Ramón Afonso / Artículo de opinión.- Que Ignacio González Santiago se erija en adalid de la democracia ultraperiférica no deja de ser un chiste, pero nos da claves que para nada deben ser despreciadas. En su artículo Mándense a mudar, publicado el pasado 6 de julio en el periódico El Día, escupe verborrea cual político de éxito en esa democracia que ejercen los de su calaña, estos “caminadelado” que tan bien describiera Ezequiel Pérez “que parecen ir enfilados a lo que prometen, pero siempre se tuercen para defender lo suyo, no lo nuestro”, los que pagan con pólvora del rey el aforamiento que les proporciona inmunidad e impunidad, a los que el capital, en definitiva, les ha encargado que guarden como oro en paño los intereses de los mercados.
Decía Julio Cortázar que “Si algo distingue al fascismo y al imperialismo es precisamente su empleo tendencioso del lenguaje, su manera de servirse de los mismos conceptos…” Y es eso precisamente lo que más y mejor sabe hacer nuestro conspicuo demócrata de toda la vida. En un alarde de simplismo intelectual propio del personaje pretende hacernos creer que la democracia consiste en que su papá le compre un partido, que de chiripa entre al Ayuntamiento para defender los intereses de La Familia o que ahora, con el multi-imputado Miguel Zerolo, su conmilitón de hazañas municipales, siente sus posaderas en el Parlamento de Canarias “escondiéndose” de la más que probable imputación que le acecha por la costosísima campaña de su partido en 2007 pagada, según afirma la investigación judicial, con los dineros afanados en la compraventa de Las Teresitas. Y mientras, trapichea carguitos a cuenta de su partido, ahora una concejalía, luego una dirección general si Coalición le deja, ahora rompe un pacto, luego se brinda a lo que sea… Así y todo se permite el lujo de dar lecciones. “Hay ineptos entusiastas, gente muy peligrosa” como dice Lichtenberg.
En lo que habría que felicitarle es en su infinita capacidad para el insulto, los delirios de Ignacio González Santiago lo han llevado también a creerse en posesión de una incuestionable autoridad moral sobre los que, desgraciados de nosotros, sólo somos a sus ojos “políticos fracasados, provenientes mayoritariamente de partidos de extrema izquierda, libertarios, o sea, anarquistas, y buscavidas de todo tipo, bronquistas, borrachos, drogatas e indigentes,…”. Con sus bravuconadas sólo se descalifica aún más, si eso fuera posible.
Los pájaros contra las escopetas que dirían en mi pueblo… Otro guardián de la “democracia” que se afana en tapar con pomadas y ungüentos supuestamente democráticos sus pústulas morales que sólo supuran avaricia y maldad, reclamando contundencia policial contra los acampados, contra unos pacíficos ciudadanos que no han cometido ningún delito, mientras allí al lado, en la Cámara de Comercio, campa a sus anchas su presidente, su padre, Ignacio González Martín, que sí está imputado por presunta prevaricación y malversación de fondos públicos en la compraventa de Las Teresitas. No hay zotal suficiente para limpiar tanta podredumbre y ya no se aguanta el hedor en esas dependencias camerales, sin embargo en la plaza, los indignados le han dado la dignidad y la altura de miras de la que usted y los que son como usted carecen por muy diputado que se crea.
Pero convengo con usted en que “La democracia no puede permanecer inerme frente a los que la intentan debilitar, sino reaccionar con firmeza y de manera proporcionada contra ellos”, Eso precisamente es lo que hacen los “gitanos” -encima le sale el racista sin complejos que lleva dentro- del 15M, esos que denuncian a los que emboscados como usted en las instituciones han secuestrado a la política y puesto a la democracia al servicio de los ricos. Esos que han logrado que las clases populares descubran que el capitalismo es incompatible con el Estado de derecho y la democracia y acudan a las asambleas a presentar y debatir sus propuestas, a sentirse sujetos de su propia vida. Por eso también entiendo su nerviosismo “porque cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen” y el andamiaje de esa democracia suya ya empieza a tambalearse.
Ramón Afonso
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