José Enrique Centén Martín / Artículo de opinión.- Pretenden hacernos creer que la suerte de los asalariados mejorará por si misma, como simple consecuencia de la reforma del sistema social, pero los elementos de la realidad social son los hechos sociales, cuyo conjunto es la sociedad, pretenden con las nuevas reformas retrotraernos a principios del siglo XX.
Lo hacen diciendo que será el progreso, pero el inversor tiene un concepto del progreso como el beneficio que obtienen analizando solo la mercancía, demostrando un menosprecio del costo humano y social que lleva consigo su logro, como el que no triunfa es insignificante, porque el costo por conseguirla es carente de significado, de valor y sentido en qué condiciones se elaboró.
Los asalariados estamos en una situación permanente de estado de excepción, porque la razón de las reformas se ha realizado con la lógica del inversor, que no es otra que obtener mayores beneficios, han convertido al hombre en un engranaje de la máquina, cuando lo importante y raíz de este mundo es el hombre, sin él no existirían ni Estado ni Sociedad.
Se escudan en que las condiciones de trabajo actuales son muchos mejores a las del siglo pasado, hay que recordarles la cita de W. Benjamin “la consecución del éxito del nieto, nunca hará justicia de las desgracias del abuelo”.
Cualquier cambio en la división social del trabajo lleva aparejado cambios en los parámetros normativo, por ello ante las posibles Reformas, los asalariados debemos apostarnos a una nueva solidaridad basada en el respeto a la persona y exigiendola en la calle, ya que en el Parlamento no tenemos representantes.
Debemos de actuar de forma colectiva, porque “Las representaciones colectivas son el producto de una inmensa cooperación que se extiende no sólo en el espacio sino también en el tiempo, es una intelectualidad muy especial, infinitamente más rica y más compleja que la del individuo, allí se encuentra concentrada”.
José Enrique Centén Martín
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