Ramón Afonso / Artículo de opinión.- Por fin ya se sabe para qué sirve el Senado del Reino de España. Nuestro trabajo nos costó, pero a fuer de ser sinceros, debemos dar las gracias del hallazgo al ex alcalde de Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo. Ya se sospechaba algo desde que su partido, Coalición Canaria, el Psoe y el PP -nuestros trileros parlamentarios- acordaran que sería Don Miguel, nuestro Alí Baba por antonomasia e imputado ya por los delitos de prevaricación, malversación de fondos públicos y cohecho, uno de los tres representantes de la Comunidad Autonómica en esa alta instancia, pero desde que se ha levantado el secreto del sumario del llamado Caso Las Teresitas -80.000 folios, vídeos, conversaciones telefónicas grabadas, seguimiento de operaciones financieras por más de veinte países, testaferros, periodistas, empresarios y directivos de Cajacanarias en la pomada…- podemos decir sin temor a equivocarnos que su escaño en el Senado tiene un claro objetivo: aforarse después de forrarse con los dineros públicos afanados en la compraventa de Las Teresitas.
Los mamporreros de Zerolo en esta operación -los diputados y diputadas de CC, PP y Psoe en el Parlamento de Canarias-, le han querido servir en bandeja a este senador no electo la tan ansiada impunidad que le proporcionará esa antigualla antidemocrática del fuero de los parlamentarios, convirtiendo así a todo el pueblo canario, testigo silenciado con el tronar de los medios empesebrados, en el aval democrático que este taimado personaje necesita como credencial para que la Justicia haga un paréntesis con sus crímenes.
No logramos entender los motivos, más allá de la consecución de este inicuo privilegio, que llevaron a sus señorías a elegir a Miguel Zerolo senador. Puede que el que tocara la lotería -el Gordo y El Niño el mismo año, con 145 décimos premiados-, o que se zampara en comilonas más de 60.000 €, o que fuera capaz de vivir más de dos años a todo tren -él y su familia de cuatro miembros- con sólo los 300 € que sacó de su cuentas bancarias, que multiplicara por diez una inversión en pocas semanas, o que desde 2008 no haya realizado ninguna iniciativa en su cargo de parlamentario autonómico, lo hayan convertido en el superhombre que necesita el Senado para recuperar su supuesta utilidad. Sin embargo, la llegada del multi-imputado senador Zerolo confiere a esa institución la categoría de territorio para la impunidad y, sin desechar los méritos de sátrapas de otras latitudes del Estado español, se podría hablar incluso de otra cueva para los Ali Baba isleños.
Otros “ilustres” senadores canarios le han precedido, hace unos años Domingo González Arroyo, más conocido por el Marqués del La Oliva, bramaba en su tribuna demandando que los novios de la muerte de la Legión repelieran a cañonazo limpio a las pateras que llegaban a Canarias mientras en su isla, Fuerteventura, ofrecía sin pudor unos “quilillos” a un concejal para hacerse con una alcaldía. Mucho más reciente ha sido el paso de Casimiro Curbelo, “mencey” psocialista de la Gomera, inexperto en las lides parlamentarias, cuya misión consistía en levantar la mano cuando lo despertaba el compañero que hacía la imaginaria en la bancada socialista, aunque si hablamos de las rutas de las marisquerías, saunas y garitos exclusivos madrileños tenemos que quitarnos el sombrero pues Don Casimiro es todo un entendido, aunque lástima para él, sobre todo por los juicios que se le avecinan ya que aquel altercado en uno de esos locales le impidió, muy a su pesar, ser nuevamente candidato y así poder seguir disfrutando de la impunidad que le proporcionaba su asiento senatorial.
Pero en esta legislatura Zerolo no caminará sólo por los vericuetos y estancias de la guarida, le acompañará Antonio Alarcó, reelegido por una gran mayoría de tinerfeños y tinerfeñas, aforado también y excusado, por tanto, de ser juzgado como todo hijo de vecino. La cainita relación que mantenía con otro que tal baila y que preside el Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, ha puesto al descubierto una suculenta trama de malversación de caudales públicos en la Fundación Canaria de Salud y Sanidad de Tenerife de la que era responsable Alarcó en la legislatura anterior, cuando era vicepresidente de la institución insular. Dicen las malas lenguas que Melchior no digiere nada bien los fracasos y con la de la estas últimas elecciones ya son dos las veces que ha mordido el polvo de la derrota a manos del Dr. Alarcó, y eso no se iba a quedar así. El ”bueno” en este western ultraperiférico de serie B fue Aurelio Abreu, senador del Psoe y vicepresidente del Cabildo de Tenerife, que se encargó del trabajo sucio, de encargar la auditoría que descubriría el pastel que se repartía entre amigos, periodistas y medios de comunicación. La designación de Abreu para esta evanescente campaña de mani pulite venía avalada por su activa participación en la purga de un emponzoñado psoe tinerfeño. Es descorazonador, ya Pascal nos advertía que “mostrando la verdad se consigue que se crea, pero mostrando la injusticia de los amos no se la corrige”. Sin embargo, algo tendremos que hacer. Para empezar ¿Por qué no disolver el Senado? ¿Por qué no cerrar a cal y canto esa nueva guarida de los Alí Baba isleños?
Ramón Afonso
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