Eloy Cuadra Pedrini / Artículos de opinión.- ¿Nunca se han preguntado por qué el Gobierno del Partido Socialista (PSOE) en España ha abandonado de manera tan clara los postulados tradicionales de la izquierda para abrazar sin tapujos las recetas del neoliberalismo? La respuesta es clara: por pura supervivencia el PSOE dijo adiós a la izquierda.
¿Y no les causa extrañeza que tras la deserción del PSOE, un partido como Izquierda Unida, con un programa a la sazón tan preocupado por el bienestar social y el justo reparto de la riqueza, siga contando con tan escaso apoyo entre el electorado? ¿Tan simpático es Rajoy que en España nos hemos vuelto todos de derechas? Ironías aparte, pese a la abdicación del PSOE es evidente que en España hay mucha gente que sigue pensando y viéndose a la manera de la izquierda pero por alguna razón no acaban de definirse. A mi modo de ver, esa indefinición encuentra su origen en eso a lo que llamamos paradigma dominante, un paradigma que empieza a perder su conexión con la realidad.
El paradigma del que les hablo no es otro que el polo de opuestos Derecha-Izquierda. La realidad es que hoy hay mucha gente en nuestro país, en Europa, en Occidente, que ha sido, es o se siente de izquierdas pero no encuentra partidos políticos que les representen o con los que lleguen a identificarse hasta el extremo de ir a votarles. Todos estos ciudadanos huérfanos de la izquierda están, sin darse cuenta, abandonando el viejo paradigma dialéctico Derecha-Izquierda. Todos ellos piensan y a veces también actúan en base a un nuevo paradigma al que aún no se le ha dado nombre, del que apenas se habla, que apenas se usa para explicar la realidad. No importa, está ahí, funciona aunque no lo sepamos.
- ¿QUÉ HAY DEL VIEJO PARADIGMA?
Antes de ver cual ese nuevo paradigma explicativo al que aún no hemos puesto nombre, bueno será ver qué ha pasado con el viejo paradigma.
La derecha triomfant.
Como bien dice en el título de este ensayo: “Adiós a la izquierda”. Nada dice de adiós a la derecha, sobran pues más comentarios. Y es que la derecha es en esencia conservadora, la derecha no quiere que nada cambie y si ha de cambiar que sea sólo para reforzar aún más sus postulados ideológicos en la realidad. Como sucede precisamente ahora con la sempiterna crisis y el terrorismo internacional, estados que nos traen incertidumbre y miedo para convencernos de que la única solución es más derecha. Lo que ocurre es que a la derecha le es también necesario tener enfrente a un adversario poderoso al que oponérsele frente al que justificar su ideología, la dialéctica de la confrontación, el par de opuestos debe seguir vigente. ¿Qué pasa si no hay izquierda como de hecho está ocurriendo hoy? Habrá que buscar otro par de opuestos, habrá que avanzar hacia otro paradigma explicativo. Y en ese camino vamos desde hace ya unos años. El viejo paradigma está mutando cada día más empujado por la derecha hacia otro que ya lo profetizó un tal Huntington cuando habló del “Choque de Civilizaciones”. Occidente y el capitalismo versus Oriente y el fundamentalismo islámico. Este es el nuevo paradigma explicativo al que desea evolucionar la derecha, el problema con el que no contaban y tampoco han resuelto en Occidente son los nuevos invitados a la fiesta, potencias emergentes como China, Brasil y La India que no encajan demasiado bien en este esquema simplista que propone la derecha reaccionaria. Poco más que ustedes no sepan podemos decir de la derecha y el viejo paradigma.
Izquierda, perdida izquierda.
La izquierda oficial hasta hace poco, el PSOE, están perdidos y han desertado de la izquierda (y no lo digo yo sólo, lean la foto de aquí al lado). Lo hicieron cuando asumieron desde el Gobierno y desde el partido que si querían sobrevivir en España debían ceder a los postulados y las recomendaciones de los Mercados en materia económica, traicionando así el ideario base de la izquierda (derechos sociales, igualdad y justicia social), pasando a hablar el mismo lenguaje que la derecha, y haciéndolo además en el marco propio de la derecha (más sobre el marco de la derecha en esta entrada: Llega el PP, paso a los elefantes). Esta traición del PSOE a la esencia misma de la izquierda sumada al desgaste propio de una crisis que no han sabido ni predecir ni solucionar, los ha arrastrado hacia una pérdida notable de identidad y con ella a un más que probable batacazo en las próximas elecciones. Pese a todo ellos seguirán enarbolando el viejo paradigma de la derecha y la izquierda, y continuarán arrogándose un lugar principal en esa izquierda, hablando de que son ellos y no otros los adalides de la defensa del estado del bienestar pérdido. Aunque la realidad es que el común de los ciudadanos sabe perfectamente que no es así, y no los reconocen ya como izquierda, y mucho menos como defensores de ese perdido estado del bienestar.
Queda por tanto un gran vacío en la izquierda aún no ocupado por ninguna fuerza política. Y no porque no quieran, pues ahí están los de la izquierda alternativa, postulándose como la auténtica y verdadera izquierda, prestos a cobrarse a los desencantados de la izquierda hasta ahora oficial.
Y bien, visto así el asunto, diremos que es normal que ese vacío que deja el PSOE lo ocupe la izquierda alternativa. ¿Qué apuestan a que no ocurre nada de eso? ¿Saben por qué? Porque esta izquierda alternativa va a seguir jugando y proponiendo soluciones en y desde el viejo paradigma explicativo de la derecha y de la izquierda, sin acabar de enterarse de que buena parte de la población aún sin saberlo no pensamos ya en base a ese paradigma, de modo que se torna difícil que nos convenzan con ese discurso.
Y los sufridos ciudadanos.
Ayyy… los sufridos ciudadanos. Padeciendo estamos las consecuencias de ese abandono de la izquierda que hacía posible hasta hace poco que disfrutáramos –más mal que bien- de un cierto estado del bienestar. Tras la pérdida hemos salido los ciudadanos a la calle masivamente a expresar nuestra indignación con consignas como: “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”, “no nos representar” o “no hay pan para tanto chorizo”. El resultado de todo esto: la farsa ha quedado al descubierto y ya no hay quien se la crea, el viejo paradigma no se sostiene.
Recordemos así, cómo eran las cosas cuando el viejo paradigma aún estaba vivo, recuérdenlo y vean cómo ha cambiado todo. Antes, por ejemplo, no se nos mostraba tan cruda, extendida y evidente la miseria y la esclavitud en la que vivimos la mayoría. Antes pocos sabían que mandaban Los Mercados sobre la política. Antes, la democracia, sagrada palabra, mantenía unas reglas del juego que eran respetadas y tenidas por válidas. Antes había un modelo, el capitalismo, y enfrente había otro, el comunismo. E incluso antes, no hace tanto, tras la caída en el 89 de uno de esos modelos, durante algún tiempo quedaron todavía en igualdad de fuerzas los que teorizaban a Friedman (conservadores) y los que optaban por Keynes (socialdemócratas). Hoy, nada de eso queda, y asistimos al triunfo incontestado de un absurdo (el neoliberalismo) del que sin embargo nadie acierta a liberarnos. Y hoy, cosa que no sucedía antes, nos estamos enterando de todo a través de los canales de información alternativos –las redes sociales, la red de redes, Internet-, canales que quedan fuera del control del sistema.
Y la farsa no es otra que la idea que nos habían hecho creer, de que nuestra democracia es en verdad una democracia donde la ciudadanía decide y es tenida en cuenta. Hoy sabemos que no existe tal democracia en una sociedad donde todo lo importante lo decide el poder económico ajeno al control del ciudadano.
El viejo paradigma explicativo de la derecha y la izquierda tiene sentido sólo dentro de esa farsa, ya que toma como base una premisa de partida: que hay en verdad una democracia. Desde el instante en que el ciudadano interioriza que no es así y asume que la democracia es una mentira, el viejo paradigma deja de funcionar en su interior y aparece la incertidumbre, el desasosiego, la búsqueda, la indignación o la desesperanza. Así, la mayoría sin darnos cuenta pensamos y actuamos ya desde otro paradigma aún no definido, que apenas se vislumbra en muchos casos, pero está y actúa en nosotros.
Como tantas veces, los ciudadanos van por delante de los políticos apuntando el camino a seguir, y la distancia se abre cada vez más entre clase política y sociedad civil.
Dicho esto, algunas preguntas nos quedan por resolver. ¿Cuál es ese nuevo paradigma explicativo? Y si lo hay, y si se hace visible: ¿habrá algún partido que se atreva a plantear y asumir abiertamente ese nuevo paradigma como eje de sus propuestas?
- UNA CLASIFICACIÓN SOCIAL:
ENTRE EL VIEJO Y EL NUEVO PARADIGMA.
Antes de responder a las cuestiones que nos quedan, se me ocurre hacer un interesante ejercicio prospectivo para ver, a grandes rasgos, cuantas clases o categorías de ciudadanos convivimos hoy en esto a lo que llamamos sociedad a caballo entre el viejo y el nuevo paradigma, y qué preferencias tomamos en cada categoría a la hora de jugar a la farsa democrática que nos proponen, esto es: las elecciones. Una clasificación que a grosso modo divido en cuatro grupos.
I.- Los diligentes.
Metemos en este grupo a los que por suerte o por méritos propios –por ser diligentes- y pese a la crisis viven bien o muy bien y no les afecta lo que está sucediendo. Aquí están los que mandan y manejan, los poderosos, los dirigentes, y todos los que juegan con fortuna y habilidad, en beneficio propio, al juego que nos propone el sistema. Muchos de éstos saben también de la farsa, saben que no funciona ya el viejo paradigma pero no les interesa que nada cambie puesto que les va bien, de ahí que continúen manteniendo y favoreciendo dicha farsa.
La mayoría de los de este grupo votan y votarán por el PP, por el PSOE o por algún que otro partido de los tradicionales afectos al sistema, incluidos los nacionalistas.
II.- Los mansos.
Helos aquí esa notable parte de la ciudadanía que sufre los rigores de lo que está pasando, pero se adaptan, asienten y se resignan, bien porque no creen o no encuentran la manera de poder cambiar las cosas, bien porque no se dan cuenta de la farsa pues viven engañados, abducidos o adormitados por el sistema y sus mecanismos de control de masas.
Entre este grupo, en general habrá quienes voten a partidos minoritarios, alternativos o no, los hay que votarán por el PP buscando en ellos al salvador, o lo harán por el PSOE por un extraño vínculo afectivo, o por un partido nacionalista si lo que les pueda más es la identidad, y los habrá también que no voten, ignorantes, orgullosos en su desdén o simplemente apáticos.
III.- Los militantes.
En este grupo está esa parte de la ciudadanía despierta, activa y comprometida que vive, mejor o peor, y se da cuenta de la farsa pero sigue pensando que es posible jugar con las reglas del sistema y cambiar las cosas. Los militantes creen todavía en el viejo paradigma porque lo llevan metido muy adentro, aunque a muchos les empieza a sonar ya un rumor en su interior que les habla de un paradigma nuevo. Mayoritariamente de la izquierda alternativa o auténtica, los militantes, no todos militantes propiamente dichos, se identifican con esa ideología de la izquierda que añoran ver realizada en la sociedad. Algunos desencantados del PSOE vendrán también a sumarse a este grupo.
Entre éstos, la mayoría votan y votarán a los partidos de la autentica izquierda o a cualquier otro partido minoritario que plantee alguna alternativa a los grandes partidos, y algunos, sólo algunos optaran por votar en blanco.
IV.- Los escépticos.
Y aquí está el último de los grupos, conscientes de la farsa, mas no sólo de la farsa, también del absurdo que envuelve la esencia misma de la actividad humana a esta lado del mundo. También, como en el grupo anterior, activos y comprometidos socialmente muchos. La diferencia entre los escépticos y los militantes es que éstos últimos han perdido ya toda la fe en este sistema y en sus reglas del juego, convencidos de que es imposible cambiar nada jugando a un juego donde las reglas están hechas para favorecer siempre a unos pocos en detrimento de la mayoría. No obstante hemos de aclarar, todos estamos dentro del sistema, de ahí que también los escépticos tengan que jugar aunque no les guste a lo que el sistema nos propone. Eso sí, únicamente juegan los escépticos a lo que les es por supervivencia obligado, para lo demás, piensan y trabajan ya en otra cosa, en otro mundo distinto mejor que este y muchos sin saberlo, lo hacen desde ese nuevo paradigma latente.
En este grupo cada día más numeroso muy pocos son los que votan a algún partido sabedores de la inutilidad de hacerlo, pues hacerlo es legitimar la farsa. Para la mayoría de los escépticos la única vía que queda en elecciones es no jugar o romper las reglas del juego, optando así mayoritariamente por la abstención activa y por el voto nulo.
Algunas apreciaciones acerca de los cuatro grupos y el paso de sus integrantes de uno a otro. Los diligentes, por ejemplo, pueden caer en desgracia y acabar en el grupo de los mansos, o pueden despertar a una nueva conciencia, cosa más extraña, y pasarse a cualquiera de los otros dos grupos, los militantes o los escépticos. Y al contrario los mansos, pueden por un golpe de suerte o por méritos propios mejorar su situación y pasarse al grupo de los diligentes, o pueden perder el miedo y volverse menos mansos con los militantes o los escépticos. Más de lo mismo para los militantes, éstos pueden sufrir desengaños y derrotas en un número tal que los lleven a plantearse un paso al grupo de los diligentes, o pueden por la misma razón convertirse en escépticos. Sin embargo, nada de esto ocurre con los escépticos. El que se convierte en escéptico nunca más volverá a formar parte de ninguno de los otros tres grupos. Cierto, le puede a un escéptico ir muy mal la cosa hasta el punto de acabar viviendo peor que el más miserable de los mansos, pero ello no le impedirá seguir siendo escéptico. Es simple: quien deja de creer definitivamente en algo es imposible que vuelva a creer algún día en eso en lo que dejó de creer.
La conclusión que podemos sacar de este último análisis no ha de gustar mucho a los adalides del sistema, osease, los diligentes. A saber: el grupo de los escépticos se hace cada día más y más numeroso. Tampoco es este análisis muy del agrado de los militantes, a los que les gustaría ser la única y auténtica opción de lucha contra el sistema. Pero, queridos míos, no se puede luchar contra alguien más poderoso que tú dejándole que ponga todas las reglas.
- PASO AL NUEVO PARADIGMA.
Y al fin llegamos al momento en que toca apuntar cuál es ese nuevo paradigma político que explica la realidad en la que vivimos una vez que afirmamos que el viejo paradigma Derecha-Izquierda ha dejado de ser representativo. Algo que es del todo evidente, pues se trataba de un paradigma dialéctico, una confrontación de fuerzas, derecha e izquierda más o menos en igualdad de condiciones. Hoy no hay tal igualdad, la izquierda es un sueño de algo que fue, una falacia, un mito que se resiste a perderse, cualquier cosa antes que algo con fuerza suficiente para oponerse a la derecha triomfant. Habíamos hablado de otro paradigma al que pretendían avanzar los de la derecha, Occidente Vs Oriente, pero no nos gusta y tampoco nos representa. ¿Cuál nos queda entonces? Estoy seguro que más de uno lo tenemos en mente, pero creo que será mejor dejarlo para una futura entrega.
Eloy Cuadra Pedrini
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