Luis Alberto Henríquez Lorenzo / Artículo de opinión.- Estrenada en el año 1951, Bellissima, del genial cineasta italiano Luchino Visconti (1906-1976; además de cineasta, director teatral y de una veintena de óperas, escritor, aristócrata, miembro del Partido Comunista Italiano, homosexual a la vez que defensor de la familia tradicional de corte “aristocrático”), y con guión de Cesare Zavattini, con toda seguridad el guionista más importante del neorrealismo italiano, es una obra que inscribiríamos en el listado de las pertenecientes a la estética neorrealista. A mi juicio, de las suyas más fácilmente adscribibles a ese innovador movimiento “ético y estético” del cine del país transalpino; sin duda, una de las principales aportaciones de este último a la escena del cine europeo y aun mundial, con figuras de la talla de Vittorio de Sicca (1902-1974), Roberto Rossellini (1906-1977), Michelangelo Antonioni (1912-2007), o Federico Fellini (1920-1993), entre otros.
Se trata de una película la que nos ocupa que viene a significar, al menos en alguna medida, una suerte de culminación de las raíces neorrealistas del cine del autor de obras inmortales como El Gatopardo (1963), La caída de los dioses (1969), o Muerte en Venecia (1971). Porque no en balde lo más celebrado del cine de Visconti es justamente el período posterior a esa etapa inicial suya neorrealista, compuesto por títulos como, aparte de los tres que acabamos de citar, Ludwig. Luis II de Baviera (1972), Confidencias (1974), o El inocente (1976), etcétera. Películas de sugerente vistosidad narradas con un tempo que diríamos teatral, parsimonioso, de espléndida magnificencia, de decorados preciosista y rigurosamente recreadores de un esplendor aristocrático venido a menos, o que toca a su fin. Hasta el extremo de que la crítica unánimemente ha venido considerando que el cine de Luchino Visconti, queremos decir que el perteneciente a esa etapa más personal suya superadora del neorrealismo italiano, viene a erigirse como una crónica que da cuenta de la irremediable decadencia de la aristocracia italiana, arrumbada y al cabo sustituida por los nuevos tiempos burgueses, democráticos, proletarios, etcétera.
No obstante siendo así su cine, en 1960, ya ampliamente superado el neorrealismo italiano, o no gozando el mismo del exitoso favor del público propio de épocas precedentes (parecían quedar no poco lejos en el tiempo títulos esenciales de la cinematografía europea como El limpiabotas, Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán y Umberto D., de Vittorio de Sicca, Roma, ciudad abierta, Paisà (Camarada), o Alemania, año cero, de Roberto Rossellini, películas todas realizadas en la inmediata postguerra en Italia, de mediados de la década de los cuarenta a principios de la década siguiente), Visconti vuelve a sus raíces neorrealistas con una obra maestra titulada Rocco y sus hermanos.
Pero bien, pinceladas de historia del cine europeo aparte, lo que me interesa especialmente para el asunto o meollo de esta reflexión es referirme a un aspecto axial del argumento de Bellissima. No sin antes agradecer la circunstancia de haberla podido volver a ver, el martes 26 del pasado mes de abril, al buen hacer de los responsables del Aula de Cine de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria; al igual que aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid, para cursar o extender idéntico agradecimiento a los responsables de Vértigo, asociación de cinéfilos que también de manera desinteresada y periódica, muy periódica, proyecta cine de muy altos quilates, en Las Palmas de Gran Canaria. Desde hace años soy asiduo espectador cinéfilo de ambas convocatorias; convocatorias, por cierto, en las que jamás de los jamases he alcanzado a ver a ninguna de las cuatro “técnicas” de la Oficina de Desarrollo Local de Arucas con las que recientemente mantuve una entrevista para una oferta de trabajo, como tampoco a ninguno de los animadores socioculturales que recientemente han contratado en Arucas city. Pero a este asunto me referiré en breve, obvio que en este mismo artículo.
Veamos. El argumento de Bellissima es el siguiente: en los estudios de Cinecittà, el director Alessandro Blasetti viene realizando un castin con el objeto de seleccionar a la niña que actuará en su nueva película. En plena postguerra italiana, en un paisaje y paisanaje de destrucción y de reconstrucción, de cartillas de racionamiento y de estrecheces típicas de todo período de postguerra, Maddalena (inconmensurable Anna Magnani, llena absolutamente la pantalla, ella es Roma en estado puro: una de las tres grandes actrices italianas de todos los tiempos, para mí la más grande, con el permiso de Giulietta Masina, esposa de mi admirado Fellini, y de Sofía Loren) no escatima medios ni esfuerzos para conseguir el objetivo de que finalmente sea su pequeña María, una niña de apenas siete años, la elegida para la película. Completamente volcada en ese empeño, “empeña” sus días y no pocos de sus ahorros. E incluso confía la suerte de su pequeña a una especie de vivelavida llamado Alberto Annovazzi, en teoría cazatalentos para el cine pero en la práctica especulador sin escrúpulos. Finalmente, al cabo de tanto esfuerzo vano decepcionada, desengañada ante la comprobación de la vanidad y la miseria humanas que creyó descubrir entre los responsables de la película en los estudios de Cinecittà, y sobre todo habiendo invertido en el empeño muchísimo esfuerzo personal y casi todos sus ahorros, esto es, dinero del que necesitaba ella para vivir junto a su niña y su marido, arroja la toalla. Pero arroja la toalla para conservar su dignidad: en una intensa escena, en las postrimerías de la película, en la que los responsables de la producción cinematográfica llegan a su casa, luego de haberse mofado a pierna suelta de la niña, para hacerle firmar a la madre el contrato de la menor para la película, Maddalena los despide rabiosa. Y, como si despertara de una pesadilla, vuelve a la dignidad de su modestia de vida, de su pobreza, rechazando una oferta que, de haberla finalmente aceptado, podría haberle reportado una buena suma de dividendos, en un período el de la postguerra italiana que ya se sabe cómo debió ser.
Pues bien: un poco así me he sentido yo recientemente. Les cuento. El 21 de junio, jueves, recibo en mi móvil notificación de una oferta de trabajo convocada u ofrecida por Desarrollo Local del Municipio de Arucas. En ella se me indica que la pertinente entrevista tendría lugar el lunes de la semana siguiente, que fue 25. Pero no tiene lugar ese día previsto, sino el siguiente, martes 26, durante la mañana y horas del mediodía. Por la noche del día 25, esto es, el lunes anterior, me van a permitir que señale que me conceden uno de los premios del XI Concurso de Relatos “Rescatando la Memoria”, que convocan conjuntamente el Ayuntamiento de Arucas, la Federación de Empresarios de Arucas y Mapfre Guanarteme. De modo que con ese pequeño contento me voy a la entrevista al día siguiente. No es que supusiera o abrigara excesivas garantías de que me fueran a conceder una de las plazas ofertadas por el solo haberme ganado uno de los premios del concurso, no, para nada; pero sí que me sentía diríase que realistamente satisfecho, expectante. No más, ahí todo, sin excesivas euforias ni exageraciones o castillos en el aire.
Ingenuo de mí: 18 personas en total (trece mujeres jóvenes, cinco hombres jóvenes) para 11 puestos en tres modalidades: animador cultural (según me dijeron, especialmente para animación a la lectura en las bibliotecas de los barrios aruquenses), animador social (trabajo con jóvenes y con personas de la tercera edad), animador sociocultural en programas de igualdad de la mujer. Y no fui seleccionado: ninguno de esos 11 puestos ofertados fue para mí. Soy uno de los 7 aspirantes que se quedó sin uno de esos puestos de trabajo. Yo que, como docente, pago los platos rotos de la descomunal crisis económica aplicada a la enseñanza pública en todo el Estado a base de recortes -mientras el dizque socialista PSOE sigue en Andalucía corrompiendo a más no poder las administraciones públicas, con el ínclito Manuel Chávez a la cabeza de las operaciones corruptoras, nepotistas, amiguistas y partidistas, al tiempo que los dirigentes del PSOE en Canarias vuelven a pedir la confianza de los ciudadanos para las elecciones locales que ya tenemos encima, porca miseria...-, o lo que es lo mismo, sufro los recortes y las mentiras del Gobierno de Canarias a través de la consejera de Educación, Universidades y no sé qué más del Gobierno de Canarias, la inefable Milagros Luis Brito (“blindada” contra la crisis con 7.000 u 8.000 euros mensuales de sueldo; menos mal que al menos ella no levanta el puño cantando Arriba los pobres de la tierra), señora política del mismo partido al que pertenece ese portento de erudición y espiritualidad militante conversa que es el alcalde actual de Arucas, todo un digno delfín o discípulo de ese otro dechado de honestidad política que se llama Froilán Rodríguez... Así pues, sin otra que tener que aceptar deportivamente mi derrota, felicito a los agraciados, a los que deseo suerte, tino y muy buen hacer en la labor profesional que ya están desempeñando.
En realidad, no acepto la cosa, me rebelo, ¿para qué andarse con paños calientes? No me considero el número uno en nada, ni remotamente, ni es cosa de despreciar los méritos de los otros candidatos, seleccionados finalmente o no, sólo que la sospecha de que ahí hubo, como casi siempre, gato encerrado, ni me la van a arrebatar ni voy yo mismo a echarla en saco roto. Es decir, al menos me rebelo contra tamaña putada con el recurso de la palabra dignificadora, que diría el potente escritor Víctor Ramírez; la palabra no me la pueden arrebatar. No me la pueden arrebatar a mí, como tampoco pudieron arrebatar la dignidad a Maddalena, de quien me acuerdo en estos momentos, la abnegada madre en la película Bellissima, de Visconti. Como para mí la resolución de esa oferta de trabajo de marras no es sino un caso más, de los innúmeros que podrían citarse o aducirse, ejemplificador del nivel de nepotismo y de favoritismo o tráfico de influencias que en la actualidad predomina en las instituciones y administraciones públicas, incluso en la Iglesia católica -empeñada, más que en promover militantes, en seguir apuntalando su miserable, espantosa y patética crisis interna a base de promover mundanismos, burocratismos, nepotismos, espiritualismos desencarnados...-, no acepto nada; simplemente, me toca fastidiarme, joderme, mamarme la tranca: casi nada se puede hacer, pues como no duda en afirmar desde el agnosticismo un conocido mío, a su vez muy conocido en los ambientes de los movimientos sociales en Gran Canaria -cámara fotográfica en ristre-, el nivel de hipocresía, maldad, egoísmo, vacío de valores, manipulación politiquera, consumismo, crisis eclesial católica, pensamiento único neoliberal...
No acepto nada, de veras, me parece injusto todo, una jugarreta de tecnócratas ganados lo más probable por las exigencias del clientelismo politiquero, con el que al parecer Paulino Rivero y sus gubernamentales colaboradores se ufanan de estar remontando la crisis en Canarias. De modo que sí: no me bajo de la certeza de que tengo que joderme ante un nuevo caso, que muy de cerca me ha tocado, de injusticia y de nepotismo, amiguismo o tráfico de influencias y hasta de clientelismo politiquero; en este caso que nos ocupa, a favor de Coalición Canaria aruquense, hasta no hace mucho llamada popularmente la Coca, ¿por? O puede que de clientelismo politiquero de algún otro partido (Desarrollo Local parece que lo lleva el PSOE en Arucas, con Manolo López, el gato de Arucas, al frente), me da igual a estas alturas: salvo honrosas excepciones, que siempre son de agradecer y de celebrar, son los mismos perros con distinto collar.
Porque resulta que para haber podido obtener una de esas plazas ofertadas no fue suficiente el contar como cuento con una experiencia de más de 12 años de docencia (escuela pública, privada-concertada, centros de menores, escuelas-taller, agencia privada de profesores de clases de apoyo...). Como tampoco fue suficiente para obtener una de las plazas ofertadas de animador sociocultural a la lectura en las bibliotecas de los barrios aruquenses, contar con una licenciatura en Filología Hispánica (carrera que por activa y por pasiva fomenta el gusto por la palabra, por la lectura, por los libros), con cuatro cursos de Filosofía y de Teología (amor por el Logos, amor por sofía), con haber sido “premiado” hace algunos lustros con la distinción al socio-lector adulto más asiduo a la Biblioteca Municipal de Arucas, con el hecho de ser socio-lector de cuatro bibliotecas municipales de Gran Canaria, con tener seis libros publicados y otros tantos en prensa (algunos de ellos, en el fondo bibliográfico de la Casa de la Cultura de Arucas; desde luego, no son obras maestras precisamente esos títulos míos, para nada, pero ninguno de los candidatos a esas plazas podría esgrimir algo similar, ni por el forro, ni remotamente), con haber publicado en los últimos tres años más de 100 artículos de opinión en revistas y periódicos impresos, y sobre todo en publicaciones digitales -amén de cientos de escritos breves en foros y blogs de Internet-. Para obtener una de las plazas de animador sociocultural con jóvenes y con mayores no fue suficiente mi experiencia como educador en enseñanza reglada y no reglada. Ni mi experiencia en el trabajo de voluntariado y de militancia con jóvenes en situación de riesgo, con reclusos, con ancianos, con niños y jóvenes discapacitados psíquicos y físicos. Tampoco fue suficiente mi experiencia militante que acaba de cumplir veinticinco años...
En fin, ¿para qué continuar alegando, pretextando, pataleando...? No fue posible porque casi todo funciona hoy en las administraciones públicas por enchufismo, amiguismo, favoritismo y clientelismo politiquero. Hasta en la Iglesia católica parece ser así, de hecho es así, ya he dicho que hoy día muy en crisis la que llaman la Esposa de Cristo (de las peores crisis de su bimilenaria historia) y, empero, en vez de valientemente decidida a promover militantes fieles al Magisterio, sigue empeñada en la promoción de trepas, secularistas (verbigracia, presencia de feministas partidarias de la ideología de género en Cáritas; educadores de la Iglesia que ni en sueños son evangelizadores enamorados de Jesucristo y de su Esposa, que es justamente el perfil que pide la enseñanza del Magisterio...), burócratas, espiritualistas desencarnados... En verdad, me parece perder el tiempo tratando de justificar lo injustificable, a fin de entender lo que me parece como muy obvio, esto es, lo que no es sino una muestra más, de las innúmeras aducibles, del nivel de corrupción de la política y de las administraciones públicas, vendidas al clientelismo politiquero y al nepotismo, al amiguismo y al favoritista tráfico de influencias. Pero nada nuevo bajo el sol: cuando hasta la Iglesia católica está patéticamente mundanizada hoy día y por ende sufre una de sus peores crisis, ¿qué íbamos a poder esperar de las instituciones seculares?
Con todo, un último apunte al respecto de lo que aquí seguimos o tratamos. El miércoles siguiente, día 27 del pasado abril, convencido de haber sufrido esa exclusión injusta, me dejo ver por Arucas dejándome caer por la Plaza de la Constitución, por las Casas Consistoriales (antiguamente llamada aquélla Plaza de San Sebastián, y popularmente, de los gansos) con el objeto de asistir a la presentación de un cuento infantil cuya autora es la responsable de Patrimonio Histórico de Arucas -susodicha que también había estado en el “tribunal o triunvirato” de tres técnicas locales más una cuatro y tiro porque me toca, el martes precedente, el de la entrevista-, una trepilla de tres al cuarto y tecnócrata burócrata dizque escritora con ínfulas de grandeza. Todo inútil. Hablé con el señor alcalde actual de la ciudad de las flores, que ya conocemos que es todo un ejemplo de erudición, honestidad política y hasta espiritualidad militante conversa. Todo inútil también. Hasta me llegó a decir, en plan pretextador, que ni él ni su equipo de gobierno municipal tenían nada que ver en la dinámica interna de Desarrollo Local aruquense. Habría sido mejor que me hubiese recomendado directamente sin ambages un “chúpate el dedo o jódete”, pero una mentira tan gorda y tan ridícula y tan falsa, como que no. Entienden lo que hay, ¿verdad?
De ahí que por todo lo sucedido me quede ahora que me autoconsuele pensando en el gesto final de la Maddalena de Bellissima de Visconti, gesto lleno de valentía vital, de arrojo y de apuesta por salvar su dignidad frente a las asechanzas y reclamos del éxito fácil y sin escrúpulos. Aunque ese decidido gesto suyo no le hubiera de acarrear beneficios ni compensaciones sociales ni económicas y sí todo lo contrario. Pero es que ese es el sino de las personas que quieren ir por la vida con honradez, con altos ideales, con pasión, con actitud de compromiso militante, a menudo en medio de un mundo agresivamente hostil por superegoísta e inhóspito por deshumanizado. Lo supieron muy bien Buda, Sócrates, Jesús de Nazaret, Tomás Moro, Mahatma Gandhi, Cipriano Mera, Salvador Seguí, Ángel Pestaña, Bruno Alonso, Dorothy Day, Edith Stein, Simone Weil, Rosa Luxemburgo, Martin Luther King, Óscar Romero, Hélder Cámara, Ernesto Sábato, que acaba de fallecer...
Además, siempre nos quedará París, quiero decir, el cine y la música. En cuanto al cine, además de algunos buenos títulos que seguiré viendo, para no perder las buenas costumbres, gracias al buen hacer de los responsables del Aula de Cine de la Universidad y de Vértigo, y también de algunas muy buenas películas de las que emiten por varios canales de televisión, me esperan en mi mesa de trabajo títulos como El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel, El abrazo de la muerte, de Robert Siodmak, Dune, de David Lynch, Perros de paja, de Sam Peckinpah, Traffic, de Steven Soderbergh, Nixon, de Oliver Stone, Muerte entre las flores, de los hermanos Coen, Arcadia, de Costa-Gavra, Eva al desnudo, de Joseph L. Mankiewicz, Fanny & Alexander, de Ingmar Bergman, Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, El fin de la inocencia, de Michael Cuesta, Match point, de Woody Allen, Lejos de la tierra quemada, de Guillermo Arriaga, En tierra hostil, de Kathryn Bigelow, Toro salvaje, de Martin Scorsese, Narciso negro, de Michael Power y Emeric Pressburger, Volver, de Pedro Almodóvar, Serpico, de Sydney Lumet, Saraband, de Ingmar Bergman, El último emperador, de Bernardo Bertolucci, Tombstone, de George P. Cosmatos, Mulholland Drive, de David Lynch, Casino, de Martin Scorsese, y El hijo de la novia, de Juan José Campanella. Y en cuanto a la música, me esperan Albinoni, J.S.Bach, Mozart, Debussy, Saint-Saëns, Fauré, Ravel, Satie, Poulenc, Haydn, Handel, Tavener, Vivaldi, Pergolesi, Chopin, Sibelius, Prokofieff, Brahms, Tchaikovsky, Beethoven, Enrique Granados, Manuel de Falla, Joaquín Turina, Miguel Yuste, Albéniz, Génesis, Pink Floyd, Art Tatum, Thelonious Monk, Joe Henderson y John Coltrane. Por ahora, estos, de aquí a unos meses; luego, otros.
La mayoría de ellas, de las películas, la he visto; me apetece volver a verlas: lo iré haciendo, ya que como sigo disponiendo de tiempo dado que desde Desarrollo Local aruquense, sin duda supeditados al clientelismo politiquero de la Coalición Canaria de Arucas, o bien del partido de turno que sea, ya es que me da igual (ser ácrata tiene estas cosas: pasan de uno hasta en la Iglesia católica, hoy día tan mundanizada, tan colapsada por las artimañas de los burócratas...), no han tenido a bien... Y la música confío en que me ayude a olvidar -o siquiera evadirme de la realidad por un corto espacio de tiempo- las injusticias que jalonan el día a día de este cada vez más inhóspito mundo, hostil por deshumanizado.
Postdata: como cada día que pasa me siento más ácrata, después de lo que me ha sucedido no iba a ser menos. Pero desde luego, y sin que ello sea una invitación por mi parte a tratar de arrimar el voto ajeno a un partido u otro, entre votar por la Coca aruquense o por el PP aruquense y su nuevo fichaje estrella de temporada, y reconocer, pongamos, que al menos el cabeza de lista local del PSOE es un chico preparado (mi pariente Angel Víctor Torres), como lo es el cabeza de lista de Nueva Canarias (Gustavo Martín), o como lo es Marisol Collado... Por no hablar del PUM+J, que no es una nueva versión del marxista trotskista POUM -tan represaliado en su momento en España por el marxismo estalinista-, sino un partido con el que simpatizo bastante, ya ven ustedes, y que pretende contribuir a acabar con el hambre y la injusticia entre hemisferios, casi nada la utopía esa eutopía del PUM+J. Desde luego, un poquito más utópico el programa-ideario del PUM+J, que el del PP, ¿no creen?, o al menos eso tengo entendido, PP en el que persevera gente que sigue metiendo a la Iglesia católica unos golazos por la toda la escuadra y en posición clarísima de fuera de juego que... Que peor para la Iglesia, claro, a la larga y a la corta.
Vamos, oséase en definitiva, que si yo continuara creyendo en los partidos políticos, lo tendría claro a la hora de votar, pero... Pero lo dicho: no lo tengo claro, desconfío ya de casi todos los partidos políticos (de algunos pocos no desconfío tanto: no vería con malos ojos una especie de nuevo Partido Sindicalista de Ángel Pestaña, por ejemplo, o cualquiera otro radicalmente solidario e internacionalista sin sectarismos), como el gato desconfía del agua, o será que cada día soy más ácrata (admiro la honestidad de alguien como Salvador Seguí, pongamos, el noi del sucre, y no el maquiavelismo de la clase política, excepciones de rigor aparte), por más que yo mismo sepa y reconozca que ese acratismo mío me va a seguir acarreando incomprensiones, putadas, y el no entrar en el reparto de tartas, bacalaos y prebendas a los que tan dados son los que entienden o conciben el ejercicio de la política no desde la justicia y el pudor, desde el servicio, sino desde el individualismo de los intereses particulares y el partidismo politiquero. Con todo, admito de buen grado que en efecto no es lo mismo uno que otro, ciertamente (una cosa que otra, un sujeto que otro, un partido político que otro...).
Como no es lo mismo ser culto o tratar de serlo -Sócrates sigue teniendo no poca razón: “Sólo sé que no sé nada”, pues siempre será más lo que ignoremos que lo que hayamos aprendido- que ser un palurdo. Y no es lo mismo en política llamarse Giorgio La Pira -pese al pozo que es su sabiduría, dudo que el actual alcalde de la ciudad de las flores sepa quién fue Giorgio La Pira- que llamarse... En fin.
Gran Canaria, mayo de 2011
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