Adolfo Padrón Berriel* / Artículo de opinión.- Así se expresaba Pep Guardiola ante los medios para aludir a su homólogo en el Madrid, en respuesta a sus declaraciones después de uno de sus recientes derbis.
Más allá del fútbol y en medio de la escena político-social, cabría preguntarse quiénes son los amos (añádanse calificativos a gusto de cada cual) y a dónde nos conducen, cual ganado obediente y temeroso amenazado por la dentadura del entregado perro pastor.
Apenas llevamos dos meses de gobierno ultraconservador del PP y su efecto está resultando el de un vendaval: cual elefante atravesando una cacharrería, anuncian sin pudor y con gesto triunfal, medidas involucionistas que nos trasladan al pasado más gris de nuestra reciente historia. ¡Ahora nos toca a nosotros y se van a enterar! -parecen estar pensando-.
La nostalgia decimonónica toma cuerpo: ¡Qué buenos aquellos tiempos en que un homosexual, por el hecho de serlo, podía ser apaleado en plena calle o en la discreción de las comisarias –para eso existían leyes como la de “Peligrosidad Social”; que valores los de aquellos días en que las mujeres tenían su sacrosanto espacio en la cocina y “con la pata quebrada”, criando los hijos que Dios les diera; o en los que un obrero se postraba ante el patrón agachando la cabeza, reverencialmente respetuoso; qué maravilloso orden el de aquella época en la que cada cual tenía su espacio y los hijos de la plebe comprendían que la educación y la formación estaban reservadas para castas superiores, pues el deber de unos era seguir aportando fuerzas al trabajo y el de otros era dirigir la patria y sus empresas!
Asistimos a momentos convulsos y difícilmente imaginables apenas unos años atrás. Tiempos en los que el mismo cuerpo nacional de policía que carga brutalmente sobre los estudiantes valencianos que reivindican su derecho a la educación, tendrá que proteger al Duque de Palma cuando declare sobre sus presuntos delitos. Tiempos en los que se dicta una reforma laboral que condena a los asalariados, a la clase trabajadora en su conjunto, a permutarse en esclavos al servicio de un orden cuyo principal objetivo es garantizar el crecimiento de los beneficios de la banca, de los especuladores y de una patronal fagocitaria; una reforma laboral que convierte a los parados de larga duración, a los que ya no reciben prestación de ningún tipo, en verdaderos parias sociales abandonados a su suerte y al “mercado laboral” en más mercado que nunca, en un sistema de continua entrada y salida de mano de obra precaria y barata en la más absoluta desprotección. Vivimos días en los que se convierte en lícito desmantelar los servicios públicos y venderlos en subasta. Sufrimos momentos en que la participación democrática se limita al ejercicio fugaz de emitir un voto de vez en cuando, cada cuatro años, sin posibilidad de contestación posterior, porque ellos, los amos, no entienden otra forma de participación que la del cheque en blanco que otorgan las urnas.
Las movilizaciones promovidas por las centrales CCOO y UGT el pasado domingo, se convirtieron en una manera de expresar el hartazgo para cientos de miles de ciudadanos, pero esas voces, según el gobierno, no alcanzan ni de lejos el número de votos obtenidos por el PP en las últimas elecciones y por tanto se sienten legitimados para seguir adelante, cual caballo de Atila, en la aplicación de sus medidas, esas medidas que bien se encargaron de ocultar antes de los comicios que le otorgaron su fabulosa mayoría parlamentaria. ¡Ojo! que tras las elecciones andaluzas vendrán nuevos varapalos y uno de ellos será, sin duda, la concreción presupuestaria, pero ellos cuentan con sentirse nuevamente refrendados.
¿Qué hacer entonces frente a tal sordera programada y selectiva? Sin duda gritar más fuerte. No queda otra frente a la debacle que se nos viene encima, porque a esta reforma laboral salvaje le seguirá una ley de huelga destinada a dar el golpe de gracia al movimiento obrero; porque al recorte como deporte lo relevará la mayor degradación de los servicios públicos que podamos imaginar; porque a la primacía del pago de los intereses de la deuda externa lo acompañará el rescate financiero obligatorio para cualquier estado en riesgo de banca rota; porque el nuevo “salvamento” de los bancos y su stock inmobiliario convivirá con los mayores índices de miseria y de exclusión social desde el fin de la dictadura franquista -perdón, quise decir régimen autoritario pre-democrático-.
Habrá que tomar la plaza, habrá que llenar las calles hasta que seamos tantos como papeletas obtuvo este gobierno. ¡Bien, así podremos negociar mejor! Dirán al unísono Toxo y Méndez, pero se equivocan porque no se negocia lo innegociable; no se sazona lo intragable; no se adorna lo impresentable. Pero además se equivocan, porque este gobierno no negocia –si acaso está dispuesto a discutir prebendas- porque los amos -la derecha recalcitrante española, la vetusta patronal ibérica, el insaciable capital financiero internacional, …- ya no los necesitan; ahora son, sencillamente, prescindibles.
Habrá que tomar la plaza y aglutinar a la izquierda social en todos los rincones del estado simplemente para defendernos, para impedir más vueltas de tuerca en el feroz ataque que padecemos y debemos hacerlo antes de que nos conviertan en Grecia y no lo haremos por ustedes, señores Méndez y Toxo, sino por todos y cada uno de nosotros y nosotras. Debemos llenar las calles el 23 de febrero, el 29 de febrero y cuantas otras fechas coloquen las organizaciones sindicales, sociales, políticas o vecinales en los próximos meses, sencillamente porque nos va la vida en ello.
Las Palmas de Gran Canaria a 21 de febrero de 2012
* Adolfo Padrón Berriel es miembro de co.bas-Canarias y de Canarias por la Izquierda-Si Se Puede.
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