Luis Alberto Henríquez Lorenzo / Artículo de opinión.- Los responsables, los ideólogos y en general los seguidores de Intereconomía (telespectadores, radioyentes, lectores) se honran en sentirse orgullosos de ser de derechas; así las cosas, me parece bien, no voy a ser yo quien ponga en solfa esa adscripción ideológica, tan respetable como la de ser de izquierdas, en el seno de una sociedad es de desear que democrática, civilizada, tolerante, y hasta reconciliada.
No obstante, o quizá mejor escribir “curiosamente”, el joven periodista y escritor Juan Manuel de Prada, responsable-presentador del programa televisivo de Intereconomía Lágrimas bajo la lluvia, en la última entrega del mismo proyectó la película alemana Sophie Scholl. Die Letzten Tage (Sophie Scholl -los últimos días). Película del año 2005, nominada a los Óscar en la modalidad o sección de mejor película en lengua no inglesa, relata, centrándose sobre todo en la figura de la jovencísima estudiante universitaria alemana Sophie Scholl (21 años, al final ejecutada), la historia de los conflictos de la Rosa Blanca con el régimen nazi del Tercer Reich. Interesante, intensa, emotiva a la vez que contenida, aunque acaso algo maniquea. Luego de la emisión televisiva, el largo coloquio habitual, del que yo mismo sólo pude ver y sobre todo escuchar, algunos fragmentos.
Pues bien, apuntado lo precedente y mientras me sigo emocionando con la escucha de Best Romantic Classics al tiempo que redacto estas líneas (caja de tres cedés con piezas cortas de músicos clásicos casi todos de los siglos XIX y XX como Camile Saint-Saëns, Bizet, Fauré, Smetana, Grieg, Chopin, Liszt, Debussy, Offenbach, Gounoud, Satie, Messager, Dvorak, Sibelius...), considero que podría ser de alguna utilidad, ahora que a escasas dos semanas, ni llega, estamos de las elecciones autonómicas, compartir algunas reflexiones sobre lo que puede significar hoy día ser de izquierdas o ser de derechas. Inevitablemente he de ser muy breve, muy esquemático, esto es, sólo “postulador” de consideraciones a modo de brochazos con brocha gorda.
Veamos lo primero. Si ser de izquierdas es comportarse permanentemente de forma ética, generosa, solidaria, “contestataria” contra las injusticias y el totalitarismo de los poderosos, y es asimismo adoptar un estilo de vida sencillo, crítico, a contracorriente del consumismo alienante, el grupo de resistencia pacífica la Rosa Blanca, conformado por jóvenes universitarios veinteañeros que quisieron oponerse pacíficamente al horror de la Alemania nazi, al precio de poder tener que pagar incluso con la entrega de la propia vida tal oposición, fue una breve organización (fundada en junio de 1942, la Rosa Blanca existió hasta febrero de 1943) de izquierdas. Grupo de jóvenes identificados con la fe cristiana e interesados en la lectura de autores como Lao Tse, Aristóteles, Novalis, Goethe y Schiller, estuvo inicialmente conformado, en su núcleo fundacional, por cinco estudiantes y carecía de una “estructura” organizativa fija, diríamos que inflexible. En su corta existencia o duración, el grupo vería incrementado su número de miembros o simpatizantes con la llegada y el apoyo de algunas personas mayores: el profesor Kurt Huber, un arquitecto de nombre Manfred Eickemeyer, el pintor Wilhelm Geyer, un librero llamado Josef Söhngen...
Por contra, si como hemos convenido, ser de izquierdas ha de seguir siendo comportarse permanentemente de forma ética, generosa, solidaria, etcétera (véase supra), ¿qué tiene de auténticamente de izquierdas el comportamiento del ínclito político andaluz Manuel Chávez, por ejemplo? Que este señor se ha enriquecido ilícitamente y que viene desde hace décadas practicando soberanamente y con toda impunidad el nepotismo y el clientelismo político, es un secreto a voces. Y sin embargo, los medios de comunicación afines al PSOE y que presumen de izquierdismo ¿denuncian las corruptelas de Chávez? Me temo que no. En tanto los políticos de derechas, por ejemplo los del Partido Popular, ¿son realmente creíbles cuando manifiestan preocupación “porque la crisis económica actual nos afecta a todos”, aseveran, eso sí, “blindadas” sus vidas contra los estragos de la crisis con 5.000, 7.000, 10.000 euros mensuales, o más? ¿Estos señores y señoras políticos de derechas saben algo, vivencialmente, de la crisis? ¿Qué sabe de la crisis en carne propia José María Aznar?, ¿la ha sufrido, la teme? Y José Manuel Soria, también del PP, quien en plena campaña electoral se muestra muy “afectado” por la crisis económica que azota sin piedad a miles de familias canarias, ¿ha sufrido en carne propia algo de la crisis?, ¿se ha visto en la necesidad, como se ha visto quien estas líneas escribe, de hacer cola en las filas del Paro...? Qué hipócritas, encantadores de serpientes, tunantes. Al menos a mí, me cuesta creerlos; no, mejor, no los creo. Podría empezar a creerlos si comenzaran a rebajarse sus astronómicos sueldos; si viajaran en guagua, como todo hijo de vecino; si no frecuentaran los más lujosos restaurantes...
Con todo, henos aquí con que un grupo como Intereconomía, que se enorgullece de ser de derechas, permite que en uno de sus programas televisivos conozcamos la historia -que yo conocía ya por otras referencias y otros compromisos militantes- de la Rosa Blanca, como ya sabemos, grupo conformado por jóvenes estudiantes universitarios alemanes que pagaron con sus vidas la pacífica oposición al horror genocida nazi, y que desde luego daría cien mil vueltas o pasadas por la izquierda a tantos políticos supuestamente de esa misma cuerda ideológica que, viviendo como perfectos burgueses y perfectos practicantes de la corrupción de las administraciones, el nepotismo y el clientelismo politiquero, a la hora en que toca tocar a rebato cuando las elecciones se acercan...
En fin, que pocas cosas me parecen más chuscas y patéticas que escuchar a tipos como el citado Manuel Chávez, o a políticos como José Blanco, y un largo etcétera, advertirnos, en la mejor tradición yo diría que casi bufonesca tan explotada por Alfonso Guerra -el mismito que patentó aquello de “Después de la pasada socialista que le vamos a dar a este país, no lo va a reconocer ni la madre que lo parió”; y a fe de muchos que no se equivocó en su deseo-pronóstico-, con el hipócrita: “Españoleeeee, que viene la derechaaaa”. Enamorados de la buena vida burguesa -buena vida burguesa que en la época clásica del socialismo militante y de los movimientos sociales, las izquierdas echaban en cara a las derechas-, estos cuicos, que son muy cucos, ponen sus propios huevos a que se incuben a base del confortante calorcito, ya digo que de la buena vida burguesa. Pero eso sí, como parece que la sepa de querer ser de izquierdas o mejor, aparentar que se es, no se les estropea ni siquiera a base de vivir aburguesadamente como ya quisieran para sí mismos y los suyos muchas personas sí ideológicamente de derechas, siempre andan prestos para advertirnos que no debemos confiar en la derecha.
De manera que entonces, sabedores del desgaste que han sufrido y siguen sufriendo los conceptos de izquierda y de derecha, y también sabedores de que una mayoría de partidos políticos ya ni se plantean con veracidad y sentido ético la militancia, la solidaridad, la pasión por la justicia, ¿a qué atenerse en las próximas elecciones autonómicas que ya asoman a la vuelta de la esquina?
He ahí el dilema. Porque el papel lo aguanta todo, menos la literatura en corazón bañada, parafraseando a Miguel Hernández. Esto es, los políticos, en su carrera electoral, prometen y prometen, sólo que, una vez conseguido el trampolín desde el que cumplir las promesas prometidas... palos a la madriguera. Según sospechan y creen conocer muchos ciudadanos, palos a la madriguera luego del conejo ido muy abundantes, es decir, que muy a menudo las promesas de los políticos se quedan en eso, en prometer y prometer hasta meter -en este caso, el sufrido ciudadano su voto en la urna- y, después de metida -la papeleta del voto-, promesa incumplida. Mucha gente lo cree, y por ello está hastiada, desengañada, mosqueada. Porque en efecto mientras se cree que en efecto esa es la tónica, es lo predominante, la señora María Teresa Fernández de la Vega, por ejemplo, “blinda” su jubilación -ni que pensara en serio vivir dos vidas en el planeta Tierra- mamóndese anualmente 150.000 euros. Mamándose 150.000 euros luego de que su Zapatero presidente haya recortado sueldos y pensiones a tutiplén...
Desde luego, tiene que haber políticos honestos. Los hay. Y esos tales deben sufrir mucho porque, reconociéndose a sí mismos como honestos, sopesan como injusto que las gentes, el común de los mortales ciudadanos, concluyan con meter a todos en el mismo saco de corruptos, nepotistas, despilfarradores, malversadores... Desde luego, no me gustaría verme en el pellejo de esos políticos que sí son honestos. Admito que es injusto meterlos a todos en el mismo saco. Ahora bien, mi propia experiencia me indica, considero que muy a las claras, que la mayoría de los políticos no deben saber ni lo que es de verdad ser militante, o lo que implica ser militante. Desde luego, de la definición clásica de militancia que yo más he procurado trabajar y aplicar a mi vida (“conocimiento de la realidad que se desea transformar, estrategias de transformación de esa misma realidad, inmersión en la lucha transformadora desligado de ilegítimos móviles económicos”), la mayoría de los políticos que yo mismo conozco manifiestan estar en las antípodas.
En definitiva, persiste el dilema a la hora de ir a depositar las papeletas en la urna. Ni siquiera considerando lo de Emmanuel Mounier: “Vivir es elegir entre impurezas”. Y otro tanto de lo mismo, votar.
Postdata: a pesar de que en efecto debe haber políticos honestos, el aprehender como de hecho aprehendo que no es sino una feria de vanidades la farsa de estas elecciones autonómicas, me suele conducir a quererme refugiar, intelectual, moralmente, en el testimonio militante de tantas y tantas personas que el mundo ha conocido. Por ejemplo, en los hermanos Hans y Sophie Scholl, y en Christoph Probst, los tres miembros fundacionales de la Rosa Blanca. Su pacífica oposición al horror nazi les costó la vida, en la flor de sus veinte años recién estrenados. Frente a la mediocridad del grueso de la clase o casta política, que ya no es militante ni por el forro sino corporativista, arribista, tendenciosa y burocrática, un testimonio como el de los tres chicos citados me reconcilia con la humanidad. Cuanto más me enerva la falsedad de una mayoría de políticos, dignísimas excepciones de rigor aparte, más me ayuda a esa reconciliación que he dicho con la humanidad, el detenerme a considerar el luminoso testimonio de tantas y tantas personas que sí han sido ejemplarmente generosas, solidarias, justas y amigas de la verdad y la libertad. De manera que cuando me embota hasta el aturdimiento la marejada de la falsedad politiquera, esa suerte de zafarrancho de intereses particulares y partidistas travestidos de preocupación por el bien común, para no desesperarme por causa de la impotencia de no poder hacer nada, nada que no sea joderse uno y aguantar el chaparrón de las vanas promesas electorales de tantos políticos que sobre todo lo que ansían es alcanzar la poltrona del privilegio y el poder, me suele bastar con pensar en Salvador Seguí, en Gandhi, en Martin Luther King, en Hélder Cámara, en Dorothy Day, en Emmanuel Mounier... Y con pensar en los cientos de millones de pobres de solemnidad que malviven en nuestro mundo: gracias a Dios, yo no soy pobre hasta ese extremo, ni muchísimo menos, sólo que la vanidosa mediocridad rampante de tantos políticos inevitablemente me hace pensar en la suerte de los pobres...Y con pensar en muchos de nuestros padres y madres, abuelos y abuelas: casi siempre trabajaron “a fondo perdido” como bestias, para apenas tener derecho al final de sus esforzadas vidas a unas mínimas pensiones, en tanto esa farsante pseudosocialista llamada María Teresa Fernández de la Vega...
Increíble cómo es este mundo nuestro.
Gran Canaria, mayo de 2011
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