Luis Pérez Aguado / Artículo de opinión.- Más de 140 enterramientos y otros elementos aparecieron en Lomo Maspalomas. Era el 7 de septiembre de 1988. Para que las excavaciones no retrasaran las obras de la autopista GC-1, entre Tarajalillo y Pasito Blanco, y con la promesa de hacer un museo de sitio en un lugar cercano, los enterramientos de la valiosa necrópolis, con su paquete de tierra, se trasladaron en bloques de poliuretano expandido, a dos naves industriales construidos sin las adecuadas condiciones de conservación en medio del barranco. De eso hace ya 23 años. Los responsables políticos de entonces -igual que hacen los de ahora- se quitaron los muertos de encima. En ese tiempo los restos hacinados en las naves han sufrido numerosos saqueos y actos vandálicos. La nefasta conservación también hizo lo suyo. Alguna intervención -para acallar a los vivos-, y muchas promesas de los políticos de turno. Palabras grandilocuentes, visitas institucionales, fotos, promesas y más promesas es lo único que han dejado los responsables en este tiempo. A cada nueva administración, antes y después de las elecciones, le sigue el mismo protocolo. Pero los muertos siguen allí esperando que una mano amiga se acuerde de ellos.
No parece que hayamos avanzado mucho culturalmente. Marginados y en un lamentable estado de ruina se encuentran muchos yacimientos que, aunque cargados de historia, no interesan a nadie. Por desidia o ignorancia continuamos dejando que desaparezcan los monumentos más singulares de nuestra historia, como este de Lomo Maspalomas, que amenazado de una muerte inminente, espera desesperadamente un aliado que lo ayude en su lucha contra la apatía y la lentitud desesperanzadora en la tramitación de proyectos, argucias y maniobras, barreras suficientes para explicar la lentitud de una correcta solución, que son en definitiva, -con la ineptitud e incapacidad de algunos- las causantes de su deplorable aspecto.
Luis Pérez Aguado
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