Orestes Martí* / Artículo de opinión.- Después de escribir sobre el Mito 3 (Estamos en Afganistán para defender los derechos de las mujeres y los derechos humanos); dos activistas femeninas me hicieron llegar un artículo ("Esclavas en tiempos modernos") publicado por la Agencia Periodística de América del Sur (APAS), en el que se brinda una importante información sobre la situación de la mujer en los Estados Unidos (Las mujeres, victimas también en EE.UU.. Más de dos millones de mujeres, en su mayoría inmigrantes, trabajan en Estados Unidos en condiciones de esclavitud, a merced de los patrones y sin protección legal alguna); entre otras cosas, se dice que: "De acuerdo con cifras conservadoras, en Estados Unidos las redes dedicadas al tráfico humano -las cuales sustentan el aberrante flagelo de la esclavitud en el siglo XXI-, propician la entrada anual de casi 18 mil personas a ese país para ser sometidas, vendidas, obligadas a prostituirse". Le recomiendo por tanto, al amable lector, que si desea ampliar la información sobre el mito anterior, incursione en esta otra Visión sobre el cinismo norteamericano en cuanto a la defensa los derechos de las mujeres en Afganistán, cuando ni tan siquiera son capaces de defenderlos en su propio territorio.
Pero ahora toca el tema del Mito 4 -Estamos luchando en defensa propia- y por lo tanto debemos abordar -y desenmascarar-, este otro "mito".
En su libro "El Imperio del Terror"(1), Alejandro Castro Espín(2) escribe lo siguiente: "Errores de cálculo. Sin embargo, las demandas de guerra que los expertos calculaban podría generar un prolongado e intenso conflicto afgano, con los dividendos geoestratégicos que pretendieron conquistar mediante el "control" militar de ese país, no cubrieron las expectativas del complejo militar industrial yanqui. Tampoco fue alcanzado el otro objetivo esencial de afianzar la presencia, influencia y creciente dominio sobre las ex-repúblicas centroasiáticas soviéticas, enclavadas en una de las regiones de mayores perspectivas energéticas del planeta.
Por esa razón, el presidente norteamericano al cumplirse el medio año de los atentados del 11 de septiembre, reestructuró su "cartera de enemigos" identificando un "nuevo eje del mal", compuesto, según declaró, por Iraq, Irán y Corea del Norte, señalando a más de 60 naciones como posibles escenarios de sus actos agresivos, al involucrarlas en presuntas actividades asociadas al terrorismo internacional, que conformarían los potenciales mercados de su industria bélica.
Bush ya había anunciado que solicitaría al Congreso un presupuesto de defensa ascendente a 396 100 millones de USD para el año fiscal 2003, destinado a financiar una maquinaria militar dos veces menor que una década atrás, cuyo poderío bélico se sustentaría en los costosos y lucrativos "armamentos inteligentes", lo que suponía un incremento del 13 por ciento de lo que pretendía gastar en e 2002 y superaba en 15 por ciento el promedio gastado anualmente por estados Unidos durante toda la Guerra Fría, revelando también sus intenciones de emplear en ese ámbito 2.1 millones de millones de dólares en 5 años.
Este escenario de crisis económica, sorteado momentáneamente con sendas invasiones a gran escala (Afganistán e Iraq), que contribuyeron a nutrir las arcas de las transnacionales vinculadas a la industria de la guerra y aumentar el gasto estatal, se agudizó estrepitosamente con la explosión de la burbuja en el sector inmobiliario, lo cual se comenzó a avizorar a inicios del 2007 y se evidenció en agosto de ese año.
La solución económica que intentaron alcanzar con las aventuras bélicas fue efímera y los expertos de la economía norteamericana vieron propagarse el desenlace fatal de la especulación desmedida, en esta oportunidad generada en el lucrativo negocio inmobiliario norteamericano, provocando un nuevo derrumbe de la deteriorara arquitectura financiera de ese país, dando lugar al inicio de la compleja crisis económica actual"...
Llegados a este punto y con esta información como antecedente histórico a partir de la visión de la Doctrina de la Seguridad Nacional, veamos cuál es el enfoque -y sus posibles puntos coincidentes- de March Forward:
- Mito 4: Estamos luchando en defensa propia.
Al igual que en Irak, las fuerzas de EE.UU. están protegiendo a la construcción de oleoductos y refinerías a lo largo de la región rica en recursos.
Afganistán está a más de 7.000 millas de Estados Unidos. Como resultado de siglos de dominación colonial, más del 70 por ciento de su población no sabe leer ni escribir y millones de personas viven en la pobreza. El Índice Nacional de Desarrollo Humano, que se calcula por las Naciones Unidas para evaluar el nivel de un país de desarrollo económico y social, es 0,352, el segundo peor en el mundo. Afganistán es una nación empobrecida que es víctima del imperialismo, no una amenaza de la que Estados Unidos necesita defenderse.
La guerra en Afganistán, como la guerra de Irak, es una guerra de agresión. El Pentágono y el Departamento de Estado consideró un Irak obediente como un componente crítico de un "nuevo Oriente Medio". Del mismo modo, Afganistán fue atacado en parte por razones geoestratégicas. Afganistán se encuentra en el cruce de China, Rusia e India, tres potencias económicas emergentes que podrían amenazar la dominación global de EE.UU.. Tener un proxy en un lugar tan importante sería de gran valor para Washington y Wall Street.
No se puede negar ahora que un importante objetivo de EE.UU. de la guerra de Irak es el control de enormes reservas de petróleo del país. Asimismo, la ocupación de Afganistán también tiene objetivos económicos. Afganistán se encuentra en una región extremadamente rica en recursos que una vez estuvo fuera del alcance de los negocios de EE.UU., en particular en las antiguas repúblicas soviéticas -ricas en gas natural- de Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Cada uno de estos países tiene una riqueza de recursos naturales para ser saqueados por el capital de los EE.UU.
El gobierno de EE.UU. ha gastado más de $ 360 mil millones de dólares en la guerra, que es también la principal justificación para el presupuesto de $ 700 mil millones del Pentágono. Este dinero es canalizado a grandes empresas, contratistas militares y otros especuladores de la guerra. Las empresas occidentales están salivando a los billones de dólares de los recursos minerales valiosos, especialmente litio, que fueron descubiertos recientemente en Afganistán.
Una guerra de legítima defensa no dura más de nueve años. Una guerra injusta dirigida a imponer un régimen servil y corrupto al pueblo afgano sólo incrementa el resentimiento internacional hacia los Estados Unidos. Si el gobierno de los EE.UU. estuviera realmente interesadoen impedir ataques terroristas, no estaría bombardeando, invadiendo, ocupando y embruteciendo a los países pobres que no han hecho nada contra nosotros.
Los Estados Unidos tiene más de 700 bases militares en más de 100 países. Antes del 9/11, el último ataque a suelo norteamericano había sido en la guerra de 1812. La realidad es que el poderío militar de EE.UU. no es para defendernos de amenazas inminentes, sino para asegurar una red mundial de dominación económica y geoestratégica mediante la fuerza y la intimidación. La resistencia al militarismo de EE.UU. es el resultado de esta política exterior imperialista.
Ahora, amable lector, profundice en el tema, busque más información, contrástela con otras fuentes y sólo entonces, saque usted sus propias conclusiones.
- NOTAS:
(1) Imperio del Terror
Castro Espín, Alejandro
Editorial Capitán San Luis
La Habana, Cuba, 2010
(2) Castro Espín Alejandro (La Habana, 1965) Ingeniero y Máster en Relaciones internacionales, Investigador de temas vinculados a la Defensa y Seguridad Nacional, sobre los que desarrolla su tesis doctoral.
Lista de reproducción de vídeos: http://www.youtube.com/playlist?list=PLC068CABA6017AB84
+Info: Más presupuesto para la guerra: Gates promete mayor presencia militar de EEUU en Asia
* Orestes Martí, periodista y escritor cubano residente en Canarias.
Las Palmas de Gran Canaria
7 de noviembre de 2011
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