María Puig Barrios(*) / Artículo de opinión.- Los avances sociales en Europa.
1.- De la caridad y la beneficencia a la explotación capitalista
A lo largo de la Historia, se ha argumentado que las crisis agrícolas, las malas cosechas provocadas por las sequías, los huracanes y otros fenómenos naturales, eran los causantes de la pobreza, obviando la estrecha relación que mantiene la pobreza con la estructura social y económica dominante.
En Europa, desde finales del siglo XVI hasta mediados del XVIII, a la problemática derivada de la estructura social y económica – una sociedad jerarquizada, basada en la desigualdad social – se sumaron las crisis coyunturales (las epidemias, las crisis agrícolas, el estancamiento de la manufactura textil lanera), agravando la situación de los más desfavorecidos que tuvieron que emigrar a las ciudades. Crecía la sociedad improductiva, dedicada a veces al pillaje y al vagabundeo.
De la caridad del mundo europeo medieval – la limosna que cumplía las funciones de salvación del rico y de asistencia al pobre – se pasa, entonces, a la beneficencia pública. Los ilustrados asociaron las nociones de socorro y utilidad, el trabajo como generador social, aunque la disciplina del trabajo tomó un matiz claramente carcelario: Las casas de trabajo, los establecimientos que se encargaban de vagabundos y desocupados para convertirlos en mano de obra útil, las Work Houses en Inglaterra donde se adquiría hábitos y destrezas laborales, de acuerdo a “su condición y orden natural” hasta su colocación como aprendiz, a partir de los ocho o nueve años, los Hôpitaux Généraux en Francia y las Casas de Misericordia en España, de régimen cerrado. En el Hospicio de San Fernando de Henares, las niñas hacían blondas, las muchachas de 12 a 16 años cosían, las mujeres adultas hilaban y las ancianas hacían calceta. A los muchachos se les enseñaba a leer y escribir en el torno de hilar, los viejos a devanar y torcer, los hombres como peones. No faltaban los castigos corporales. La reeducación de las jóvenes acusadas de los delitos de prostitución –la prostitución es la expresión más dura, ayer y hoy, de la feminización de la pobreza -, y de vagabundeo, tenía lugar en las Casas Galeras o cárceles de mujeres, donde se trabajaba de 10 a 12 horas, o en las Casas de Arrepentidas.
Parecía obvio que la infancia pobre, en contraposición a la rica, no precisaba determinadas atenciones educativas, dejando a los hospitales, los hospicios y otros espacios de corrección, la función de modelarla. Con privación de libertad y castigos físicos. Para pasar de pobres de solemnidad, los desamparados, a pobres laboriosos, aquellos que aunque trabajando, su trabajo no les permitía asegurar la subsistencia.
Dicen que el propio Jean-Jacques Rousseau entregó los cinco hijos que tuvo con la sirvienta de posada, Thérèse Levasseur, a la asistencia pública, al establecimiento Enfants Trouvés. Más tarde, diría, en su defensa, que era la costumbre de la época y que los niños aprendían un buen oficio para escapar de la miseria. De hecho, en 1772, un tercio de los niños nacidos en Paris eran entregados a Enfants Trouvés. La filantropía privada completaba esta intervención mínima del Estado.
En la segunda mitad del siglo XIX se evidencia que la pobreza no es un fenómeno natural, sino de raíces socioeconómicas. Con la llamada Revolución Industrial, la oferta de mano de obra, mayor que la demanda de trabajo, permitió a los empresarios fijar duras condiciones de contratación. Se da la explotación sistemática, el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo. La desocupación se extendió como una sombra en la vida de los trabajadores del siglo XIX. Por ello no es raro que las palabras obrero y pobre se identifiquen en este período. Se producen las primeras huelgas - las grandes huelgas terminan muchas veces en confrontaciones sangrientas - y los primeros sindicatos. Las grandes desigualdades sociales económicas existentes, invalidaban los derechos civiles y políticos teóricamente conquistados en la Revolución Francesa de 1789.
2.- El comunismo, la amenaza más temida por el capitalismo.
…..Y la clase trabajadora avanzó como nunca lo había hecho a lo largo de la Historia.
Aparece, en la segunda mitad del siglo XIX, la teoría hasta ahora más original y brillante, que introduce no sólo el análisis científico del modo de producción capitalista, sino también la elaboración de una alternativa revolucionaria para llevar al poder al proletariado. Es el marxismo que afirma que el modo de producción determina la estructura de la sociedad. Por ejemplo, el modo capitalista, basado en la propiedad privada de los medios de producción, determina la división de la sociedad en dos clases antagónicas, una, la que posee los medios de producción y el capital, y la otra, la que no posee más que su fuerza de trabajo, o en versión más actual, su capacidad de trabajo.
Ese modo de producción capitalista imperante determina el carácter y la estructura de la sociedad. Al cambiar este modo de producción, cambia también todo el régimen social, cambian las ideas políticas, jurídicas, culturales y cambian las instituciones correspondientes. El cambio de modo de producción constituye una revolución.
Las primeras revoluciones sociales de 1848 dan paso, entonces, a movimientos más amenazadoras para el capitalismo. El triunfo de la Revolución Bolchevique en 1917 confirmó que la amenaza no era teórica sino real.
En los años 20 del siglo XX, sigue avanzando en Europa el movimiento que el capitalismo considera amenazador. Nacen los Partidos Comunistas cuyo principal objetivo histórico es la supresión revolucionaria de la sociedad capitalista, y el establecimiento de una sociedad socialista como paso previo a la construcción gradual de una organización social comunista.
El movimiento obrero se empodera y en los años 30, frente al fascismo, se producen la coalición de la izquierda en los Frentes Populares, en Francia, en España, que se traduce en avances sociales (los Acuerdos de Matignon, en Francia). Después de la II Guerra Mundial (1939-1945), los partidos comunistas se fortalecen, extendiéndose por el Este europeo y participando, en Europa occidental, en los gobiernos de unidad nacional compuestos por todas las fuerzas de la Resistencia al fascismo, que deciden grandes avances sociales, como la nacionalización de numerosas empresas estratégicas, la reducción de la jornada laboral, la creación del sistema de la Seguridad Social.
Estas transformaciones ejercieron una notable influencia sobre la educación. Se produce una generalización de la escolarización obligatoria, aunque con un carácter dual, inicialmente, ya que la clase trabajadora accedía a la educación primaria y la clase superior a la enseñanza secundaria y la universitaria, que les aseguraba una mejor posición social.
El capital ha tenido y tiene mucho dinero y poder, muchas armas y muchas artimañas para frenar las reivindicaciones de la clase trabajadora y el avance de las ideas del socialismo como alternativa al capitalismo: la devaluación de la moneda, la inflación, el aumento del coste de la vida, las crisis, el uso de la fuerza, la represión, y también formas más sibilinas como las reformas y los pactos sociales para evitar los conflictos de clases.
Hubo que luchar y arrancar uno a uno los logros sociales. Un ejemplo de ello son las conquistas de las vacaciones.
En 1936, se consiguen las 2 primeras semanas de vacaciones pagadas (con los obreros en huelga en toda Francia, ocupando las fábricas, organizados en torno al Frente Popular), y después de nuevas batallas, la 3ª semana de vacaciones en 1956, la 4ª semana de vacaciones en 1969, y la 5ª semana en 1982, en Francia, con un gobierno de coalición de izquierdas en el que participaban ministros comunistas.
En algunos convenios se recoge la 6ª semana de vacaciones. Alemania está por delante de Francia, en lo que refiere a vacaciones y España como siempre, por detrás en los derechos sociales, pero algo nos llega del movimiento obrero europeo y también de los sindicatos españoles y del Partido Comunista de España, todos clandestinos, que son los que más han luchado, en condiciones muy adversas, por la democracia, la libertad y los avances sociales.
Los pueblos de Asia y África se fueron descolonizando, recuperando su soberanía. En estos dos continentes y también en América latina, muchos intentaron liberarse del capitalismo que les robaban sus recursos naturales y no les permitía desarrollarse, contando para ello con el apoyo político y económico del bloque socialista.
El proletariado no llegó al poder en el siglo XX, en Europa occidental, pero tenía ideas transformadoras, se fortaleció, luchó, fue logrando la intervención del Estado para cubrir las necesidades humanas básicas, la educación y la sanidad públicas, las pensiones, la vivienda, como derechos sociales y no como caridad pública, más derechos laborales, la creación de un fuerte sector económico público, avances sociales que mejoraron notablemente las condiciones de vida y de trabajo de la clase trabajadora.
3.- El desarme ideológico de la clase trabajadora
A partir de los años 80, con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos, y la elección de la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, que defendía la privatización del sector público, la desregularización del sector financiero, la flexibilidad laboral, y la mano dura con el sindicalismo, se constituye el poderoso núcleo duro del liberalismo, del que participa también el Canciller alemán conservador, Helmut Kohl y otros de siglas “progresistas”, como Felipe González. En esa década, ocurre, y no es casual, la crisis del bloque comunista y el oportuno aprovechamiento de la misma por parte del capitalismo. Se consolida cada vez más un proyecto neoliberal único en el que la economía capitalista se convierte en el eje dominante.
Pero, para llegar a las políticas de ajuste duro que estamos viviendo, el capital necesitaba hacer retroceder las ideas de transformación social que se había instalado sólidamente en el movimiento obrero durante los años de expansión económica. Para el capital, era fundamental hacer que la idea del socialismo, como forma de organización alternativa al capitalismo, perdiera terreno en la conciencia de los trabajadores.
Y el capitalismo desplegó su poderosa maquinaría propagandística, y los trabajadores hemos ido asimilando los valores ideológicos que nos iba inculcando. “El comunismo es malo, malísimo”. “Capitalismo es igual a democracia”. ¡Lo dijo el brujo! El brujo del siglo XXI: los Mass Media. Sin más posibilidad de análisis. De constatar errores y aciertos. De calibrar con calma lo que se nos venía encima. De comprender lo que habíamos ganado, organizados contra el capitalismo, y lo que podríamos perder, teniendo en cuenta la voracidad desmedida del capital. Sin posibilidad de reflexionar, de pensar. ¡Habló el brujo! “El comunismo es malo”. Así de rotundo.
Y los trabajadores europeos creímos al brujo Mass Media, creímos que los logros sociales conquistados no nos iban a ser arrebatados nunca más, que estábamos ya en el mejor de los mundos, en el fin de la Historia y de las luchas de clase. Y no sólo lo creímos, aplaudimos. Y votamos. A Thatcher, a Kohl, a Berlusconi, a Sarkozy, a Merkel, a Cameron, y a la extrema derecha (el 23% en Noruega con 41 escaños en el Parlamento). Y Zapatero, del PSOE, propuso a Rodrigo Rato, del PP, a la Presidencia del Fondo Monetario Internacional (FMI), y Sarkozy, del partido conservador UMP, propuso a Strauss-Kahn, del Partido Socialista francés, a la Presidencia del Fondo Monetario International (FMI). Porque el orden de estos partidos no altera la política económica capitalista del FMI. Pero el brujo no habló de democracia económica.
¿Es que los pueblos, la clase trabajadora no tenemos memoria? ¿Ni espíritu crítico?
Lo cierto es que mientras los voceros del capitalismo nos iban desarmando ideológicamente, y las y los trabajadores nos íbamos durmiendo en nuestros laureles, el capital iba actuando, haciendo prevalecer los intereses del capital sobre el interés general, reduciendo la intervención pública a favor del beneficio privado.
En los 90, después de la caída del bloque comunista, en el Este se produce una acumulación capitalista salvaje y en Europa Occidental se privatizaron las empresas que se habían nacionalizado, en las décadas anteriores: banca, eléctricas, astilleros, telefonías, transporte marítimo, aéreo, petroleras. En España, se creó, en 1996, el Consejo Consultivo de Privatizaciones y José María Aznar terminó la labor privatizadora de Felipe González en Telefónica, Endesa, Repsol, Tabacalera y Grupo Argentaria (Banco Exterior de España, Caja Postal de Ahorros, Banco Hipotecario de España, Banco de Crédito Local, Banco de Crédito Agrícola), empresas con grandes beneficios que ya no entran en las arcas públicas para repartir en bienes y servicios (educación, sanidad, etc.) a favor del conjunto de la ciudadanía. Entran en las cuentas privadas de una minoría que lo acapara todo.
4.- La acumulación capitalista en el Siglo XXI.
La Unión Europea, desde el tratado de Maastricht (1992) que modifica los tratados fundacionales de la UE, aboga por una política de desregulación y privatización. En estos momentos, la UE amenaza los servicios públicos aún sin privatizar y pide la desregulación de sectores como el postal, los puertos, ferrocarriles y las telecomunicaciones. Por otra parte, la libre competencia que inspira la política europea no es más que el mecanismo para conseguir que las grandes empresas expulsen a las pequeñas del terreno de juego que es el mercado y favorecer así la acumulación de capital en pocas manos. A nivel internacional, está la Organización Mundial del Comercio – OMC – creada en 1995 que toma acuerdos-marcos como el AGCS (Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios) destinado a ser continuamente mejorado en el sentido de una liberalización progresiva (privatización).
Mientras nos desarmaba ideológicamente, el establishment neoliberal creaba también instrumentos para la desregulación y la liberalización financiera:
- Revocación, en 1999, de la Ley Glass-Steagall, ley de 1933, aprobada en respuesta al crack de 1929 (la Gran depresión en EEUU) que prohibía la combinación entre bancos comerciales, por una parte, y bancos de inversión y otros servicios financieros por otra.
– La creación de los fondos de inversión y fondos de pensión para especular en los mercados hasta con el agua de abasto
- El capital-riesgo, regulado en España por una Ley de 1999) para la participación de su capital en empresas no financieras (pero sin vocación de permanencia), para contribuir a su expansión o reestructuración (la empresa crece, disminuyendo generalmente costes de personal, con despidos colectivos. Su valor aumenta y entonces, la empresa de capital-riesgo vende y se obtiene la plusvalía). Ocurre lo de la empresa canaria Vanyera que había funcionado toda la vida como empresa no financiera y después de una operación de este tipo, fracasa finalmente. Y es que con el capital riesgo no se trata de desarrollar una economía productiva que genere riqueza y empleo estable, sino de especular.
- Las subprimes (o hipotecas basuras) que se crearon del 2002 al 2006 y estallaron en el 2007, iniciando la crisis. El Vice-Presidente de unos de los bancos de inversión, creadores de las subprimes, el Goldman Sachs, era el Sr. Mario Draghi, el mismo que acaba de ser nombrado Presidente del Banco Central Europeo, y que iniciará su mandato de ocho años, el 1º de noviembre. No problem. Todo está en buenas manos. Se pone al zorro a guardar las gallinas.
– El Banco Central Europeo independiente de las instituciones democráticas y al servicio del sector privado, como recogía el proyecto de Constitución Europea abortado por los trabajadores franceses en referéndum y retomado antidemocráticamente en el Tratado de Lisboa.
– El mercado de deuda, la deuda país, los CDS (Credit Defaultd Swaps) que son seguros contra el impago de la deuda, los mercados secundarios (la reventa de los Bonos del Estado) para especular con la deuda de los Estados y llevarlos a la quiebra segura. Me olvido seguramente de otros instrumentos, pero están ahí, creados por el Establishment neoliberal, con un fin muy concreto: especular y obtener ganancias rápidas y cuantiosas.
Me olvido seguramente de otros instrumentos, pero están ahí, creados por el Establishment neoliberal, con un fin muy concreto: especular y obtener ganancias rápidas y cuantiosas.
Al final, llegan los salvadores a rescatar los países “en riesgo”: el nuevo Triunvirato UE, BCE, FMI que gobierna el Imperio de Occidente, al margen de la ciudadanía. Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional. Las recetas que proponen no son para acabar con todos esos instrumentos de especulación, de acumulación capitalista brutal, de quiebra de los Estados, de cuantiosas ganancias para unos pocos en detrimento del interés general, de los derechos y bienestar del conjunto de la ciudadanía. No. Eso no se toca.
Seguros del desarmen ideológico de la clase trabajadora, el FMI propone más recetas neoliberales de reducción del sector público, reducción de trabajadores públicos, reducción de los salarios de las y los trabajadores, reducción de los derechos sociales y laborales conseguidos con tantas luchas de la clase trabajadora. Un sólo aumento: el de la edad de jubilación. Las recetas son para acabar de desmantelar todo lo conseguido por la clase trabajadora en el siglo XX. ¿Escondemos la cabeza como las avestruces para no ver el peligro neoliberal? ¿Seguimos viviendo de las pequeñas rentas sociales que todavía nos quedan de los avances sociales conseguidos con las luchas de un movimiento obrero con conciencia de clase? ¿O nos rearmamos ideológicamente y retomamos la iniciativa?
5.- Y ahora, ¿Cómo lo hacemos?
Algunos dirán que la frase es: ¿Qué Hacer? El socialismo, claro. O, ¿Es que puede haber anticapitalismo sin un modelo alternativo de sociedad, sin el socialismo como alternativa al capitalismo? Parece que no. La Historia nos dice que no. Contra el capitalismo en su fase actual, no valen la tibieza, las medias tintas, las terceras vías, los sí críticos, las ideas light, el pensamiento débil que ya hemos vivido. No tienen fuerza Ideológica para confrontarse con la brutalidad capitalista.
El 15M, del que algunos dudan sobre cuál ha sido su origen y en qué terminará, nos ha confirmado algunas cosas importantes: que no hay tanta apatía ciudadana – también lo demostró la manifestación sindical del 29 de septiembre y otras manifestaciones políticas -, que muchos jóvenes españoles, considerados generalmente apolíticos, se han despertado para decir que quieren participar en las decisiones políticas que les afectan. Nos han demostrado que es mejor convocar directamente a la ciudadanía, desde abajo, comprometiéndonos con sus problemas y sus necesidades, que intentar una unidad entre grupos y personajes, con años de enfrentamientos entre sí que parece provocar más aburrimiento y conflictos que motivación o ilusión compartida.
Las tareas fundamentales de las y los trabajadores son las de reivindicar un modelo político conformado por repúblicas basadas en la dignidad de la persona humana, en la voluntad popular, y comprometidas en la transición hacia el socialismo. Nuestra tarea consiste en luchar por socializar los medios de producción y la riqueza mediante las fórmulas adaptadas a las características del actual período histórico, creando las condiciones que permitan promover el bienestar de la clase trabajadora, poniendo fin a la explotación y la especulación financiera del capitalismo, nacionalizando la banca y los sectores estratégicos de la economía, y permitiendo el desarrollo de pequeños emprendedores y autónomos.
La clase trabajadora, los pueblos, debemos reivindicar la abolición de todas las formas de imperialismo, de agresión, apostando por un desarme general y el establecimiento de un sistema de seguridad colectiva para un orden internacional capaz de asegurar la paz y la justicia social y económica en las relaciones entre los pueblos.
Se trata, por lo tanto, que el desarrollo del proceso revolucionario sea democrático y pacífico e implique en el plano económico la propiedad colectiva de los grandes medios de producción. Se trata de ir construyendo el socialismo del siglo XXI, democratizando la economía, analizando los logros y lo errores, corrigiendo, mejorando, perfeccionando, dialogando, participando, creando colectivamente una sociedad más justa que responda a los intereses de la mayoría.
Que se trabaje, de verdad, desde abajo, las propuestas de la convocatoria anticapitalista y por una alternativa socialista, comprometiéndonos en la lucha para resolver los problemas y las necesidades de la clase trabajadora. Sin más afán que la transformación social.
Que suene la Internacional (es nuestra, de la clase trabajadora, no de la SGAE). Que se cante que es el fin de la opresión, que el mundo va a cambiar de base, que los nada de hoy todo han de ser, que nos agrupemos todos en la lucha final. ¡Fuerte y vibrante! Como en algunos escenarios parisinos. Para que la oiga bien el capital. Y para que nos organicemos en torno a las ideas de transformación social que, vivas, nos permitieron avanzar y hacer retroceder el capitalismo.
* María Puig Barrios es Secretaria General del Partido Comunista de Canarias.
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