Pedro Fernández Arcila* / Artículo de opinión.- El Gobierno de Canarias ha decidido reducir drásticamente el presupuesto destinado a la cooperación con el continente africano, partida que ya había sido eliminado durante el pasado año, desandando, de esta manera, el camino iniciado hace más de una década. Lo más sorprendente es que esta decisión política se adopta a pesar que el pacto suscrito entre Coalición Canaria y el PSOE establecía que uno de los compromisos de la acción de gobierno era la cooperación con un lugar del mundo del que nuestro Archipiélago forma parte.
Imagino que las razones defendidas por el ejecutivo presidido por Rivero tienen que ver con la reducción de ingresos por la crisis y los consiguientes recortes en las partidas sociales, tal y como ordena el credo neoliberal de la santísima trinidad financiera (Banco Europeo, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial).
Pero sean cuales fueren los motivos que alegara el gobierno canario lo cierto es que, por causa de estos dos años de barbecho, se perderán los pasos que iniciaron un montón de ongs canarias y que permitieron tender puentes entre el continente y nuestro Archipiélago. Ciertamente podría predicarse para los países desarrollados que estas ayudas a la cooperación suponen una forma de invertir en el futuro de los pueblos más desfavorecidos y, por tanto, en la consecución de un mundo más justo, pero para Canarias no era este el único motivo ni el más importante. El camino iniciado a principios de este siglo significaba fundamentalmente una oportunidad para resolver una anomalía histórica: que nuestro archipiélago deje de desarrollarse de espaldas a una diversidad de culturas y pueblos que llamamos África.
Los pasos balbuceantes que se dieron durante estos diez años permitían ir avanzando en esa dirección, y así junto con las ongs , las universidades canarias también comenzaron a romper este maleficio, marcando el camino hacia el conocimiento de la realidad del continente, mascullando, en ese breve periodo de tiempo, un incipiente intercambio científico y cultural.
No era difícil imaginar que, en la medida que fuéramos progresando y desbrozando este sendero, la experiencia nos permitiría madurar algunas propuestas de enorme interés para Canarias. En estos nuevos horizontes, el concurso de nuestras universidades hubiera resultado esencial, tanto en lo que se refiere a la investigación aplicada, como en la formación a los estudiantes del continente y del Archipiélago de estos nuevos retos. Las posibilidades que, por su lugar estratégico, tiene nuestro archipiélago nos permitiría concebir nuestra tierra como una plataforma internacional para analizar y profundizar en las causas del empobrecimiento de los pueblos africanos, buscando salidas participadas con los actores de allá. Esto nos hubiera unido con la apasionante realidad que esconde África, pero sobre todo nos hubiera identificado con nuestro pasado reciente, cuando en 1986 rechazamos la entrada en la OTAN, ofreciéndose nuestro pueblo como plataforma para la Paz. Andando en estas direcciones y con el paso del tiempo nos acercaríamos a la convicción que, en esta materia, resultaría imprescindible que Canarias tuviera una política exterior propia. Lamentablemente, como ven, nuestras esperanzas corrieron demasiado deprisa y acabaron estrellándose en el muro de un gobierno que no ha dado un solo paso por África.
* Pedro Fernández Arcila. Concejal de Sí se puede en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.
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