Orestes Martí* / Artículo de opinión.- Más allá de que todo hace indicar que nadie quedó satisfecho con los resultados de la cumbre de la Unión Europea celebrada el 8 y 9 de diciembre en Bruselas; ya se habla de la real probabilidad -en un 90%- de la descomposición de la zona euro, en el plazo de un año.
Por su parte, el pasado día 12 Prensa Latina informaba desde París que las "Agencias calificadoras mantienen presión sobre economías europeas"; en este sentido señalaba: "La agencia calificadora Moody´s confirmó hoy que mantendrá bajo vigilancia las economías de la Unión Europea (UE) por la ausencia de medidas concretas para frenar la crisis de la deuda en la última cumbre del bloque. En un comunicado, la firma estadounidense agregó que en el primer trimestre de 2012 revisará las notas de las deudas soberanas en el continente" y refiriéndose al texto de la aseguradora apuntaba "La ausencia de medidas para estabilizar los mercados en corto plazo significa que la zona euro, y la Unión Europea en general, se mantienen sujetas a nuevos choques", precisa el texto.
Las opiniones se encuentran divididas entre quienes piensan que la desaparición de la zona euro pudiera ser beneficiosa para unas relaciones internacionales más equilibradas y los que por el contrario creen que sería algo realmente perjudicial. Al amable lector quisiéramos brindarles dos opiniones interesantes.
La primera opinión consiste en un análisis político sobre el origen, el desarrollo del proceso integracionista de Europa y las posibles consecuencias de su desaparición y corresponde al politólogo cubano Jorge Gómez Barata, publicado con el título de "La Unión Europea: Una historia mal contada" . Escribe Barata:
Con excesiva frecuencia analistas con déficits de referencias olvidan que la unidad de Europa fue siempre un proyecto avanzado, realizado en el siglo XX por la izquierda moderada y ahora defendido por las fuerzas que ocupan el centro político europeo más amenazado por la derecha que por la izquierda.
George Washington escribió a La Fayette: “Algún día, sobre el modelo de los Estados Unidos de América, existirán los Estados Unidos de Europa…” En 1841 y 1871 en el Congreso Internacional de la Paz y la Asamblea Nacional Francesa respectivamente Víctor Hugo defendió la idea y en los años 20, aunque con matices, Lenin y Trotski, que adoptaron la terminología consideraron que la opción unitaria era para Europa parte del camino de la revolución.
Entre los precursores de la unidad europea con influencia política real se destaca Arístides Briand (1862-1932), socialista, varias veces primer ministro de Francia entre 1909 y 1929, participante en 26 gobiernos, fundador de “L′ Humanite”, premio Nobel de la Paz en 1929, quien apoyó decisivamente la Sociedad de Naciones, uno de los artífices de los Tratados de Locarno 1925) y del Pacto Briand-Kellogg (1928) de incuestionable aliento europeísta y que en 1929 propuso la “federación de Europa”. Concluida la II Guerra Mundial, Winston Churchill, uno de los artífices de la coalición antifascista retomó la idea.
La declinación de Europa frente a Estados Unidos comenzó desde el momento en que Norteamérica apareció como una opción preferida por la juventud, los hombres de negocios, los científicos y otros elementos claves de la civilización europea que por millones emigraron a Norteamérica, alcanzó dimensión político militar en 1898 cuando por intereses geopolíticos ligados a Cuba, el presidente William McKinley declaró la guerra a España, derrotándola en 90 días y se acentuó durante las guerras mundiales, en las cuales, dos veces en la misma generación, los estadounidenses intervinieron para rescatar a Europa de sí misma.
En los años sesenta, como parte del renacer político que para la humanidad representó la “Década Prodigiosa” que, entre otros eventos conoció la descolonización, el triunfo de la Revolución Cubana, la consolidación de la socialdemocracia europea, la oposición a la guerra en Vietnam, la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos y las decisiones del presidente Kennedy, la Primavera de Praga y el Mayo del 68 en Francia, Jean-Jacques Servan-Schreiber escribió El Desafío Americano (1967), una especie de “Manifiesto no Comunista” que esclareció a la opinión pública y las elites europeas al exponer las evidencias que mostraban la declinación del poderío económico, militar, científico y tecnológico de Europa frente a Estados Unidos.
Jean-Jacques Servan-Schreiber, en su juventud, ligado a de Gaulle de quien luego se distanció, fue la estrella del periodismo político europeo de su época; a los 25 años debutó en “Le Monde” y a los 27 fundó “L′ Express”, el más importante diario de la izquierda moderada de entonces. Cuarenta años después “El Desafío”… es todavía el ensayo político de mayor éxito en Francia, el único que en su primer año fue traducido a 15 idiomas y alcanzó tiradas de millones de ejemplares y en el cual se sostuvo la tesis de que la creación de una Europa federal con una moneda única eran las únicas alternativas viables frente al empuje de Estados Unidos.
El tiempo ha pasado y después de la desaparición de la Unión Soviética, al consolidarse la unipolaridad norteamericana, remitirse la izquierda marxista y debilitarse la capacidad de maniobra de la socialdemocracia, se ha instalado la falsa impresión de que el escenario político europeo es todo derecha. Afortunadamente la evolución política de América Latina, donde ha surgido una exitosa corriente de izquierda moderada y no doctrinaria, que se ha sumado a la integración y la unidad, contrapesa la percepción negativa del panorama político.
Estados Unidos no mueve un dedo para ayudar a solventar la crisis de la deuda soberana porque estratégicamente la Unión Europa y la existencia del Euro son obstáculos a sus aspiraciones hegemónicas.
En su sutil oposición a la Europa unida, Estados Unidos contó siempre con un aliado suficientemente sometido como para servir de “Caballo de Troya”, Gran Bretaña, que desde épocas pretéritas estuvo políticamente más identificada con Norteamérica que con la Europa continental, con la cual históricamente rivalizó sin llegar nunca a forjar una identidad real.
Precisamente porque comprendió el fondo de la maniobra y sabía de que se trataba realmente, durante más de una década Charles de Gaulle, vetó el ingreso de Gran Bretaña en la Unión Europea que sólo pudo acceder al conglomerado después que el viejo adalid de la independencia frente a Washington dejó el poder en Francia.
La alianza con Estados Unidos y no ninguna incompatibilidad explican la actitud saboteadora del primer ministro británico David Cameron frente al consenso de otros 24 países para paliar la crisis. Es falso que Inglaterra tenga intereses financieros incompatibles con la Unión Europea y que la adopción de una política y una disciplina fiscal común implicaría un atentado a los mercados de capital basificados en la City londinense.
En los hechos: si Europa y el euro pierden, ganará Estados Unidos, razón por lo que lo ocurrido me parece magnífico. Debido a los entendimientos alcanzados, la Unión Europea no sólo tiene oportunidades de sobrevivir sin Gran Bretaña y sin Estados Unidos, sino que puede hacerlo a pesar de ellos. Luego les cuento más. Allá nos vemos."
La segunda opinión se refiere al tratamiento del problema y es del destacado economista Juan Torres López que en su artículo "Europa, por el peor de los caminos" expresa:
Los dirigentes europeos, bien sea por su incompetencia, por su servilismo hacia los poderes financieros o por su ceguera ideológica, siguen sin percatarse de que están centrados en resolver un problema principal que no lo es y que ese desenfoque agrava el que verdaderamente se está sufriendo.
El problema de Europa no es el de la deuda soberana. Esta es, por un lado, el resultado estructural de las políticas que en los últimos años vienen frenando la generación de ingresos y produciendo un incremento continuado de la desigualdad. Y, por otro, de la coyuntural pérdida de ingresos e incremento del gasto provocados por la crisis financiera. Por tanto, la solución no puede venir, cómo se empeñan, en disminuir más aún los ingresos aumentando la desigualdad porque de esa manera solo se consigue fortalecer los factores que han producido la explosión de la deuda pública al llevar de nuevo a la recesión a las economías europeas.
Los dos problemas que realmente están minando a la economía europea y provocando ya una crisis política que no sabemos si va a poder tener solución son otros. Uno es el defectuoso diseño de la zona euro que impide aplicar las políticas necesarias para afrontar una crisis como la que estamos viviendo. Y el otro, algo que las autoridades no quieren reconocer para salvar la cara de los bancos que provocaron la crisis: la insolvencia generalizada del sistema bancario y su incapacidad y falta de voluntad para poder volver a financiar convenientemente a la economía.
Los dirigentes europeos, bien sea por su incompetencia, por su servilismo hacia los poderes financieros o por su ceguera ideológica, siguen sin percatarse de que están centrados en resolver un problema principal que no lo es y que ese desenfoque agrava el que verdaderamente se está sufriendo.
Y lo están haciendo con maldad y con incompetencia. En primer lugar porque no han querido resolver el problema de la deuda con decisión imponiendo desde el principio una solución que hubiera sido fácil de aplicar e infinitamente menos costosa, obligando a intervenir al Banco Central Europeo, sino que han preferido convertirla en un gigantesco negocio para la banca y los grandes fondos de inversión privados, a costa de aumentarla y de convertirla en un lastre dramático para los pueblos europeos.
En segundo lugar, porque han renunciado a adoptar medidas contra las causas reales de la crisis (de rediseño institucional y estructural, de regulación financiera y de fortalecimiento fiscal) para limitarse en la práctica a la imposición de políticas de recorte de gasto. Unas políticas cínicamente llamadas de austeridad (cuando solo lo son en lo que toca a los recursos destinados a financiar derechos sociales y capital social que necesitan principalmente las pequeñas y medianas empresas) que frenan la actividad en el conjunto de la economía pero que lo hacen afectando de una manera muy desigual a los distintos sujetos económicos. Y así, lo que de verdad están haciendo las autoridades europeas no es tratar de resolver los problemas de Europa o de la economía europea en su conjunto sino solo los de las grandes empresas y, particularmente, los de los bancos privados. Y esa orientación tan asimétrica es lo que está dando lugar a que la crisis económica se haya convertido en otra grave crisis política e institucional.
Y en tercer lugar porque el contraste entre la mano dura de la que hacen gala los dirigentes europeos a la hora de aplicar estos recortes y la generosidad con que miran a otro lado para no poner sobre la mesa el problema de la quiebra bancaria prácticamente generalizada es ya mucho más que vergonzosa. Comenzaremos a contemplar en breve otra ronda de ayudas a los bancos que han provocado la situación en la que estamos, bajo la forma de nacionalizaciones que en realidad no lo son porque la propiedad y la capacidad de decisión siguen en las mismas manos, de creación de bancos malos como el que está previsto que cree el próximo gobierno del Partido Popular, o de nuevas ayudas multimillonarias, y sin que nada de ello repercuta en una mejor y más urgente financiación a las empresas y consumidores. Porque esas no son las soluciones que precisa un sistema bancario quebrado, rentista y dedicado con preferencia a la especulación.
Este es uno de los dos principales caminos que llevan a Europa al abismo: el de las políticas equivocadas y cómplices con la banca privada y el de la ceguera ideológica ante una realidad que muestra cada vez más inequívocamente que así no se sale de la crisis sino que nos hunde más en ella. Y no solo eso: en mi opinión, deberíamos empezar a considerar que lo que están haciendo las autoridades europeas, el daño que sus políticas están provocando en la población civil de bastantes países, está comenzando a aproximarse mucho al nuevo concepto de crimen económico contra la humanidad (ver Lourdes Benería y Carmen Sarasúa, Crímenes económicos contra la humanidad).
Y lo malo es que no es ese el único camino hacia el abismo por el que se empeñan en transitar los dirigentes europeos. Otro, el de la imposición dictatorial de estas políticas, conlleva consecuencias semejantes. En lugar de buscar la complicidad de la ciudadanía y convertirla en un sostén decisivo mediante el debate y la participación para salir de la crisis con equidad y eficacia, las autoridades europeas buscan una vez más sortear el pronunciamiento de los pueblos y eso es algo de nuevo inaceptable.
Se puede volver a hacer trampas como en ocasiones anteriores, llevar a cabo reformas constitucionales por la puerta de atrás, imponer las políticas mediante instrumentos legislativos de tercer orden o, como también se está haciendo ya, dar golpes de estado para derribar a gobiernos legítimos y poner en su lugar a banqueros, pero creer que así, convirtiendo a Europa en una auténtica dictadura de los poderes financieros, se va a conseguir resolver de verdad algún problema es una quimera. Al revés, se está creando el mayor al que nos podríamos enfrentar en Europa, que no es otro que el de su propia autodestrucción y el del enfrentamiento general que eso va a llevar consigo.
Como de costumbre, lo insto a que continúe profundizando en el tema, busque y obtenga más información de fuentes confiables, contrástela y saque después sus propias conclusiones; le recomiendo ahora visualizar el video que le proponemos.
Notas:
Vídeo Europa: cambiarlo todo para que nada cambie
La negativa de Gran Bretaña de formar parte del pacto fiscal inter-gubernamental de la Unión Europea, centró el intercambio de la Mesa Redonda de este lunes. 26 naciones de la Unión se acogen a un grupo de macro ajustes que exigen máxima austeridad, dirigidos contra los sistemas de seguridad social.
La moderadora del foro televisivo, Arleen Rodríguez, y los panelistas Elsa Claro, periodista, y el Doctor Ernesto Domínguez, profesor de la Universidad de La Habana, expusieron que en la Cumbre, que tuvo lugar en Bruselas, no se habló del desempleo, ni las necesidades sociales, razones por las que los indignados reclaman en las calles del viejo continente.
* Orestes Martí, periodista y escritor cubano residente en Canarias.
Las Palmas de Gran Canaria
14 de diciembre de 2011
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