Por Cástor Díaz *.La iniciativa del Comandante Hugo Rafael Chavez Frías de llamar a la unidad de la clase trabajadora es loable, pero desafortunadamente, la buena fe del líder no basta para que surja un movimiento laboral fuerte, disciplinado, con la voluntad soberana de las bases y blindado contra la corrupción y el secuestro por parte de las mafias sindicaleras de la IV República, que ahora se visten de rojo rojito, para tratar de engañarnos.
Una fuerza sindical sana y organizada no puede surgir con el sancocho de los residuos cupulares que los trabajadores rechazamos, porque no las hemos elegido y en consecuencia mal pueden hablar en nuestro nombre. Tampoco puede ser producto de una decisión del Ejecutivo Nacional, porque históricamente la locomotora del movimiento popular es la que debe impulsa al Estado y no puede concebirse que sea la locomotora del Estado, la que remolque al movimiento sindical, porque seria una masa amorfa sin bases sólidas, carente de conciencia e independencia.
Parta fortalecer el movimiento laboral se necesita conciencia, no intuición o instinto de clase. Se necesita saber porque y para que luchamos. Insistimos en el término laboral, porque ciertamente los tiempos desde la gloriosa revolución de octubre del año 17 han cambiado y en consecuencia hay ciertas concepciones que no escapan a esos cambios. Cuando Marx, Lenín y Engels, privilegiaban la clase obrera en sus principios doctrinarios tenían toda la razón del mundo, porque ciertamente en esa época , el obrero, el trabajador del músculo era el que estaba siendo vilmente explotado. Pero a estas alturas, en pleno siglo XXI, ese segmento de la sociedad se expandió y abarca a profesionales medios, universitarios y hasta con doctorados, razón por la cual nos parece que en esta época, el término obrero en ese restrictivo sentido, es excluyente.
Trabajadores somos todos los asalariados, que laboramos bajo la égida de un patrono, llámese público o privado. Todos por igual sin distingo de títulos académicos somos explotados, todos sin excepción generamos plusvalía. Todos sin excepción conformamos esa capa denominada trabajadores. Hombres y mujeres que en los diferentes centros de producción vendemos nuestras capacidades físicas o intelectuales a un determinado sector explotador.
Por esa misma razón las organizaciones laborales o sindicales tienen que obedecer a otros lineamientos, desechando los vicios que con el pasar de los años le fueron insuflando por los Think Thank de los patronos a través de la dominación de los dirigentes, mediante la concesión de prebendas y sobornos que los colocaron al servicio de los intereses contrarios a las y los trabajadores y trabajadoras.
Un dirigente laboral no puede ser un bonzo mantenido por el patrono, con la nefasta figura del tiempo completo sindical. Un dirigente laboral no puede ser un corrupto cobra comisiones. Un dirigente sindical no puede ser un engreído que utilice el estatus alcanzado para sembrar odios, perseguir a sus compañeros y utilizar el tráfico de influencias para enriquecerse ilícitamente y potenciar el peculado de uso en el caso de los organismos del Estado.
Un dirigente laboral, tiene que ser humilde, honesto, humano, solidario y sobre todo con mucha ética. En otras palabras tiene que estar muy claro y con mucha conciencia de clase, que le blinde contra los vicios que tanto daño han hecho al movimiento. Debe saber distinguir entre intuición o instinto y conciencia de clase.
Un dirigente laboral con esas características, no puede ser puesto a dedo ni con artimañas criminales apoyadas por el sicariato, sino que debe nacer de la amplia y libérrima consulta a las bases laborales, para que con esa fuerza de pueblo pueda potenciar la fragua para templar el acero de las masas laborales, estudiantiles, campesinas y comunales, bases de la democracia socialista y del Estado Comunal.
Porque no podemos entender un movimiento laboral divorciado de la construcción de la nueva sociedad y dedicado única y exclusivamente a lo reivindicativo, sino por el contrario, tiene que ser la locomotora que impulse el vagón del nuevo estado, de la nueva sociedad, del hombre y la mujer nuevos que reclama la república que estamos empeñados en construir.
Por eso decimos que el movimiento laboral que reclama el momento histórico que vive la patria, no es el secuestrado por la mafias, ni tutelado por el Estado, sino el nacido desde la conciencia misma de trabajadoras y trabajadores, que estén claros en porque luchamos y para que luchamos. Por eso reiteramos sin conciencia no hay organización sindical.
* Cástor Díaz. Periodista venezolano.
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