Luis Pérez Aguado / Artículo de opinión.- Lo de antes ya no es lo de ahora.
A las cosas ya no se les llama por su nombre. A la subida de impuestos, por ejemplo, ahora se les llama ajustes. Al re-pago en sanidad -puesto que ya contribuimos con nuestras cotizaciones a la Seguridad Social- recibe el pomposo nombre de copago o ticket moderador, y abaratar el despido es flexibilizar el mercado laboral.
Los valores y los principios tampoco significan lo mismo. Las promesas electorales ya no son compromisos firmes sino frases de relleno en los mítines, palabras que se las lleva el viento. Se promete no subir los impuestos y es lo primero que se hace cuando se toca el poder. Eso no es una mentira, es simplemente, un golpe de efecto, un principio de autoridad. El manual de la guerra lo dice claro “hay que engañar al enemigo para ganar la batalla” En este caso, el enemigo, evidentemente, son los ciudadanos, principalmente los pobres de espíritu que se alimentan de comer promesas. La conducta y el buen proceder ya no forma parte de la ética del político ni del personaje de a pie. El entrante culpa al saliente. Los culpables se valen de su poder para desviar responsabilidades y meter en el trullo a quién se atrevió a acusarle. Y las victimas son presentadas como los culpables. La justicia, lógicamente, no es igual para todos, sino la que cada cual se pueda pagar. El canalla es ahora virtuoso caballero. Los honestos, principalmente los que hacen valer sus derechos, son inadaptados sociales. Los dirigentes ya no los elige el pueblo sino el poder financiero. Quienes dirigen nuestros destino se permiten retorcer las cosas, manipular las ideas y, si se puede, engañar; engañar siempre, continuamente, ya sea mintiendo, falseando, tergiversando, adulterando o exagerando.
Como muestra, tenemos unos cuantos botones.
Los transportes suben y, para justificar el “ajuste”, se publicita -malgastando el dinero de los impuestos- que en otras ciudades o países de nuestro entorno son más elevados. La Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, propietarios del servicio del metro, querían maquillar la espectacular subida de un 50% en el precio del billete -aunque no tenemos que ir tan lejos, puesto que aquí, también se usa el mismo patrón- comparándolo con el coste de otras ciudades. Así figura el de Madrid (1,50 e), Paris (1,70), Nueva York (1,83) Estocolmo (2,20), Ámsterdam (2,60) etc., Pero se les olvidó decir que todos los metros comparados no ofrecen el mismo servicio. Por ejemplo, el billete del Metro de Berlín permite utilizar cualquier transporte público durante las dos horas y media siguientes a la compra, sin contar con descuentos sustanciosos para estudiantes, becarios y acompañantes. También se olvidaron estos organismos públicos de señalar los salarios que rigen en las ciudades comparadas, pues, mientras en España es de 641 euros. en París es de 1.365, en Nueva York 1.500, Estocolmo 2.000, etc. Lo cierto es que, dividiendo el precio del billete entre el salario mínimo, Madrid sale peor parada que sus competidoras. Por poner un ejemplo: los 641 euros de la retribución mínima en España suponen un ratio de 0,23 por billete para la capital española, mientras que París, cuyo salario mínimo fue de 1.365 euros en 2011 (en Francia), tiene uno de 0,12, casi el doble más bajo. Como dato relevante, decir que el gasto en publicidad del metro de Madrid en los cuatro últimos años fue de 51 millones de euros.
Otra muestra.
El milagro de Merkel, con el supuesto 6% de paro oficial de Alemania, tiene su secreto que no es tan glorioso como se quiere presentar, ya que se ha valido de trucos estadísticos para ocultar las verdaderas cifras. A causa de las restricciones de derechos sociales millón y medio de parados fueron eliminados de las estadísticas, otros doscientos mil fueron borrados y el 57 % de los desempleados de más de cincuenta y cinco años ya no se contabilizan, según confiesa el propio Ministerio de Trabajo alemán.
En la misma línea están los que controlan en el mundo el poder financiero, que se están haciendo con el poder político.
Son los responsable de la crisis que se presentan ahora como la única opción viable para salir de la misma. La provocaron, salieron fortalecidos e imponen sus nuevas reglas del juego.
Se trata de asfixiar económicamente a los países mediante la especulación y la deuda exterior. Luego les exigen recortes sociales y privatizaciones. Les obligan a ser rescatados con préstamos que están calculados para que no los puedan pagar y, una vez hundidos, colocan gobiernos marionetas afines a sus intereses.
Son los casos de los actuales primeros ministros de Italia y Grecia, que no han sido elegidos por el pueblo. Ambos, asesores y directivos de Goldman Sachs, ayudaron a ocultar y falsear el déficit de sus respectivos gobiernos. El Goldman Sachs es uno de los mayores bancos de inversión mundial y co-responsable directo, junto a otras entidades de la crisis actual, y uno de sus mayores beneficiarios de la misma.
En fin, nuestro mundo está descafeinado.
Luis Pérez Aguado
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