José López Sánchez * / Artículo de opinión.- José López es autor de los libros "Rumbo a la democracia", "Las falacias del capitalismo", "La causa republicana" y "Manual de resistencia anticapitalista", así como de diversos artículos, publicados todos ellos en múltiples medios de la prensa alternativa.
El clásico dilema, objeto de intensos debates en la izquierda en su día, Reforma vs. Revolución, es en verdad una disyuntiva secundaria. La verdadera clave reside en la democracia. Analizando extensamente las experiencias revolucionarias históricas (sobre todo la Revolución rusa) y aprendiendo de ellas, este libro pretende contribuir a la reformulación de la teoría revolucionaria para el siglo XXI. En dicha teoría, el marxismo debe ocupar un lugar importante. Usando el propio método marxista es posible explicar los errores ideológicos y desprenderse de ellos. El marxismo, despojado de sus principales errores gracias al uso adecuado del materialismo dialéctico, puede resurgir con fuerza y contribuir notablemente a la revolución del siglo XXI. Ésta debe girar en torno al concepto de democracia, entendida ésta en su acepción original, en su sentido más amplio y profundo. Sin el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no será posible la transformación radical de la sociedad, como la historia nos ha enseñado. Sin la suficiente democracia no será posible superar el capitalismo, alcanzar una sociedad justa y libre. La emancipación individual y social sólo puede hacerse mediante el desarrollo de la democracia. Cada individuo, el proletariado, el pueblo en general, sólo puede emanciparse por sí mismo. La democracia, la libertad, es al mismo tiempo fin y medio. El fin está contenido en los medios.
El debate entre quienes defendían la revolución, la ruptura brusca con el sistema capitalista representado políticamente por la democracia liberal, y quienes defendían el reformismo, la vía de las reformas graduales dentro de la propia democracia burguesa, protagonizó durante largo tiempo la actividad intelectual de la izquierda, cuando ésta estaba viva. Las discrepancias se tradujeron en escisiones, en la división de la izquierda en dos ramas principales: la izquierda revolucionaria, los marxistas y los anarquistas fundamentalmente, y la izquierda reformista, la socialdemocracia (si bien inicialmente teníamos una socialdemocracia revolucionaria, la rama reformista se quedó con el nombre de socialdemocracia, socialdemocracia pasó a ser equivalente a socialdemocracia reformista). La primera defendía la conquista del Estado burgués y su transformación en la dictadura del proletariado (como así pretendían los marxistas), o la abolición inmediata del Estado (como así querían los anarquistas), y la segunda postulaba el uso del Estado burgués para ir progresivamente cambiando el sistema a favor del proletariado, incluso se conformaba con suavizar las contradicciones del capitalismo, en vez de superarlas. Con la perspectiva del tiempo, en base a las experiencias prácticas, podemos decir que ambas opciones, aparentemente por distintos motivos, fracasaron. El fracaso de la izquierda en general es manifiesto. Es por tanto imperativo replantearse, como mínimo, las estrategias.
Las experiencias anarquistas fueron muy breves en el tiempo. El verdadero problema de nuestra sociedad actual es la fuerte dependencia de élites. El objetivo supremo es conseguir una sociedad donde no haya ovejas ni pastores. Sin embargo, no parece posible luchar de forma espontánea o improvisada frente a un enemigo muy organizado, no parece probable vencer al enemigo renunciando a la lucha política o planteando una lucha política alejada de las masas y totalmente ajena a las reglas del juego actuales, no parece realista aplicar de forma inmediata la autogestión en una sociedad nada acostumbrada a ella, no parece factible pasar de golpe de una sociedad donde el poder está muy centralizado a una sociedad donde el poder esté totalmente descentralizado. Esto sólo será posible realizarlo de manera gradual. La organización global de la sociedad que plantea el anarquismo, desgraciadamente, no parece que pueda alcanzarse a corto plazo, sin una transición. Algunas de sus interesantes ideas pueden irse aplicando a ciertas escalas locales, en particular, la democracia directa, la autogestión, el federalismo, pero no parece ciertamente fácil aplicarlas inmediatamente al conjunto de la sociedad. Y sobre todo parece imposible vencer a la burguesía sin organizaciones fuertes, sin un movimiento político que acuda al campo de batalla, tal como es éste a día de hoy. No parece posible cambiar el sistema político sin hacer política. Por otro lado, la lucha sindical es insuficiente. Los anarquistas se han mostrado muy eficaces en la lucha sindical, pero no así en la política. Tal vez el espacio natural del anarquismo sea sólo el sindicalismo. Al menos por ahora. Sus principios son aplicables ya para las luchas parciales, las sindicales, pero no para la lucha global, la política. Para cambiar globalmente un sistema en las antípodas de los principios libertarios. En definitiva, no es posible cambiar el sistema sólo desde fuera del sistema, ni de la noche a la mañana.
Lenin, en su trabajo ¿Qué hacer?, nos da tal vez la clave de por qué los métodos anarquistas no han funcionado para la lucha política: La lucha política de la socialdemocracia es mucho más amplia y compleja que la lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno. Del mismo modo (y como consecuencia de ello), la organización de un partido socialdemócrata revolucionario ha de ser inevitablemente de un género distinto que la organización de los obreros para la lucha económica. Ahora bien, los métodos propugnados por Lenin se mostraron muy eficaces para conquistar el poder político, pero también para hacerlo degenerar en contra del proletariado. Indudablemente, habrá que tener en cuenta a Lenin, pero también habrá que rectificar sus métodos para volver a evitar sus errores. Quizás algunos de los principios anarquistas, como el federalismo, puedan utilizarse. Tal vez algunos principios básicos sean independientes de por qué se luche, dependan más bien de que se lucha y de que quienes luchan deben hacerlo de manera conjunta. Tal vez el objetivo de la lucha no sea tan importante y lo más importante sea el propio hecho de que se lucha. Quizás algunos principios organizativos empleados en la lucha sindical sean aplicables también a la lucha política. Tal vez lo más importante sea el hecho de organizarse y no tanto el hecho de para qué nos organizamos. Más en concreto, lo que determine los métodos organizativos sea sobre todo el tamaño de las organizaciones. Cuando éstas son pequeñas, cuando los intereses son locales, la democracia directa es factible. Pero en grandes organizaciones, cuando los intereses son mucho más globales, no hay más remedio que recurrir a la democracia representativa.
¿Es posible compaginar ambos tipos de democracia? ¿Es necesario complementarlas? ¿Puede o debe prescindirse de alguna de ellas? ¿Democracia directa o representativa? ¿O ambas? ¿Federalismo o centralismo? ¿Es posible compatibilizarlos? Quizás las peculiaridades distintivas entre la lucha política y sindical no justifiquen métodos de organización interna muy distintos. Sobre estas cuestiones hablaremos a lo largo del libro. Pues la clave del triunfo de la revolución y de su evolución reside en las cuestiones organizativas. La forma en que se organice la vanguardia revolucionaria determinará el devenir de la revolución. Cómo se organice dicha vanguardia puede sentar las bases de cómo se organizará la sociedad una vez despojada la oligarquía del poder político. La revolución es igual a la reorganización de la sociedad. La vanguardia revolucionaria debe organizarse para posibilitar el triunfo del proletariado, de las clases populares en general, del pueblo, para alcanzar el poder político, pero también para que la revolución no degenere. La vanguardia debe experimentar en su propia carne los métodos a aplicar en el futuro en la sociedad.
El marxismo y el anarquismo coinciden en el objetivo final, la desaparición del Estado, por lo menos tal como éste existe en la actualidad, pero difieren en la manera de alcanzar dicho objetivo. Para los marxistas el Estado se extinguirá a medida que el proletariado domine la situación, es decir, el proletariado debe hacerse primero con el Estado burgués y transformarlo, para los anarquistas debe abolirse inmediatamente. En la práctica, ambas opciones han fracasado, aunque por distintos motivos. El anarquismo apenas ha podido enfrentarse y vencer a la burguesía, o en general a cualquier enemigo suyo. El marxismo, por lo menos cierta aplicación del mismo, no ha logrado un Estado proletario, no sólo porque éste degeneró, sino que incluso porque finalmente colapsó. En el libro Los errores de la izquierda (el cual es un extracto de mi libro Rumbo a la democracia) analizo en detalle las causas del fracaso del anarquismo y del marxismo. En el artículo Relativizando el relativismo profundizo en dichos errores: el utopismo y un exceso de determinismo se sustentaron en un relativismo mal calculado. A dichos escritos remito al lector para complementar lo dicho en el presente trabajo.
El Estado proletario, vía tomada en Rusia y exportada al resto de países llamados “comunistas”, se convirtió en un Estado burocrático que acabó actuando en contra del pueblo. La dictadura del proletariado se transformó en la dictadura contra el proletariado. El Estado burgués gobernado por la socialdemocracia, vía tomada sobre todo por el poderoso partido socialdemócrata alemán, y exportada al resto de Europa occidental, fracasó en la mayor parte de países, salvo quizás sobre todo en los países escandinavos donde se lograron importantes avances sociales. Pero haciendo imposible en cualquier caso superar las grandes contradicciones del capitalismo, y no sólo esto, sino que fracasando incluso en suavizar dichas contradicciones, pues con el tiempo se agudizaron. Ernest Mandel nos hace un repaso exhaustivo de las experiencias prácticas socialdemócratas en su trabajo La naturaleza del reformismo socialdemócrata. El Estado de bienestar, resultado sobre todo de la presión en su día del peligro “comunista”, está siendo desmantelado en la mayor parte de países con la colaboración activa e imprescindible de los partidos socialdemócratas, demostrando así de paso que no fue realmente un logro de dichos partidos. En cuanto desapareció el bloque “comunista” del Este de Europa, en verdad en cuanto su colapso ya estaba anunciado, el capital internacional contraatacó y se inició el proceso de involuciones sociales, llamado neoliberalismo. Algunos importantes, aunque insuficientes, logros de la izquierda están siendo poco a poco finiquitados.
En ambos casos, reforma o revolución, el capitalismo triunfó. Ya sea por el colapso del régimen soviético que dio lugar a un capitalismo agresivo donde las mafias sustituyeron a la casta burocrática o se complementaron a ella, donde muchos de los antiguos dirigentes “comunistas” se convirtieron en capitalistas. Ya sea porque se implantó en la China “comunista” un capitalismo de Estado que provocó grandes desigualdades sociales y que lejos de erradicar la explotación del hombre por el hombre sustentó en gran medida su crecimiento económico en ella. Ya sea porque las vías de las reformas se abandonaron y se claudicó definitivamente ante los postulados del capitalismo, como así sucedió con la socialdemocracia, convertida de facto en el mejor aliado del capital para someter a la clase trabajadora en nombre del proletariado. No hay más que observar las políticas aplicadas por los supuestos partidos socialdemócratas en Europa en el momento histórico presente. El dominio de la derecha es absoluto y más que evidente. Si bien parece estar empezando a fraguarse un nuevo resurgimiento de la izquierda. Hay ciertos síntomas de este renacer, pero todavía queda mucho para que realmente la izquierda vuelva a tener cierta iniciativa. Por ahora, la izquierda está desaparecida en combate. Este libro pretende aportar un granito de arena para el imprescindible debate en la izquierda.
Pero, ¿fracasaron realmente ambas vías, revolución y reformismo, por distintos motivos?
A lo largo de este libro intentaré responder a esta pregunta. Mi intención es demostrar que realmente ambas vías fracasaron por el mismo motivo: su incapacidad de desarrollar la democracia, el medio político para transformar la sociedad. Lo ocurrido en los países burgueses, gobernados en ciertos periodos por partidos socialdemócratas, es de sobras conocido por todos los ciudadanos, especialmente por los que sufrieron las políticas socialdemócratas. Este libro se ha escrito desde uno de esos países: España. Si bien es cierto que en España se han dado circunstancias muy especiales (el peso del franquismo sigue siendo demasiado importante en nuestros días), en líneas generales, las políticas de los sucesivos gobiernos “socialistas” españoles han sido prácticamente calcadas de las realizadas en otros países, con ciertas diferencias de matices. En definitiva, todo el mundo conoce cómo están gobernando los partidos de la supuesta izquierda reformista en todos los países donde ha alcanzado y ejercido el poder político. La izquierda revolucionaria no ha podido alcanzar el poder político en casi ningún país de Europa o de Norteamérica, del llamado Primer Mundo en general. Lo cual, dicho sea de paso, es todo un síntoma. Del fracaso de la izquierda revolucionaria dirán algunos, de las limitaciones de las democracias burguesas dirán otros. Pero una cosa está clara: cuando la izquierda transformadora llega al poder en las democracias burguesas, se producen golpes de Estado (España en 1936, Chile en 1973, por poner sólo un par de ejemplos). Las democracias burguesas parecen terreno prohibido para la izquierda más radical. ¿O no? Latinoamérica pudiera empezar a romper esta regla no escrita. Pudiera. El tiempo hablará, como siempre.
Por consiguiente, este libro se centra sobre todo en analizar los fracasos de la izquierda revolucionaria allá donde haya gobernado. Y, dado que su gran faro ha sido la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), nacida como consecuencia del triunfo de la primera revolución proletaria, la revolución más importante de la historia junto con la francesa, como no podía ser de otra manera, este libro se centra sobre todo en analizar la degeneración y colapso de la revolución en dicho país. La mayor parte de países que implementaron, o intentaron construir, el socialismo, cierta forma de socialismo, imitaron el modelo ruso. La revolución china empezó donde acabó la degeneración de la revolución rusa: en el estalinismo. Lo cual demuestra, dicho sea de paso, la importancia, la, a veces, decisiva influencia de la ideología. Así como el estalinismo ruso influyó en la revolución china, que partió del propio estalinismo, no puede descartase, ni mucho menos, la influencia del marxismo-leninismo en el estalinismo. Con una diferencia fundamental: el estalinismo chino fue una simple traslación del ruso a la China de 1949, el estalinismo chino y ruso no se contradecían, eran esencialmente lo mismo, a pesar de ciertas diferencias culturales e históricas, mientras que el estalinismo surgió a partir del marxismo-leninismo como una negación de éste. En un caso se produjo una continuación, en el otro una ruptura.
¿Cómo pudo ser eso posible? Esto sólo puede explicarse mediante la dialéctica, que nos dice que en el marxismo-leninismo existía el germen del estalinismo. Las contradicciones existentes en el marxismo-leninismo se decantaron hacia la negación del propio marxismo-leninismo. En este libro se hace especial hincapié en explicar los fundamentos del materialismo dialéctico, sin el cual es imposible explicar verdaderamente el surgimiento del estalinismo a partir del marxismo-leninismo. El objeto central de este libro es, por tanto, analizar el surgimiento del estalinismo a partir del marxismo-leninismo, cómo el blanco se convirtió en negro. Por consiguiente, el caso más analizado va a ser, con mucho, el ruso. Y el análisis se va a centrar sobre todo en la evolución de la revolución rusa hasta derivar en el estalinismo. Es más, en este libro se analizan sobre todo las posibles influencias ideológicas o metodológicas del marxismo-leninismo en el estalinismo. Esto no quiere decir que quien escribe estas líneas desprecie otros factores, como los factores materiales. Para un estudio más detallado de dichos factores remito a diversos libros donde se analizan con mucha mayor profundidad, como Rusia: del socialismo real al capitalismo real de Ariel Dacal y Francisco Brown, como La revolución traicionada de León Trotsky, como Rusia: de la revolución a la contrarrevolución de Ted Grant, por poner unos pocos ejemplos. El lector podrá encontrar muchas más referencias bibliográficas al final del presente libro. Lo verdaderamente crucial en nuestros tiempos para intentar reconstruir la teoría revolucionaria, sin la cual no es posible la revolución, radica en determinar por qué el marxismo-leninismo dio lugar al estalinismo. En esa transición está la verdadera clave para entender por qué el “socialismo real” fracasó. Porque el “socialismo real” no cayó cuando la URSS colapsó, sino cuando surgió el estalinismo. La caída de la URSS fue una consecuencia directa, aunque retardada en el tiempo, diferida, del surgimiento del estalinismo. El verdadero fracaso fue el surgimiento del estalinismo. Es imperativo saber por qué fue ello posible.
Si no aprendemos de los errores del pasado estamos condenados a repetirlos. Este libro no es un simple pasatiempo (se me ocurren muchas cosas más interesantes que hacer, que escribir o leer un libro de historia o política), no se trata de hacer “turismo político”, de puro entretenimiento, sino que es una cuestión de vital importancia en nuestros tiempos. Éste no es un libro de historia, en el sentido estricto de la palabra, es un trabajo que pretende aportar algo a la causa revolucionaria del presente. Si se recurre a la historia es para aprender de ella, no para solazarse en ella. Se trata de recordar y analizar para aprender, para cambiar, para actuar, en el presente y en el futuro. La historia es aquí un medio y no un fin. El pasado sirve al presente y al futuro. Y no al revés. Quien escribe estas líneas ha tenido que leer muchos libros de historia, de economía, de política, de filosofía, pero no por puro placer o divertimento. No, porque, en primer lugar, a mí la historia, la economía, la filosofía o la política, no me apasionan especialmente, y en segundo lugar, porque yo soy un trabajador que ha tenido que dedicar gran parte de su tiempo libre, de su escaso tiempo libre, a esta obra. He tenido que dedicar más tiempo y esfuerzo del que hubiera deseado. Yo no soy un intelectual que se dedica sólo a leer y a escribir. Yo no dispongo de todo el tiempo del mundo, ni mi vida está exenta de problemas o responsabilidades. Yo no estoy aburrido. ¡Ojalá lo hubiera podido estar un poco! Yo me he implicado porque he sentido la necesidad y el deber de hacerlo, porque creí que podría aportar algo y así lo he intentado. Esta labor para mí ha representado sobre todo un sacrificio, aunque desde luego me ha motivado mucho más que otras muchas cosas que he hecho en mi vida y que me quedan por hacer. Simplemente me he hartado de quejarme y de permanecer pasivo, de batallar solo, o acompañado de mi familia, en el día a día.
La lucha diaria, no cabe duda, es necesaria, pero no es suficiente. Por mucho que uno se resista individualmente ante el sistema, es imperativo cambiar éste colectivamente. No seré yo quien niegue la importancia del individuo. Si así fuera, no hubiera escrito el Manual de resistencia anticapitalista. Pero el sistema sólo puede cambiar si la mayoría nos implicamos, tanto individualmente como colectivamente. Son las masas quienes realmente marcan el devenir de la historia, a pesar de la gran influencia de ciertos individuos. Los individuos tienen que organizarse y unirse, pero sin anularse mutuamente ni ante al grupo, para poder cambiar las cosas. La revolución no es una idea romántica e idealista, es una necesidad vital para todos aquellos que todavía somos humanos, que sufrimos, que sentimos, que no nos conformamos, que vemos, que pensamos. La humanidad necesita cambiar para sobrevivir. Creo que ya es hora de que todos los ciudadanos corrientes nos quejemos menos e intentemos solucionar las cosas, de que pasemos a la acción. Ya sea ésta una u otra, teórica o práctica. La teoría, la conciencia, es el primer paso. Sin él no hay casi nada que hacer, pero sólo con él no basta. Debemos pasar a la acción, pero antes debemos saber cómo actuar, hacia dónde dirigirnos. La teoría revolucionaria nos permite saber el por qué, el cómo, el dónde. El cuándo nadie puede saberlo a ciencia cierta, pues la sociedad humana se comporta de cierta manera determinista, pero no de manera completamente determinista, ni mucho menos. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que si antes no resolvemos, todo lo posible, el por qué, el cómo, el hacia dónde, no habrá cuándo o si surge servirá de bien poco. Se nos avecinan años potencialmente revolucionarios, Internet puede provocar una auténtica revolución democrática mundial, no hay más que ver cómo las revoluciones se están propagando a la velocidad de la luz por distintos países árabes en el momento de escribir estas líneas. Pero los estallidos sociales no se traducen en revoluciones sociales si las masas se limitan a salir a la calle, fruto de la desesperación. Más que nunca, la revolución necesita también de los factores subjetivos, de la conciencia, de la estrategia, de la organización. Este libro, con toda humildad, pero también con toda contundencia, pretende ayudar a desarrollar dichos factores subjetivos. Debemos partir de las teorías existentes y corregirlas y adaptarlas a los tiempos actuales. Ahora contamos con un gran repositorio de experiencias revolucionarias prácticas que debemos analizar. A partir de ellas debemos aprender las lecciones históricas. La práctica realimenta a la teoría. Ésta es la esencia del método científico. Sólo podemos comprender la realidad mediante la ciencia. Sólo podremos transformarla mediante la ciencia también.
Como decía, este libro se centra sobre todo en el análisis de la transformación de la teoría marxista-leninista en práctica estalinista, en el análisis del fracaso de la vía revolucionaria. Por otro lado, en el capítulo Los defectos de nuestra “democracia” de mi libro Rumbo a la democracia, analizo los problemas de la democracia burguesa, especialmente de la española, pero en gran parte comunes a todas las democracias liberales. Esa democracia de los cinco minutos, del tiempo que se tarda en depositar una papeleta en una urna cada X años. Esa democracia donde el votante elige sin suficiente información, donde quien decide lo hace sin conocer de verdad las distintas opciones, donde lo hace estando desinformado en vez de informado, donde quien es elegido no rinde cuentas ante sus electores y se olvida de ellos hasta X años después. Esa democracia donde la participación popular es la excepción y no la regla, donde el control es simplemente ciencia ficción. Esa democracia, en definitiva, formal pero no real, esa ilusión del poder del pueblo. Problemas de la democracia burguesa, de la oligocracia, más en concreto de la plutocracia bajo la forma política de una partitocracia, que explicarían el fracaso de la línea reformista asumida por la socialdemocracia, aun admitiendo las buenas intenciones del reformismo (lo cual ya es mucho admitir, puesto que a estas alturas muy pocas dudas deberían quedarnos ya sobre las verdaderas intenciones de la socialdemocracia).
Lo dicho por Lenin en 1913 en su artículo Marxismo y reformismo lo hemos podido comprobar plenamente en la práctica, lo estamos comprobando también actualmente:
A diferencia de los anarquistas, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la clase dominante. Pero, a la vez, los marxistas combaten con la mayor energía a los reformistas, los cuales circunscriben directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital.
Cuando la burguesía liberal concede reformas con una mano, siempre las retira con la otra, las reduce a la nada o las utiliza para subyugar a los obreros, para dividirlos en grupos, para eternizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Por eso el reformismo, incluso cuando es totalmente sincero, se transforma de hecho en un instrumento de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia. La experiencia de todos los países muestra que los obreros han salido burlados siempre que se han confiado a los reformistas.
Por el contrario, si los obreros han asimilado la doctrina de Marx, es decir, si han comprendido que es inevitable la esclavitud asalariada mientras subsista el dominio del capital, no se dejarán engañar por ninguna reforma burguesa. Comprendiendo que, al mantenerse el capitalismo, las reformas no pueden ser ni sólidas ni importantes, los obreros pugnan por obtener mejoras y las utilizan para proseguir la lucha, más tesonera, contra la esclavitud asalariada. Los reformistas pretenden dividir y engañar con algunas dádivas a los obreros, pretenden apartarlos de su lucha de clase. Los obreros, que han comprendido la falsedad del reformismo, utilizan las reformas para desarrollar y ampliar su lucha de clase.
Cuanto mayor es la influencia de los reformistas en los obreros, tanto menos fuerza tienen éstos, tanto más dependen de la burguesía y tanto más fácil le es a esta última anular con diversas artimañas el efecto de las reformas. Cuanto más independiente y profundo es el movimiento obrero, cuanto más amplio es por sus fines, más desembarazado se ve de la estrechez del reformismo y con más facilidad consiguen los obreros afianzar y utilizar ciertas mejoras.
Lo más fácil para explicar el fracaso de ambas ramas de la izquierda, reformista y revolucionaria, sería acudir al trillado argumento de que el poder corrompe y quienes lo alcanzan actúan siempre igual, pero esto nos impediría detectar otros errores que, si no son corregidos, imposibilitarán que si alguna vez llega alguien menos corrupto al poder pueda ejercerlo en beneficio del pueblo, del conjunto de la sociedad. No todo el mundo es igualmente corrupto. Existen personas que han intentado cambios cuando han llegado al poder, de manera más o menos afortunada. Si quien siempre llega al poder sólo desea enriquecerse, no habría nadie que se enfrentaría a la oligarquía, nacional o internacional. Y, sin embargo, los ha habido, los hay. Quiere el ladrón, el corrupto, que todos sean vistos como de su misma condición. Recurrir a explicarlo todo por las malas intenciones de quienes llegan al poder, por la naturaleza intrínsecamente corrupta del ser humano, además de no ser cierto, no siempre por lo menos, sólo puede conducirnos al derrotismo, a la apatía. No podemos negar que las personas tenemos ciertas miserias. Pero, precisamente, si aspiramos a superarlas, debemos tenerlas muy en cuenta y establecer mecanismos concretos que las minimicen o las pongan coto. Esos mecanismos constituyen la democracia. Más importante que las intenciones de quienes llegan al poder político es el hecho de que existan mecanismos concretos, precisamente, que nos protejan de las miserias de las personas, que posibiliten que el poder pueda ser ejercido de otra manera, lo más independientemente posible de las intenciones de quienes lo alcanzan. El único sistema que puede garantizar el poder popular, el que se gobierne de acuerdo con el interés general, por lo menos en el cual se maximiza la probabilidad de que así sea, es la democracia, la verdadera. Debemos por tanto analizar los sistemas políticos que no han podido lograrlo, para detectar sus errores y corregirlos. Éste es el objetivo básico de este trabajo. Si no aprendemos de los errores, no podremos superarlos.
Y para llegar a la verdad, para acercarnos a ella, debemos desprendernos de todo dogmatismo, de todo sectarismo, los cánceres de la izquierda, del pensamiento humano en general. Pero también de todo prejuicio. Por lo menos debemos intentarlo, aun siendo conscientes de que es imposible desprenderse por completo del pensamiento dominante. Debemos contrastar todo lo posible. Quien escribe estas líneas así lo ha intentado. Ha leído a marxistas y a anarquistas, a trotskistas y a estalinistas, a bolcheviques y a antibolcheviques, a comunistas y a anticomunistas, a socialistas autoritarios y a socialistas libertarios, a socialdemócratas, a liberales, a conservadores, a fascistas, etc., etc., etc. Debemos practicar el pensamiento crítico y libre. Es cuestión de vida o muerte, intelectual. Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria. Y sin librepensamiento no hay teoría revolucionaria, o ésta es falsa o está muerta. Yo soy un simple ciudadano corriente que intenta aportar un granito de arena para mejorar el mundo que le ha tocado vivir. Me confieso de izquierdas, en cuanto a que aspiro a transformar radicalmente, de raíz, la sociedad actual, en cuanto a que reivindico una sociedad más libre, más igualitaria, más justa; pero no me caso con ninguna de sus corrientes, aunque por supuesto me siento más próximo a unas que a otras. Pero esto no me impide, al contrario, me impele a, criticar a la izquierda, cuando así lo estimo necesario. El mejor amigo no es el que adula, sino el que critica sinceramente, el que dice la verdad, lo que él cree que es la verdad. El crítico más sincero es, a su vez, el que permite e incluso incita a ser él mismo criticado, el que somete sus cuestionamientos a ser cuestionados, el que cuestiona y a su vez es cuestionado. Quien busca la verdad, busca, necesita imperativamente, el enfrentamiento ideológico, de igual a igual. Yo incito al lector a criticarme, a no leerme de manera acrítica, a contrastar lo dicho por mí. Al final de este libro se hallan todas las referencias bibliográficas consultadas para escribir este trabajo.
Si queremos superar el capitalismo, debemos luchar para que la izquierda transformadora vuelva a tener la necesaria fuerza para hacerlo. Debemos criticar constructivamente a la izquierda, tanto por cuanto respecta a la teoría como a la práctica. El capitalismo, probablemente, no sucumbirá por sí solo. Y si lo hace podría arrastrar al conjunto de la humanidad. Debemos luchar todos activamente para superarlo antes de que sea demasiado tarde. Y dentro de la lucha anticapitalista, la cuestión estratégica y organizativa es ineludible. La conciencia y la estrategia son los ingredientes fundamentales subjetivos de la revolución. Pero si no hay organización no hay estrategia. Sin una buena organización, que garantice el proceso revolucionario, es decir, que canalice el poder popular, de las bases, la revolución no se inicia o degenera. Pero no basta con conquistar el poder político, además hay que ejercerlo para que la revolución avance con determinación, se acelere, o por lo menos no se detenga ni retroceda. No puede haber una organización revolucionaria sin democracia. Organización revolucionaria es igual a implementación de la democracia. La democracia es revolucionaria. Revolución es Libertad. Libertad es Revolución. No puede hacerse la revolución sin democracia, llevada hasta las últimas consecuencias. Hacer la revolución equivale, en primer lugar, a cómo implementar la democracia, cómo desarrollarla. Y todo esto puede aplicarse también a la reforma, siempre que entendamos ésta como una revolución a una velocidad más lenta. Sea cual sea la velocidad elegida necesitamos el vehículo necesario para avanzar, para poder incluso elegir dicha velocidad. Ese vehículo tiene nombre: democracia. Ese vehículo hay que pensarlo e implementarlo, hay que diseñarlo y construirlo. Ese vehículo debe, además, perfeccionarse en el tiempo. Ese vehículo debe ser reparado o sustituido cuando se avería. Sin el vehículo apropiado no hay viaje posible. Si deseamos viajar hacia una sociedad mejor, debemos primeramente, prioritariamente, proveernos del vehículo necesario.
Volin en su libro La revolución desconocida comenta:
Las revoluciones precedentes nos han legado un problema importante, sobre todo las de 1789 y 1917: iniciadas extensamente contra la opresión, animadas por el poderoso aliento de la libertad y proclamando a ésta como fin esencial, ¿por qué degeneraron en una nueva dictadura de otras clases dominantes y privilegiadas y en una nueva esclavitud del pueblo? ¿Cuáles serían las condiciones que permitirían a una revolución evitar tan deleznable resultado? ¿Sería este fin, todavía por mucho tiempo, una especie de fatalidad histórica o sería el efecto de factores accidentales o sencillamente de errores y faltas que pueden corregirse en adelante? En este último caso, ¿qué medios podrían eliminar el peligro que amenaza ya a las futuras revoluciones?
El presente libro pretende contribuir a encontrar respuestas a estas preguntas. ¿Reforma o Revolución? Como intentaré demostrar a lo largo de este trabajo, la respuesta es: DEMOCRACIA. El lector juzgará si lo consigo o no. Si no lo consigo, por lo menos podré darle, tal vez, ciertas pistas. En cualquier caso, como mínimo, le haré reflexionar, habré contribuido al debate. Así lo espero. De esto se trata sobre todo.
Este libro, como todos mis escritos, se ha hecho con la mejor intención y desinteresadamente, sin el menor afán de lucro, y se distribuye gratuitamente. El tiempo y el esfuerzo empleados por mí en todos mis escritos se ven sobradamente recompensados si consigo aportar un granito de arena para la causa de lograr una sociedad más libre y justa, donde todos los ciudadanos podamos vivir en condiciones dignas.
Quien escribe estas líneas es simplemente un ciudadano corriente, un trabajador normal, que, en la medida de sus posibilidades, se implica. La lucha por una sociedad mejor, por su supervivencia incluso, nos atañe a todos los ciudadanos. No podemos ni debemos estar en manos de ninguna élite, de ningún consejo de sabios, de ningún grupo de gurús. La emancipación del proletariado, del pueblo, de la ciudadanía, debe ser obra del mismo proletariado, del mismo pueblo, de la misma ciudadanía. Cada ciudadano puede y debe implicarse. Sólo así lograremos una sociedad emancipada. Entre todos podremos. No todos podemos implicarnos de la misma manera, pero todos podemos aportar algo. El esfuerzo de cada individuo es necesario, por pequeño que sea. Si cada ciudadano se implica algo, la fuerza del pueblo, de la inmensa mayoría, será imparable. Las élites de turno sobreviven, nos dominan, porque muchos ciudadanos permanecen apáticos, porque aceptan lo establecido, porque sólo se quejan, porque no se rebelan, porque no se implican, porque piensan que ellos no entienden, porque creen que la sociedad, que la política, es sólo cuestión de expertos. Nunca lograremos una sociedad que beneficie al interés general, si aún muchos ciudadanos se mantienen al margen del diseño y construcción de las reglas del juego políticas y sociales. Esto es lo que desean las élites para mantener su statu quo: que pensemos que nosotros, los ciudadanos corrientes, no podemos aportar nada, que nos limitemos a ejercer de ovejas, que nos dejemos llevar sumisamente. Cuando, por el contrario, los ciudadanos de a pie nos impliquemos activamente, las posibilidades de una nueva sociedad se tornarán reales, se dispararán. ¡Animo al lector a implicarse también! ¡Aunque sea para criticarme!
Finalmente, decir que es posible acceder a todos mis escritos en mi blog: José López Blog Oficial (http://joselopezsanchez.wordpress.com/). Doy explícito permiso para divulgarlos libremente.
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- Descargar: Libro “¿Reforma o Revolución? Democracia” [PDF-3.79MB]
* José López es autor de los libros "Rumbo a la democracia", "Las falacias del capitalismo", "La causa republicana" y "Manual de resistencia anticapitalista". Publicados y destacados todos ellos en diversos medios de la prensa alternativa de Internet.
Blog oficial: http://joselopezsanchez.wordpress.com/
José López es un ciudadano normal, que trabaja y que tiene las mismas preocupaciones y problemas que la mayoría de sus conciudadanos. Empezó a escribir tras observar el famoso incidente del Rey de España en la cumbre iberoamericana de Chile de 2007, tras observar el tratamiento “informativo” del mismo. Harto ya de permanecer impasible, de tragar, de no ver, no pudo evitar abrir los ojos, no pudo evitar “despertar” del largo letargo en el que permanecía sumido. Empezó a escribir como simple ejercicio de poner por escrito lo que estaba viviendo, como si fuera un diario personal de un ciudadano, que por fin “despierta” y quiere dejar constancia por escrito de dicho “despertar”, de lo que observa, de lo que vive. El objetivo inicial era simplemente escribir lo que veía para no olvidarlo, para ordenar sus ideas, para compartir con sus allegados sus impresiones. Pero todo cambió cuando, animado por su esposa, decidió dar el siguiente paso: intentar publicar en la prensa alternativa alguno de sus artículos. No lo intentó en la prensa oficial porque tenía la certeza de que no lo iban a publicar. Cuál fue su sorpresa cuando el primer artículo que envió (aunque no fue el primero que escribió), titulado Los desafíos de la izquierda en el siglo XXI, fue publicado en todas las webs donde decidió enviarlo por correo electrónico. Y no sólo eso, sino que, según parece, por los comentarios que vio, por las opiniones que le expresaron diversos redactores, gustó bastante. Así pues se dio cuenta de que no se le daba del todo mal escribir (en este punto la crítica constructiva de su madre, lectora empedernida y escritora potencial dando sus primeros pasos, fue también decisiva) y de que no sirve de nada escribir si luego nadie le lee a uno (aparte de sus más inmediatos allegados). Se dio cuenta del poder de Internet, de la posibilidad de que un simple ciudadano medio pudiera emitir sus ideas (como si fuera un “mensaje en la botella”) para que otros ciudadanos pudieran leerlas, pudieran opinar sobre ellas, pudieran rebatirlas o criticarlas... José López es autor de los libros "Rumbo a la democracia", "Las falacias del capitalismo" y "La causa republicana". Publicados y destacados todos ellos en diversos medios de la prensa alternativa de Internet. [+ información]
DEJA A STALIN TRANQUILO, USTED TIENE "CAGALERA ANTICOMUNISTA"...METETE A CURA!! SE VE SE SIENTE EL SOCIALISMO ESTA PRESENTE ¡¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!VENCEREMOS!!
Publicado por: UN VIEJITO | 02/09/2011 en 11:35 p.m.