Manuel Medina* / Artículo de opinión.- La conocida revista alemana "Der Spiegel" ha puesto al rey Juan Carlos de Borbón en un nuevo y delicado aprieto. Según esta publicación, en un informe desclasificado ahora por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán el embajador germano en España en 1981 informó a su gobierno que el monarca español "no mostró ninguna indignación" frente a los golpistas militares del 23 de febrero. Más bien, contaba el diplomático en su informe, sintió por ellos "comprensión, cuando no simpatía".
Lothar Lahn fue embajador de la República Federal alemana en España en el periodo comprendido entre 1977-1982. Unos años ciertamente cruciales en nuestra historia. Según puede desprenderse de los datos aportados por el semanario Der Spiegel, el monarca español sostuvo una conversación de carácter privado con el embajador Lahn apenas un mes después de que se produjera la tentativa de golpe de Estado. En el marco de esta conversación confidencial, Juan Carlos confesó al diplomático que los jefes de la intentona militar "sólo pretendían lo que todos deseábamos, la reinstauración de la disciplina, el orden, la seguridad y la tranquilidad".
Según relata el artículo del semanario alemán, Juan Carlos atribuyó sorprendentemente la responsabilidad de la tentativa golpista no a los militares que la encabezaron, sino al entonces presidente del Ejecutivo español Adolfo Suárez, quien según el monarca "despreciaba a los militares". De acuerdo con lo que revela el despacho enviado por Lahn a su Gobierno, el monarca le manifestó que había intentado de forma infructuosa aconsejar a Suárez que "atendiese los planteamientos de los militares, hasta que éstos obraron por su cuenta".
Del informe que el diplomático reportó a Bonn se desprende que Juan Carlos de Borbón le manifestó también su disposición para influir en el Gobierno de entonces y en los tribunales con el propósito de evitar la aplicación de un castigo severo a los golpistas, ya que, según él, éstos "sólo pretendían lo mejor".
De acuerdo con lo que expresa el artículo del semanario alemán, el documento que acaba de ser desclasificado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania puede ser leído por quien lo desee en la publicación del Instituto de Historia Contemporánea "Actas de la política exterior de la República Federal de Alemania de 1981", recogidas en 2.250 páginas.
UN DIPLOMÁTICO MUY ESPECIAL
El autor del despacho, Lothar Lahn, que falleció en 1994, era considerado en el ámbito de su profesión como un "diplomático serio y fiable". Klaus Wilhelm Platz, otro conocido miembro del cuerpo diplomático germano, estimaba en un libro autobiográfico que Lothar Lahn era “uno de los más capaces y experimentados diplomáticos” de la Oficina de Exteriores de Bonn en la década de los setenta. Platz, que compartió destino diplomático en Chile con Lahn, asegura que éste manejaba con mucha soltura la lengua castellana, lo que le permitió intercambiar frecuentemente con el monarca español. Pero independientemente de que la agilidad lingüística de Lahn le facilitara el acercamiento al monarca, surge una inevitable interrogante. ¿Qué razones políticas y diplomáticas hicieron posible que el Rey compartiera confidencias con un representante diplomático acerca de sus simpatías hacia quienes teóricamente se sublevaron contra el Estado que él mismo presidía?
La respuesta es preciso buscarla en el destacado papel tutelar que el Gobierno de la República Federal Alemana jugó a lo largo de toda la llamada "Transición española a la democracia. La responsabilidad diplomática de Lothar Lahn en España no carecía de sentido. Además de su perfecto dominio del idioma, Lahn había representado a su país en Chile en los años en los que Augusto Pinochet acabó violentamente con la democracia chilena. Su presencia en España durante los convulsos años que siguieron a la muerte del autócrata español, parece responder al interés mostrado entonces por el gobierno germano de poder contribuir a la "reconducción" de los acontecimientos en España. La Revolución de los Claveles en Portugal había puesto de manifiesto que el flanco Sur europeo no se encontraba libre de "veleidades revolucionarias" protagonizadas por la izquierda. Hay que recordar que fue en este contexto cuando EEUU plantó a su flota frente a las costas de Portugal a la espera del giro que tomaran los acontecimientos políticos en ese país. ¿Resulta, pues, extraño que la confidencialidad entre el Jefe del Estado español y el representante diplomático del país patrocinador del proceso político que tenía lugar en España alcanzara estos niveles?
Precisamente por eso, no resulta verosímil la versión de "Der Spiegel", cuando afirma que el informe del diplomático quedó olvidado en los cajones de la burocracia gubernamental alemana y que, al parecer, no llegó en aquella época a ojos del entonces canciller Helmut Schmidt. Si bien es muy posible que la comunicación meramente oficial y burocrática entre el diplomático y su gobierno quedara olvidada en los cajones del ministerio, parece obvio que la cancillería alemana permanecía atenta, de forma directa, a los movimientos tectónicos que en aquellos momentos se estaban produciendo en España. Y no solo por razones de carácter político. Justamente en esa década Alemania empezaba a convertirse en un país inversor de primer orden en toda la península ibérica.
UN PUNTO DE INFLEXIÓN EN TRES DÉCADAS DE MONARQUÍA
Las presuntas connivencias del monarca español con los golpistas del 23F han sido motivo de la publicación de varios libros y decenas de artículos y declaraciones. Su papel durante la tarde noche del 23 al 24 de febrero de 1981 ha sido frecuentemente cuestionado, aunque las interrogantes que tal cuestionamiento suscitan queden siempre en el ámbito de los digitales alternativos de Internet o en las ediciones de libros de tirada reducida. Sin embargo, lo que ahora viene a desvelar la documentación desclasificada por el Ministerio de Asuntos Exteriores son las íntimas simpatías que unieron al monarca con los golpistas que, recurriendo a la fuerza de las armas, intentaron acabar con las endebles libertades formales existentes en el estado español a principios de la década de los ochenta.
La Casa Real española respondió al artículo de la revista "Der Spiegel" expresando que "el papel y la actuación del rey el 23-F están ya consolidados por la historia, y el modo decidido y determinante como actuó en defensa de la democracia es conocido por toda la sociedad española y en todo el mundo". Nada más falso. Durante los últimos treinta años se ha intentado construir la imagen pública de un monarca que con su resuelta voluntad democrática "nos trajo" las libertades. Hay que añadir que esa distorsión histórica se construyó con la inhibición, cuando no complicidad, de las fuerzas políticas que se reclaman pertenecientes a la izquierda. En realidad, esa fraudulenta fachada se hizo posible desde el mismo momento en el que los negociadores de la carta constitucional aceptaron la prevalencia del legado testamentario impuesto por el Dictador por encima de la consulta democrática y popular a los pueblos que integran el Estado español.
Con la desclasificación de los papeles del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán se produce un giro copernicano en la interpretación histórica de la llamada "Transición democrática", que ni siquiera sus más entusiastas apologetas podrán obviar. Las pocas pero contundentes frases que el diplomático cuela en su informe ponen de manifiesto que quien encabeza el actual sistema monárquico en España no solo era ajeno a las aspiraciones democráticas de la mayor parte de la sociedad española sino que en la intimidad opinaba que quienes utilizaron la violencia de las armas para cercenarlas "sólo pretendían lo mejor" para el país. ¿Quién a partir de ahora se atreverá a decir, sin correr el riesgo de caer en el ridículo, que el último jefe de la Casa de los Borbones nos trajo la democracia? ¿Acudirán ahora los exég
* Manuel Medina es colaborador habitual de Canarias-Semanal
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