María Puig Barrios / Artículo de opinión.- Hubo, una vez - hace muchos años - un proyecto que brilló de forma fugaz en el firmamento. La mala cabeza de sus creadores lo hizo estallar en minúsculas partículas que se dispersaron por el cosmos político. Desde entonces, él busca el éxito perdido, busca el estallido mágico que lo creó espontáneamente. No sabe cómo se produjo, ni porque fue tan breve, ni porque desapareció. No sabe las razones del inicio y del final. Después de 35 años -igual más- aún no ha aprendido que los proyectos se construyen ladrillo a ladrillo, con perseverancia -no con sucesivas impulsividades y arrebatiñas-, con un equipo ideológicamente coherente -no con la habitual pandilla de amigos y amigas-, con una ideología y un discurso claros -no con virajes oportunistas-, con dirigentes entre iguales - no con líderes supuestamente superiores.
Por eso, porque no ha asumido aquella historia, navega de un proyecto a otro, de una orilla a otra, de una ideología a otra. Una veces le toca ser nacionalista -que es lo que más se llevaba en los tiempos de la transición- y otras comunista -porque ahí estaba todavía el poderío de la Unión Soviética- y otras independiente -porque cayó el Muro de Berlín, y esa derrota que se la apunten los demás, -y otras socialdemócrata- que parece que están subiendo los de la ceja que hablan de renovación de sus cuadros -y otras comunista- por si acaso con la crisis, reaparezca el marxismo y lo coja en fuera de juego -y ahora ecosocialista- que toca las corrientes postmodernistas de la sociedad tecnológica. Y sobre todo porque se ambiciona la base electoral supuestamente moderada de los que se supone que van a perder.
Con todas esas idas y venidas, no ha construido nada en tantos años. Destrozos muchos. Proyecto ninguno. Nada. Y trata de hacerse, una y otra vez, con el proyecto de los demás, o como dice él: con la “marca”, en el sentido comercial del término. Y quiere hacerse con la “marca”, a ver si, por fin, logra ese liderazgo grandioso que se ha desperdiciado por culpa de otros. Porque, ese es otro rasgo de su personalidad. Tiende a denegar sus responsabilidades y a transferir siempre las culpas a los demás. No asume la responsabilidad sobre sus propias acciones y sus consecuencias.
No dice, por ejemplo, que, en una de las etapas de su vida política itinerante, él se fue de una organización política a raíz de la condena de la invasión de Checoslovaquia, invasión que él apoyaba. No, eso no lo dice. Dijo durante años que él se fue por discrepancias con un dirigente concreto. No dice, por ejemplo, que en otra etapa, él se fue a raíz de unas elecciones porque él consideraba que los 40.000 votos obtenidos, sin lograr un escaño, era una derrota de otros dirigentes que eran “gente pequeña”, y que a partir de ese fracaso, él era el gran líder que necesitaba el proyecto que quería convertir en la “nueva ICAN”. Sin tener las bases correspondientes que lo respaldaran, pero hostigando todos los lunes. No eso no lo dice. No dice que tiene una baja tolerancia a la frustración (al primer fracaso, se va), que tiene dificultades para demorar la gratificación (quiere resultados inmediatos), que la persistencia del pensamiento egocéntrico lo lleva a no comprender los procesos democráticos, viéndolo todo como simples arbitrariedades. Eso no lo dice. Dice que se fue por culpa de unos dirigentes concretos, dirigentes a los que estuvo criticando reiteradamente a lo largo de años hasta perder toda su estima. Con su gran liderazgo de “persona de reconocido prestigio, no cuestionada socialmente”, sólo consiguió, años más tarde, menos de 1.000 votos, 40 veces menos que esos dirigentes “gente pequeña” a los que sigue culpando, en una reciente biografía, con nombres y apellidos, de unos de sus múltiples abandonos políticos, en la que, por cierto, tiene como profesión, además de la habitual, la de sindicalista, político y ecologista. En Neverland, cabe todo eso y mucho más.
Acostumbrado a la inmediatez de la propaganda, del marketing, no valora que detrás de lo que él llama comercialmente la “marca”, hay hombres y mujeres con ideales, con honradez política, con un trabajo social fuerte en la defensa del agua pública, de la vivienda, de los derechos de los vecinos en los planes de ordenación, de los barrios, de los servicios públicos, en la organización social, en el movimiento estudiantil, con los colectivos de trabajadores, con los sindicalistas de verdad, los que se lo curran en los centros de trabajo. Hombres y mujeres, comprometidos, desde abajo. Y todo ello, sin cobrar, sin relacionarlo profesionalmente. Un trabajo realizado, la mayoría del tiempo, desde un local que él consideraba cutre, y que estaba hasta apuntalado. Detrás de la “marca”, hay una confrontación de ideas y programas con políticos con mucho poder, en las instituciones y en los debates públicos. Una vida política contracorriente, con errores y aciertos, con momentos mejores, con travesías del desierto, pero una vida constante, de honestidad política, fidelidad a las ideas. Sin venderse. “Cosas pequeñas” pero que han mantenidas vivas las ideas y vivo el proyecto, la “marca”, que él, el gran líder, nunca tuvo, que nunca supo crear, que nunca supo mantener en el tiempo.
Por fin, en la prejubilación, ha conseguido ser el candidato de la “marca”. Mucho es el deterioro político, ideológico y moral en determinados ámbitos, no sólo para que lo haya logrado, sino para haberlo conseguido como lo ha hecho. Y el deterioro, la degradación, la degeneración de una “marca” lleva, tarde o temprano, a la desvalorización de la misma. Al candidato no le arriendo las ganancias en sus nuevas transmigraciones. Tampoco a la “marca”. Pero la ofensiva capitalista es muy fuerte, para perder el tiempo con “grandes hombres” que consideran “pequeña gente” a los hombres y mujeres pertenecientes a la clase trabajadora que no son clientes, y se atreven a hacer política, cuando, en estas islas, esta actividad ha sido patrimonio y privilegio de una élite que ha monopolizado también “el mercado político de las marcas”. Pero, así y todo, los hombres y mujeres del proyecto no se van a dejar avasallar -aviso a navegantes-, y se dedicarán a luchar social y políticamente como siempre lo han hecho, con todos los instrumentos a su alcance, porque lo único que ambicionan es la transformación social.
* María Puig Barrios.
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