría un elemento fundamental en la ordenación territorial, impidiendo el crecimiento ilimitado, creando paisaje, pero sobre todo, esta apuesta de futuro permitiría generar actividades económicas perdurables y aportaría productos agrícolas al área metropolitana. En este sentido las oportunidades que ofrece la proximidad de un mercado potencial de 300.000 habitantes, la sensibilidad creciente de los consumidores en aspectos de calidad y seguridad alimentaria y la demanda social de nuevas actividades (ocio, formación, educación ambiental, turismo ecológico, etc.) son aspectos que deberían aprovecharse al máximo para la reactivación económica de la zona.
Mientras tanto y con el ojo avizor, podemos decir, como si se tratara de un viejo sortilegio, “zal del plan general”.
* Pedro Fernández Arcila. Concejal de Sí se puede en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.
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