Francisco González Tejera * / Artículo de opinión.- En estos día de desolación y expolio de los derechos del pueblo, donde se invaden países para robar sus riquezas, se recortan salarios y pensiones a los más humildes, se destruye la naturaleza para negocio de los poderosos y se despide impunemente a millones de trabajadores en todo el mundo con la excusa de la crisis, la voz de Víctor Jara sigue viva 38 años después, desde que un 16 de septiembre de 1973 fuera asesinado por sus verdugos fascistas.
Ahora más que nunca son necesarias sus canciones que comprometen nuestro pensar, su lucha a muerte hasta el final cuando con sus manos destrozadas y herido de muerte fue capaz de seguir cantando y escribir en un trozo de papel ensangrentado su último mensaje en el Estadio Nacional de Chile: “Somos cinco mil”. Cinco mil detenidos en esa parte de la ciudad de Santiago, torturados, asesinados y desaparecidos en uno de los mayores genocidios de la historia orquestado y financiado por los Estados Unidos.
En este septiembre de 2011 sangriento, donde las grandes potencias imperiales celebran con pomposidad el aniversario de los atentados de las Torres Gemelas de aquel 11 de septiembre de 2001, nos meten por los ojos sus teorías falsas y manipuladas sobre estas más que dudosas acciones terroristas que tienen toda la pinta de ser un verdadero montaje, una mentira compulsiva que ha producido más de 250.000 muertes desde que los aviones se lanzaron contra las torres, decidiendo junto con su trouppe de aliados criminales (España entre ellos) las invasiones de Afganistán, Irak y Libia para apropiarse ilegalmente de sus recursos.
Por todo esto y por mucho más la guitarra trabajadora de Víctor Jara sigue sonando bajo los techos empobrecidos, allí donde la miseria impuesta por el capital asesina a millones de niños y niñas por hambre y sed, mientras la banca sube sus activos y el Fondo Monetario Internacional organiza y planifica el siguiente atraco a la dignidad de los pueblos.
Víctor sigue presente en cada acción de lucha en contra de este sistema asesino, su ejemplo nos marca el camino del amor revolucionario, ese que no se vende por nada ni se entrega al calor del dinero y la corrupción, el canto universal de los nadie, de los olvidados y desahuciados por esos pocos que solo piensan en seguir enriqueciéndose a costa del sufrimiento y la muerte de la mayoría de la especie humana.
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Francisco González Tejera
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