José López Sánchez * / Artículo de opinión.- El entrevistador matiza al entrevistado. Continúa el debate surgido a raíz del artículo Los peligros de la #SpanishRevolution.
Agradezco a Manuel M. Navarrete haber cambiado el tono del debate y haberlo centrado en lo verdaderamente importante: las ideas. Esto no es una guerra, yo nunca he pretendido que lo sea. El debate es siempre estimulante, siempre que sea educado y sosegado, siempre que tenga contenido, siempre que se respeten las opiniones ajenas y no se las malinterprete o tergiverse. Así que continuaré en la misma línea iniciada por Navarrete en su anterior artículo Entrevista de José López a Manuel Navarrete. Quien desee conocer todas las intervenciones en este debate ordenadas cronológicamente puede consultar la página Debates de mi blog. Voy a procurar ser lo más breve posible, no voy a contestar a todo sino que sólo a lo que considero más oportuno para avanzar en este interesante debate.
M.N.: Las fuerzas antisistema todavía estamos sufriendo los efectos del reflujo tras la “caída del comunismo”.
J.L.: ¿Sí, pero además de que la burguesía impone obstáculos para que la izquierda real pueda llegar a la gente (como es lógico), no crees que la izquierda también ha cometido sus errores? ¿Cuáles crees que han sido los principales? ¿Por qué crees que la URSS degeneró para finalmente colapsar? ¿Tuvo algo que ver la metodología revolucionaria, la ideología? Yo pienso que la izquierda todavía no ha hecho un análisis serio de todas las causas que provocaron la “caída del comunismo”. Mientras no se aprenda de los errores cometidos no podrá la izquierda resurgir con fuerza. El debate, como el que estamos teniendo tú y yo, es esencial para la izquierda. Es cuestión de vida o muerte para ella.
J.L.: Dices que los prejuicios que tienen los ciudadanos respecto del marxismo, socialismo o comunismo deben superarse explicando pacientemente, y estoy de acuerdo. ¿Pero crees que esto es suficiente? ¿No crees que, además de eso, se necesita emplear cierta estrategia, considerando la situación actual? ¿Es la situación actual la misma que la que enfrentó Lenin?
Hablando de la dictadura del proletariado, Manuel comenta lo siguiente:
M.N.: Dictadura no significaba lo mismo hace siglo y medio, cuando además todos los países eran de un modo u otro dictaduras, que ahora.
J.L.: Tienes en parte razón, pero el término “dictadura” fue también polémico en su época. Basta recordar lo que decía Engels en la introducción de La Guerra Civil en Francia: Últimamente las palabras "dictadura del proletariado" han vuelto a sumir en santo terror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado! Esa explicación que das para justificar en parte el error que cometieron Marx y Engels al emplear la expresión “dictadura del proletariado” es “clásica” y poco satisfactoria. En cualquier caso, es obvio que esta expresión es inadecuada, por lo menos en la actualidad. En esto coincidimos. Si bien todavía hay muchos izquierdistas que usan el ambiguo e impreciso término, el cual es el más polémico de la teoría marxista, a pesar de que Marx y Engels apenas lo emplearon. Nadie puede encontrar una cita de los padres del marxismo donde se dijera que la dictadura del proletariado era la dictadura de un partido único. En algunos escritos dichos intelectuales decían que la dictadura del proletariado era la república democrática y en otros la asociaron a la Comuna de París. Como mínimo, era un término ambiguo, el cual fue interpretado por Lenin de una de las múltiples maneras en que podía ser interpretado. El concepto de la “dictadura del proletariado” ha sido, y sigue siendo, objeto de intensos debates en el seno de la izquierda. Y el problema es que es un tema crucial pues habla del régimen político para superar el capitalismo en dirección al socialismo. Este tema es ineludible, pero puede tratarse de múltiples maneras. La forma en que lo plantearon Marx y Engels fue un grave error (tanto por lo poco que dijeron como por cómo lo dijeron, pero no por plantearlo). Por esto digo que dicho concepto es el talón de Aquiles del marxismo. Facilitó la implantación de un régimen que no tenía casi nada que ver con lo buscado por los padres del marxismo. Como mínimo, Marx y Engels infravaloraron la importancia de especificar mínimamente cómo debía hacerse la transición del capitalismo al socialismo. Descuidaron la descripción, por lo menos en líneas generales, del sistema político bajo el que debía construirse el socialismo. Asimismo, cuando emplearon la expresión “dictadura” del proletariado en verdad se referían a la hegemonía del proletariado, pero el uso de la palabra “dictadura” fue muy desafortunado y tuvo graves consecuencias en la praxis. Ellos, probablemente, se vieron desbordados por su enorme trabajo. Marx ni siquiera pudo terminar su obra magna El Capital. Pero aún así, a pesar de sus grandes logros, los cuales no pueden ser despreciados, cometieron también errores, algunos graves, los cuales deben ser corregidos y superados. Yo creo que ellos se espantarían viendo lo que hicieron y hacen muchos supuestos “marxistas”. Recordemos que el propio Marx dijo que él no era marxista. ¿Existe manera más contundente de reivindicar el librepensamiento?
J.L: ¿Es posible la democracia económica, es decir, el socialismo, sin desarrollar primero, o al menos simultáneamente, la democracia política? ¿Cómo?
M.N: Depende de lo que entiendas por democracia económica. Sí es posible (aunque por supuesto indeseable) una economía socialista con un régimen político dictatorial, de igual modo que es posible capitalismo (dictadura económica) bajo democracia burguesa, monarquía absoluta, fascismo y otros muchos regímenes políticos diferentes. Basta con colectivizar los fundamentales medios de producción y distribución, reinvirtiendo la plusvalía hacia fines sociales y ya habrá una economía de corte socialista.
J.L.: Es interesante este párrafo tuyo porque, en mi opinión, sintetiza los principales errores cometidos por la izquierda revolucionaria en el siglo XX. En primer lugar, es un error asumir que el capitalismo es posible en el marco de una democracia. Es un error hacer a la “democracia” burguesa sinónima de democracia, llamar al régimen político capitalista democracia. El capitalismo, es decir, la dictadura económica (en las empresas mandan sus dueños, los trabajadores tan sólo obedecen y deciden cuestiones secundarias, meramente técnicas, en el mejor de los casos), no puede sobrevivir mucho tiempo si hay democracia política. Por esto la burguesía frenó su propia revolución, por esto no sólo no desarrolla la democracia sino que la involuciona. La “democracia” burguesa, por mucho que la burguesía la llame “democracia”, no es realmente democracia (como el PSOE por mucho que se autodenomine como socialista y obrero no lo es). Como dicen los indignados del 15-M: “Lo llaman democracia y no lo es”. Si entendemos democracia como yo pienso que hay que entenderla (el poder del pueblo, el gobierno del pueblo, es decir, el gobierno de la mayoría), no podemos decir que el capitalismo pueda desarrollarse con ella. Todo lo contrario. La democracia es una amenaza, la más importante, para el capitalismo. La burguesía, es decir, cualquier minoría, necesita una dictadura para imponerse sobre el resto de la sociedad. Con una democracia real, acorde con su significado, el capitalismo tiene los días contados. El problema es que la burguesía, que no es tonta, ha elaborado, ha sofisticado, su dictadura para camuflarla. La “democracia” burguesa es la cumbre evolutiva del totalitarismo, como explico detalladamente en mi libreto Las falacias del capitalismo.
J.L.: La “democracia” burguesa es en verdad una oligocracia disfrazada de democracia, una plutocracia. En la guerra ideológica, la izquierda revolucionaria consintió que la burguesía se apropiara del término “democracia” y cometió el grave error (que aún estamos pagando en los principios del siglo XXI) de contraponer a la “democracia” burguesa la “dictadura del proletariado”, en vez de contraponer la “democracia” (a secas) a la “oligocracia” burguesa. El proletariado, la mayoría, domina en la democracia. Por el contrario, la burguesía, cualquier minoría, necesita una dictadura, sea cual sea la forma que ésta adopte, para dominar. El capitalismo, la dictadura económica, necesita un régimen político dictatorial, más o menos camuflado, más o menos disimulado, más o menos intenso. Por el contrario, el socialismo, la democracia económica, necesita un régimen político democrático, realmente democrático. El socialismo pretende una economía al servicio del conjunto de la ciudadanía, que beneficie a las clases populares, que son mayoría, y sólo puede desarrollarse si el conjunto de la sociedad controla la economía, para lo cual también necesita controlar la política. La “democracia” burguesa, la monarquía absoluta y el fascismo se diferencian “tan sólo” por el grado dictatorial ejercido por la burguesía, pues en todos ellos controla la sociedad (aliada con otras élites). Son distintas formas de dictadura burguesa, o, más genéricamente, oligárquica. Como decía Bertolt Brecht, no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado.
J.L.: Dices que “basta con colectivizar los fundamentales medios de producción y distribución, reinvirtiendo la plusvalía hacia fines sociales y ya habrá una economía de corte socialista”. Pues bien, como la experiencia práctica nos ha enseñado con contundencia (la práctica es el auténtico juez de las ideas), no basta. Engels en su Anti-Dühring ya decía que el mero hecho de hacer los medios de producción estatales no significa que ya tengamos socialismo, advertía sobre el error de identificar al capitalismo de Estado con el propio socialismo:
Ni la transformación en sociedades por acciones ni la transformación en propiedad del Estado suprime la propiedad del capital sobre las fuerzas productivas. En el caso de las sociedades por acciones, la cosa es obvia. Y el Estado moderno, por su parte, no es más que la organización que se da la sociedad burguesa para sostener las condiciones generales externas del modo de producción capitalista contra ataques de los trabajadores o de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba. Pero en el ápice se produce la mutación. La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución del conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal, el mecanismo de la solución.
J.L.: Es decir, obviamente, hay que expropiar los grandes medios de producción si se desea tener una economía socializada. Pero, al mismo tiempo, o antes si se quiere, es imprescindible que la sociedad, en conjunto, tenga el control de ella misma, y no ninguna minoría. En la URSS dicho control lo tuvo una minoría. Ése fue el principal problema de la revolución rusa, sin olvidar, por supuesto, el contexto y la firme oposición de los capitalistas. Si la sociedad, en conjunto, toma el control de la economía y de la política entonces es cuando sí es posible avanzar con firmeza hacia el socialismo, el cual no se logra en unos pocos años. Es una larga y dura lucha, un proceso muy complejo que no se logra por decreto, no basta con estatalizar, con colectivizar, al margen de cómo hagamos dicha colectivización (como sabes, hay diversas tendencias en la izquierda anticapitalista sobre quién debe poseer los medios de producción, el Estado o los propios trabajadores). El tema de colectivización vs. estatalización excede el presente debate y lo trato en diversos escritos míos. En cualquier caso, el principal ingrediente del socialismo es la democracia. La democracia económica sólo puede lograrse si se logra también, primero o al mismo tiempo, pero no después, la democracia política. El socialismo consiste en que la sociedad gestiona, toda ella, la economía, y eso implica inevitablemente el uso de la metodología adecuada para gestionarla en conjunto: la democracia. Ésta consiste en la máxima libertad de discusión para tomar las decisiones por mayoría, debiendo participar todas las personas en los asuntos que les conciernen. El “socialismo real”, a pesar de sus innegables logros, no era realmente aún socialismo, era más bien pseudo-socialismo, una especie de capitalismo de Estado.
J.L.: Por no extenderme demasiado remito a otros escritos míos donde hablo de todo esto con todo detalle analizando la experiencia de la URSS (¿Reforma o Revolución? Democracia), con un poco menos de detalle en un libro mucho más breve titulado Los errores de la izquierda, y de manera muy resumida en el artículo Democracia vs. Oligocracia. No sólo es indeseable (y esto ya sería suficiente razón para condenarla) una economía socialista con un régimen político dictatorial, sino que, a la larga, es imposible. Todo sistema económico debe ser regulado por algo para que no colapse. El capitalismo está regulado por el mercado, que se convierte en el dueño de la sociedad. Por esto el capitalismo deshumaniza a la sociedad. La sociedad humana se ve sometida al monstruo del mercado, del dinero. Marx llamaba a este fenómeno el fetichismo de la mercancía. El socialismo, que busca una sociedad más humana, devolverle al ser humano el protagonismo perdido en su sociedad, sólo puede ser regulado por las personas que conforman la sociedad, por toda ella. El socialismo, a largo plazo, no sobrevive sin democracia. El método marxista debemos emplearlo no sólo para analizar el capitalismo sino que también el mal llamado “socialismo real”. Las contradicciones del “socialismo real” fueron más intensas que las del capitalismo. Por esto, entre otros motivos, sucumbió antes el “socialismo” implementado en la URSS. China, en vez de avanzar hacia el socialismo, desarrollando la democracia, permitiendo que quienes gestionan la economía sean controlados por los gestionados, por la ciudadanía, por las personas que conforman la sociedad, retrocede hacia el capitalismo, para que su economía no colapse. La élite “comunista” china, como así le ocurrió a la rusa, prefiere retroceder hacia el capitalismo que renunciar a sus privilegios, prefiere someterse antes al mercado que al pueblo. Los regímenes llamados “comunistas” (que no tienen nada de comunistas salvo el nombre), así como los fascismos, sobreviven menos o con más dificultades porque sus dictaduras son más burdas que la dictadura burguesa, la cual es más inteligente, la cual pasa más desapercibida, la cual es más engañosa. Es más fácil darse cuenta de que se vive en una dictadura cuando se sufre el estalinismo o el fascismo que cuando se “disfruta” de la “democracia” burguesa. Si algo hemos logrado en el siglo XX y principios del siglo XXI es que las dictaduras sean cada vez menos aceptadas por la gente. Quienes controlan la sociedad no tienen más remedio que camuflar cada vez más sus dictaduras para que sean aceptadas. Como dice Aldous Huxley en su magnífica novela Un mundo feliz: Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. ¿No es (visto así) el capitalismo el totalitarismo más perfecto “inventado” hasta la fecha? El capitalismo sólo sobrevive sin democracia, si la evita, para lo cual no hay mejor estrategia que aparentarla, que la gente no aspire a ella, que crea que ya no puede aumentarse o mejorarse la poca que tiene. Sin suficiente democracia no es posible superar el capitalismo en dirección al socialismo. La democracia es el ADN del socialismo, su principal combustible.
M.N: Sobre la división de poderes, ya te dije en el anterior texto que, bien explicada, es una idea interesante, así que no sé por qué quieres pelear conmigo. Pero sigo pensando que los conceptos no son neutros. ¿Por qué no hablar mejor de un Poder Popular que los controle a todos?
J.L.: Yo no quiero pelear contigo. Simplemente te rebato. Un Poder Popular que los controle a todos dices. Esto suena muy bonito, muy “mega-revolucionario”, pero ¿qué significa realmente? Tú mismo reconoces que no puede prescindirse de algún mecanismo de representación de los gobernados. ¿No existirá siempre (al menos hasta que seamos capaces de organizarnos los humanos de una manera muy distinta, lo cual llevará tiempo) un poder ejecutivo (un gobierno), un poder legislativo (algún tipo de parlamento, no importa cómo sea éste denominado, en la URSS se llamó soviet supremo), un poder judicial (que aplique las leyes), un poder de la prensa,…? En la URSS existieron todos esos poderes. El problema, precisamente, fue que no sólo no se logró mayor separación de poderes con respecto a la que había en la “democracia” burguesa, sino que el poder se concentró finalmente en el comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética. La democracia soviética (seña de identidad al principio de la revolución rusa, donde los obreros, campesinos y soldados participaron como nunca antes en las decisiones que les concernían) degeneró rápidamente en la dictadura pura y dura de unas pocas personas. Hasta los sindicatos acabaron subordinados a dicho comité central del partido único. ¿Por qué? Por, entre otros motivos, despreciar la separación de poderes, la cual es imprescindible mientras no logremos erradicar (si es que alguna vez será posible) los poderes de la sociedad, mientras no sea posible descentralizar por completo el poder, mientras el poder esté concentrado en algunas partes de la sociedad. ¿Es posible que todos hagamos de todo? El que sí yo creo que puede erradicarse a más corto plazo que los otros es el poder económico, pues una vez despojada la burguesía del control que tiene de la sociedad (y aquí está el verdadero problema), ya no existe. ¡Pero siempre que el resto de poderes se separen suficientemente, siempre que la democracia dé un salto importante hacia adelante! En la URSS la oligarquía capitalista fue “exterminada” (incluso literalmente), pero surgió una nueva élite que la sustituyó. El socialismo no busca sustituir unas élites por otras, sino erradicar toda élite. Y para ello hay que evitar que el proceso revolucionario esté monopolizado por ninguna élite. El proceso revolucionario es económico, pero también político. Es más, yo diría que es fundamentalmente político, pues la política es la manera de organizarnos, y el socialismo pretende que la sociedad se organice de manera radicalmente distinta a cómo lo hace bajo el capitalismo. La organización es un tema central en la Revolución social. Ésta es esencialmente la reorganización de la sociedad. La economía debe reorganizarse de acuerdo con cierto modelo de organización. Si recordamos el significado de la palabra política (“actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”, según el diccionario de la Real Academia Española), la revolución económica no es posible sin la política pues la economía debe someterse a una política, las empresas deben organizarse de cierta manera, los asuntos comunes de cualquier comunidad deben regirse de cierta manera (y eso es política). No sirve de mucho socializar los medios de producción si no se socializa también el Estado, si el modo de producción sigue siendo controlado por una minoría. Hay que gestionar la economía, y la sociedad en conjunto, de cierta manera. Y gestionar es hacer política.
J.L.: Yo te pregunto Manuel, ¿estás a favor de un régimen de partido único? ¿Crees que hay que restringir los derechos de los burgueses, además de erradicar sus privilegios? ¿Hay que prohibir toda ideología que no sea la que nosotros defendemos? ¿Qué opinas acerca de los crímenes cometidos en la URSS contra millones de personas, incluso contra comunistas y anarquistas?
J.L.: En cuanto a lo de dar apellidos a la palabra “democracia”, la verdadera democracia (y uso “verdadera” para distinguirla de la falsa, de la actual, así como usamos “burguesa” porque la burguesía se ha apropiado de la palabra “democracia” y muchos izquierdistas colaboran con dicha apropiación), no tiene que tener apellidos. Si entendemos la democracia (como yo creo que hay que entenderla) como una forma de hacer política, de regir los asuntos públicos, como una metodología de gestión de los asuntos comunes de cierta comunidad humana (consistente fundamentalmente en la discusión libre entre todas las ideas, en igualdad de condiciones, para posteriormente tomar una decisión mayoritaria respetando los derechos más elementales de cada individuo y controlar la ejecución de dicha decisión), no tiene sentido aplicarle calificativos para restringirla. Cualquier restricción de la democracia la hiere mortalmente. La “democracia” burguesa es un contrasentido porque la burguesía, que es una minoría, no puede imponerse con métodos democráticos. Asimismo, la democracia obrera es una redundancia pues la clase obrera es mayoritaria y no necesita “adjetivar” a la democracia, se “impondrá” de manera natural siempre que la sociedad se gestione de manera realmente democrática. Esto puede parecer un juego de palabras estéril, pero no lo es porque tras él se esconden errores conceptuales esenciales.
J.L.: La democracia es despreciada por muchos izquierdistas, cuando sólo ella nos posibilitará superar la actual sociedad clasista. La izquierda ha caído en las trampas ideológicas que le puso la burguesía. Mientras no superemos dichas trampas en el campo de la teoría seguiremos desorientados, la praxis revolucionaria será ciencia ficción o errática. Debemos aprender de los errores cometidos en el pasado, de los errores ideológicos también. Cuando yo uso algunos apellidos en la palabra “democracia” es para hablar de ciertos ámbitos donde también debe ser aplicada, es para ampliarla, no para restringirla. La democracia debe ser aplicada en todos los ámbitos posibles, allá donde haya convivencia humana. Los asuntos comunes de cierto grupo de personas deben ser discutidos y decididos por todas las personas de dicho grupo, en igualdad de condiciones. La democracia económica es la aplicación de la metodología democrática en el ámbito de la economía, de las empresas. En dicha democracia los trabajadores pueden decidir sobre todo lo que les incumbe en sus empresas, pueden gestionar éstas usando los principios democráticos, los cuales son esencialmente válidos para todos los lugares, para todas las comunidades humanas. La democracia directa indica que no es necesario usar representantes, es una democracia más avanzada, que se basa en los mismos principios generales, pero en la cual las personas que participan en ella no delegan en nadie. Como es obvio, dicha democracia directa es sólo factible, por ahora, mientras la tecnología no lo permita (y ya estamos cerca de que sí lo permita), para grupos pequeños de personas. Pero en todos los casos la democracia debe tener los mismos principios, sus ingredientes fundamentales deben ser siempre la libertad y la igualdad (que en verdad son uno mismo pues en la vida en sociedad la una no puede existir sin la otra, éste es el gran error ideológico del liberalismo, el contraponer la libertad a la igualdad de oportunidades).
J.L.: Yo pienso que hay que tender hacia una democracia lo más directa posible, pero también creo que, desgraciadamente, en la sociedad de millones y millones de individuos, al menos por ahora, no puede prescindirse de algún tipo de representación, de delegación del poder. La cuestión clave radica en minimizar dicha delegación, en acotarla y controlarla. Menospreciar la democracia representativa y sustituirla por un abstracto e impreciso “Poder Popular” fue un grave error que cometió la izquierda revolucionaria. Error que todavía estamos pagando. Error que siguen cometiendo demasiados izquierdistas que no se atreven a cuestionar los principales dogmas de la “ciencia” revolucionaria (cuyas bases establecieron Marx y Engels) que, precisamente, dejó de ser ciencia al convertirse en una especie de religión, que dejó de ser ciencia al incumplirse su principio fundamental: el método científico, el libre (es decir, igualitario) contraste entre las ideas y entre éstas y la práctica. Toda teoría que no es suficientemente cuestionada está condenada a morir, se apolilla.
J.L.: Yo te pregunto, Manuel: ¿Crees que puede o debe prescindirse de la libertad de expresión, de discusión, de reunión, de asociación, del pluripartidismo, para transformar la sociedad? Dices que la “democracia” burguesa debe ser “destruida y barrida”, pero yo te pregunto: ¿no puede reutilizarse nada de ella, aunque sólo sea algunos de sus conceptos teóricos?, ¿no se trataría, precisamente, de llevarlos a la práctica? ¿Tú crees que está acorde con el materialismo dialéctico (el sustento del marxismo) que pueda construirse algo totalmente nuevo, una sociedad completamente nueva, de la noche a la mañana, rompiendo brusca y radicalmente con el presente? ¿Por qué Marx, Engels o Lenin plantearon un periodo de transición entre el capitalismo y el socialismo? ¿La “democracia” burguesa no puede sufrir la conversión de la cantidad en calidad (como así estipula el materialismo dialéctico)? ¿No puede el agua pasar del estado líquido al gaseoso al calentarla suficientemente? ¿Puede obtenerse el vapor de agua sin partir del agua líquida? ¿Es posible “calentar” la “democracia” burguesa para que se convierta en democracia (sin comillas)? El análisis basado en el materialismo dialéctico identifica las contradicciones del actual sistema capitalista (incluido su régimen político) y procura resolverlas de cierta manera. Marx, gracias al descubrimiento del materialismo dialéctico, se dio cuenta de que el socialismo podía florecer a partir del capitalismo, pues las contradicciones de éste podían derivar en su superación, en su transformación en otro sistema. El gran aporte de Marx respecto de sus predecesores, los socialistas utópicos, fue demostrar científicamente que el socialismo no era sólo un bello sueño sino que una posibilidad real, una tendencia que existía dentro del propio capitalismo (esto no quiere decir que el socialismo era inevitable, sino que era inevitable su planteamiento, la tendencia hacia él). ¿No podemos decir lo mismo con respecto a la democracia y la “democracia” burguesa? ¿No podemos decir que la “democracia” burguesa contiene el germen de la democracia (real), así como el capitalismo contiene el germen del socialismo?
J.L.: Por último, y para no extenderme más, quisiera preguntarte qué opinas acerca del proceso bolivariano venezolano. Como sabes, allí se está intentando una revolución pacífica (pero armada como dice Chávez) en la que, precisamente, se está desarrollando la democracia política. ¿Qué opinión te merece el llamado socialismo del siglo XXI? ¿Te parece una vía alternativa a las clásicas para intentar avanzar hacia el socialismo o no? Dices que las vías pacíficas fracasaron porque la burguesía lo impidió por la fuerza (y no te falta razón), pero ¿no fracasaron, a la larga, las vías violentas también? ¿No está más desprestigiada ante la opinión pública la fracasada experiencia de la URSS que la fracasada experiencia de Allende en Chile? ¿Por qué Chávez y otros dirigentes americanos están retomando el legado de Allende y no el de Lenin? ¿Es posible buscar vías alternativas, es necesario buscar nuevas estrategias para combatir a la burguesía? ¿Cuáles? ¿Por qué no intentar otras maneras de hacer la Revolución? ¿No debe revolucionarse también la manera de hacerla? ¿Por qué no es posible? ¿Cómo lo sabremos si no lo intentamos?
J.L.: Gracias por todo y espero tus respuestas. Asimismo, estoy a tu disposición (y a disposición de cualquiera) para las preguntas que desees formularme, las cuales intentaré responder lo antes posible, siempre que tenga el tiempo suficiente para hacerlo. Gracias también a los lectores por su paciencia.
19 de octubre de 2011
- Descargar: Entrevista de José López a Manuel Navarrete (II) [PDF-152KB]
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* José López es autor de los libros "Rumbo a la democracia", "Las falacias del capitalismo", "La causa republicana" y "Manual de resistencia anticapitalista". Publicados y destacados todos ellos en diversos medios de la prensa alternativa de Internet.
Blog oficial: http://joselopezsanchez.wordpress.com/
José López es un ciudadano normal, que trabaja y que tiene las mismas preocupaciones y problemas que la mayoría de sus conciudadanos. Empezó a escribir tras observar el famoso incidente del Rey de España en la cumbre iberoamericana de Chile de 2007, tras observar el tratamiento “informativo” del mismo. Harto ya de permanecer impasible, de tragar, de no ver, no pudo evitar abrir los ojos, no pudo evitar “despertar” del largo letargo en el que permanecía sumido. Empezó a escribir como simple ejercicio de poner por escrito lo que estaba viviendo, como si fuera un diario personal de un ciudadano, que por fin “despierta” y quiere dejar constancia por escrito de dicho “despertar”, de lo que observa, de lo que vive. El objetivo inicial era simplemente escribir lo que veía para no olvidarlo, para ordenar sus ideas, para compartir con sus allegados sus impresiones. Pero todo cambió cuando, animado por su esposa, decidió dar el siguiente paso: intentar publicar en la prensa alternativa alguno de sus artículos. No lo intentó en la prensa oficial porque tenía la certeza de que no lo iban a publicar. Cuál fue su sorpresa cuando el primer artículo que envió (aunque no fue el primero que escribió), titulado Los desafíos de la izquierda en el siglo XXI, fue publicado en todas las webs donde decidió enviarlo por correo electrónico. Y no sólo eso, sino que, según parece, por los comentarios que vio, por las opiniones que le expresaron diversos redactores, gustó bastante. Así pues se dio cuenta de que no se le daba del todo mal escribir (en este punto la crítica constructiva de su madre, lectora empedernida y escritora potencial dando sus primeros pasos, fue también decisiva) y de que no sirve de nada escribir si luego nadie le lee a uno (aparte de sus más inmediatos allegados). Se dio cuenta del poder de Internet, de la posibilidad de que un simple ciudadano medio pudiera emitir sus ideas (como si fuera un “mensaje en la botella”) para que otros ciudadanos pudieran leerlas, pudieran opinar sobre ellas, pudieran rebatirlas o criticarlas... José López es autor de los libros "Rumbo a la democracia", "Las falacias del capitalismo" y "La causa republicana". Publicados y destacados todos ellos en diversos medios de la prensa alternativa de Internet. [+ información]
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