Agapito de Cruz Franco / Artículo de opinión.- El río Esla en Valencia de Don Juan, León, España, es testigo de una canción infantil que recuerdo siempre por aquello de la memoria. Era habitual que los niños cantáramos camino de las verdes riberas del río, bajo la inmensa mole del castillo que conserva la torre del homenaje más hermosa y mejor conservada de la Edad Media: “Por la ruta que abrió Urdaneta”. Una canción no exenta de la estética política de los años sesenta, pero también con una belleza histórica, adornada -todo hay que decirlo- con la religiosidad propia de la Orden de San Agustín, en este caso de su provincia de Filipinas en cuyo colegio de esta ciudad leonesa tuve el placer de estudiar de niño y que debido a su idiosincrasia entre filosófica, amazónica y oceánica, me parecía tan diferente al resto.
Andrés Ochoa de Urdaneta y Cerain (Ordicia, 1508 - Ciudad de México, 1568) -motivo de aquella canción- fue un vasco de una importancia capital en la historia del océano Pacífico. Cuando uno desde este lado del Atlántico navega mentalmente hacia el lejano Oriente, lo hace por la ruta de los portugueses, bordeando África o más actualmente a través del Canal de Suez, el Mar Rojo y el Estrecho de Ormuz. Pero hubo un tiempo, en que para imaginar la ruta hacia el Oriente se hacía mirando al Atlántico, producto de la fijación colombina de encontrar Catay (China) y Cipango (Japón) al otro lado del océano y de las que hablaba Marco Polo en su “Libro de las Maravillas”, escrito en 1298. El descubrimiento para Europa del Océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa el 25 de septiembre de 1513, al que llamó Gran Mar del Sur, había sido avistado en realidad un año antes por su lado oriental navegando hacia las Molucas al sur de Filipinas por el portugués Antonio de Abreu. La competencia comercial entre lo que Saramago denominaría la “Balsa de Piedra” -Portugal y España-, provocó durante cuatrocientos años la unión de tres continentes: Asia, América y Europa a través de la ruta que abriera Andrés de Urdaneta, por el antiguo “Lago Español”, como así era conocido el océano Pacífico por los europeos, debido a que durante tres siglos –del XVI al XVIII- era surcado prácticamente sólo por los españoles, pues hasta entonces estuvo vedado para el resto de potencias europeas.
Urdaneta fue quien descubrió en 1565 el llamado “tornaviaje”, la ruta de vuelta de Asia a América entre Filipinas y México y que durante tres siglos surcaría el famoso Galeón de Manila, Galeón de Acapulco o Nao de la China, clave en los intercambios comerciales, culturales, sociales y políticos entre estos tres continentes. El viaje se lograría tras abandonar Japón y salir de la influencia dominante del alisio, aprovechando la corriente llamada del Kuro Shivo para llegar a Acapulco el 8 de octubre de 1565. Supuso el descubrimiento de la ruta de navegación más corta entre Asia y América, bautizada como Galeón de Manila y que duraría hasta 1815. (http://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2008/04/la-ruta-de-urdaneta-o-tornaviaje.html;http://www.biografiasyvidas.com/biografia/u/urdaneta_andres.htm; http://www.elpais.com/articulo/pais/vasco/gran/ruta/intercontinental/elpepuespvas/20071206elpvas_8/Tes; http://www.museo-oriental.es/ver_expo.asp?clave=31) Hoy, lejanos a aquel contexto histórico, es fácil caer en la confusión de unir la actual España con el antiguo Imperio español, cuando éste, con su red de relaciones e intereses monárquicos y geográficos, y aquella, no tenían nada que ver. De hecho la mayor ciudad de aquel imperio transoceánico era Nápoles, con más de cien mil habitantes, sólo comparable a las poblaciones de París o Londres, mientras su capital, en el momento de su mayor esplendor fue Lisboa. Por no hablar de que el Oriente y las Filipinas se convirtieron en una colonia supeditada a Nueva España (México) y no a la España europea.
Dentro de esta mentalidad, el océano ha sido normalmente excluido de sus territorios, cuando en realidad, el Pacífico de entonces era todo un inmenso Imperio de Agua. Extensión del que serían precisamente los navegantes de Euskadi al servicio de la denominada Corona Española sus principales artífices. Ahí están, aparte del recuerdo de la revuelta de los “vizcaínos” en las naves de Colón en 1492 y además del propio Urdaneta, nombres como Juan Sebastián Elcano (primera vuelta al mundo atravesando el Pacífico), Loayza (Islas de las Especias o Molucas, Cabo de Hornos, Guam y Mindanao, 1525), Legazpi (Islas Marianas e Islas Filipinas, 1521), Lezcano (Islas Carolinas, 1526), Íñigo Ortiz de Retes (Nueva Guinea, 1526), junto a otros como Álvaro de Saavedra (ruta de México a las Filipinas e Islas Marshall y del Almirantazgo en 1527), Francisco de Ulloa (California, 1539), Álvaro de Mendaña (Islas Salomón, 1567), Luis Váez de Torres (Australia, 1606), Pedro Fernández de Quirós (Nuevas Hébridas, actual Vanuatu, 1606) etc. hasta llegar al siglo XVIII y la decadencia de este imperio tras la Guerra de Sucesión donde aún así se expandería por la costa oeste de los actuales EEUU (Gaspar de Portolá, Bahía de San Francisco 1770), Alaska, Francisco de Eliza (Isla de Notka), Gonzalo López de Haro (Islas San Juan) o la célebre expedición científico-política del napolitano al servicio del rey de España, Alejandro de Malaspina en 1788. Cuatrocientos años que llenaron de topónimos castellanos el Pacífico, como aparte de los comentados: Islas Marquesas (1595), Sociedad (1606), Espíritu Santo (1606), Santa Cruz (1595). Las nuevas potencias emergentes que ocuparían este océano tras la caída del imperio español cambiarían muchos de estos nombres, apareciendo islas como Christmas (1521), Archipiélago Bismarck (1528), Wake (1568) junto a otras que habían seguido con sus nombres aborígenes como Hawái, Tokelau, Tubau, etc.
Mención especial merece en este océano abierto por Urdaneta, la isla de Pascua. Fue descubierta por el holandés Jacobo Roggenveen un domingo de Pascua, el 6 de abril de 1722. El 15 de noviembre de 1770, el español Felipe González Haedo la avistaría por segunda vez explorándola por mandato del Virrey de Perú el barcelonés Manuel de Amat y Junyent, bautizándola como isla de San Carlos y fondeando en la que luego llamarían los franceses la Bahía de los Españoles. La expedición de González Haedo elaboraría el primer diccionario rapanui-español compuesto de 88 palabras y que se halla en el museo naval de Madrid. En la anexión a la Corona española el 19 de noviembre de ese mismo año, se pidió a los caciques que firmaran la declaración en su idioma, siendo el oficial Francisco Agüera Infanzón quien crearía el primer léxico del antiguo idioma maorí.
En la actualidad, y tras los avatares mundiales de los siglos XIX y XX, el Pacífico es la zona del Planeta donde -en sus profundidades- se han hallado los materiales del futuro. Las valiosísimas “tierras raras” (grupo de elementos químicos, los metales lantánidos) como el itrio, gadolinio, terbio o disprosio entre otros, de vital importancia para la moderna electrónica (pantallas planas, ordenadores, móviles, motores, generadores eléctricos, etc.) o las energías renovables, se hallan en este inmenso océano, cuyos yacimientos internacionales están acaparados por China y en parte, Japón.
Agapito de Cruz Franco
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