Luis Pérez Aguado / Artículo de opinión.- Grano a grano se hace un mundo. La impresión que produce en el ánimo el belén de Las Canteras es, a la vez, admirable y desconcertante. Pensar que con la fina arena rubia de esta envidiable playa, simplemente, jugando con ella, moldeándola a su antojo, los artistas -al fin y al cabo, unos simples mortales- son capaces de realizar escenas posibles, de reflejar y contar historias a través de sus esculturas, produce un hormigueo de belleza alma adentro que desemboca en una explosión de felicidad.
El belén realizado es una soberbia demostración de las facultades de los artistas. Siguiendo el ritmo del alisio fueron capaces de traernos un mensaje de sueño y de cierta paz en este mundo de futuro inquieto y amenazador.
Igualmente, aquí puede encontrar alivio el no creyente, porque, aparte de su componente sagrado, contemplando las fugaces figuras de arena, se respira un mundo de sensaciones y se vive una aventura de los sentidos.
Los autores, como fabuladores y diseñadores de esculturas, tras profundizar en el conocimiento de la materia, necesitaron impregnarse de emociones que les permitiera asomarse a otra dimensión y a otra forma de interpretar.
Paso a paso, sus manos, con control de cirujano, y la acción del cincel y la espátula fueron describiendo entusiasmo y ternura en sus quehaceres. Un mar azul acercaba curiosa su espuma y pretendía abrazar con su oleaje el volumen que se iba dibujando. Con la paciencia que requiere el trabajo del oro de nuestra playa y la minuciosidad de quienes conocen el buen hacer fue apareciendo un espacio envolvente, redondo y, si no fueran imaginaciones, diría que sonoro como ese mismo intenso mar. Aparecieron figuras estáticas y dignas; hermosas y extrañamente difíciles de alcanzar en altura, cuando se trata de arena. Los temas cobraron dimensiones transcendentes… Y fluyó esplendoroso el belén de arena de Las Canteras.
Las manos obedecieron, pero sólo el talento es capaz de elevar a la categoría de arte el acabado.
Estas figuras, que acompañan al crepúsculo de la tarde, cuentan historias. La historia de un niño nacido -dicen los entendidos- hace dos mil once años. Desde entonces han surgido y caído muchos imperios. Millones de hombres, mujeres y niños han muerto a manos de otros hombres. La especie humana es capaz de destruir a sus enemigos y de destruirse a sí misma. Ya no hay límites para sus ambiciones.
Asimismo, es el reflejo de una singular estrella y de una extraña aventura. Aquella en la que se metieron los magos de Oriente. No sé qué edad tendrían –dicen que ya eran mayores- pero espíritu joven, vaya si lo tenían. Menuda excursión en la que se metieron y sólo porque habían visto una estrella rara en el cielo oriental…
Audaces, decididos, con una idea delante cristalizada en un tenue resplandor plateado. Y eso es todo, junto, claro está, con una voz interior que les debió decir algo, solamente algo. El resto… su decisión, una meta, una búsqueda desconocida… Y un preguntar a tiempo poniéndose en manos orientadoras…
Quizás sea ese el mensaje que nos quiera transmitir. Esto es, seguir una estrella, con todos los riesgos que ello implica. Y la tenemos que seguir ahora, cuando la vista está aún clara, la salud permite la caminata y el corazón late con entusiasmo, con ganas de amar a un Niñito aún desconocido, a una humanidad llena de lacras, heridas, … Es decir, cuando todavía podemos. Seguir nuestra estrella, cada uno la suya, para formar un cielo nuevo, una tierra nueva, un mundo mejor.
Estas figuras, que agarrotan al visitante y le encadenan, sin embargo, desaparecerán, sin remedio, de la playa de Las Canteras. Todo volverá a ser como antes. Las figuras, que nunca dejaron de ser arena, volverán a su estado primitivo. Momentáneo como un sueño y efímero como la vida, así fue y debe ser nuestro belén. Grano a grano, los artistas transformaron la arena en belleza plástica. Ahora debe volver a ese mundo natural lleno de sensaciones y no por ello exento de belleza. ¡Qué gran lección! La naturaleza se recicla para recibir de nuevo a las personas que realmente la aman y respetan. Alguna desidia, como siempre, habrá. La playa, que nunca dejó de hacerlo, seguirá respirando al ritmo acostumbrado. La marea bajará, porque la luna tira de ella, y volverá a subir a su antojo. Retornarán los amores escondidos a la calidez de la arena. Soñarán sobre ella y ante el inquieto mar azul de espuma nuestros visitantes de la brumosa Europa, ávidos de sol, de yodo y brisa marina. Y seguiremos, nosotros, buscando nuevos horizontes y abriendo las puertas del alma a nuevas fantasías y a otras realidades. .
Luis Pérez Aguado
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