Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- Tras el colapso del sistema financiero de los grandes países capitalistas y la salvación de los bancos con ingentes cantidades de dinero público, los que quedaron para el arrastre fueron los propios estados quienes, asfixiados por ese saqueo de recursos, se vieron obligados a pedir dinero prestado ¡a los propios bancos! Y ello porque las leyes europeas, hechas a la medida de la oligarquía financiera, prohíben que el Banco Central Europeo (BCE) preste dinero directamente a los estados. De esta forma, los bancos piden dinero al BCE al 1% de interés y lo prestan a los estados al 3%, al 7% y hasta el 12%. Todo son beneficios para corporaciones que, por otro lado, siguen recibiendo ayudas públicas.
Al igual que la Atenea Promacos de Fidias (“la que combate en primera línea de batalla”), Grecia fue el primer país de la Unión Europea en quebrar. Eso significaba que sus acreedores, principalmente los bancos alemanes, británicos y franceses, se iban a quedar sin poder cobrar. Es entonces cuando se monta la primera operación de “rescate”. Hace un año, 110.000 millones de euros fueron prestados a toda prisa al Estado griego para que los bancos pudieran cobrar. Eso sí: la operación no se presenta como el recate de los bancos, sino de la propia Grecia.
Pero el préstamo, además de obligar a pagar los intereses y devolver el principal, obliga a unas condiciones leoninas, que incluyen el ajuste fiscal duro (menos impuestos para los ricos y recarga de impuestos sobre los pobres), la minoración de de salarios y pensiones (además del alargamiento de la edad de jubilación), la disminución de prestaciones sociales (incluidas sanidad y educación) y el drástico recorte de las inversiones públicas. Sirva como ejemplo la reducción en un 14% de los salarios de los empleados públicos y en un 11% de las pensiones.
Todas estas medidas, como es evidente, solo han servido para disminuir el consumo, detraer la demanda y agudizar la crisis económica del país. El remedio ha sido peor que la enfermedad, y el “rescate”, si bien ha salvado a los bancos acreedores, permitiéndoles seguir repartiéndose fabulosos beneficios, ha hundido a Grecia, situando su deuda en el 150% del PIB, cuando hace un año estaba en el 115%. Para afrontar esa deuda, el plan de “rescate” estipulaba que en 2012 Grecia debería captar en los mercados la mitad de los recursos que necesita y el 100% para el 2013, pero ya la propia UE reconoce que eso es imposible.
Cuando los bancos griegos comenzaron a tener problemas, en vez de dejarlos ir a la quiebra, lo que se hizo fue proteger a las corporaciones financieras acreedoras extranjeras. El resultado fue que se pasó de una crisis de liquidez a una deuda de 130.000 millones de euros, porque el país heleno fue obligado a coger 60.000 millones para redimir bonos. Como resultado, volvemos a estar como al principio, pero en peor situación. El dilema ahora es si se procede a una reestructuración o default (suspensión de pagos) por parte del Estado griego (con lo que las pérdidas por la “quita” recaerían en los grandes bancos privados europeos) o a un nuevo “rescate” de otros 60.000 millones de euros, sacados de las arcas públicas de los países de la UE.
Sin embargo, la práctica demuestra que la suspensión de pagos es la mejor opción, en contra de los intereses de la oligarquía financiera. Lo demuestra la declarada por Argentina en 2001 o Islandia en 2008. En este último país, por ejemplo, la situación es mucho mejor que en Irlanda (otro de los “rescatados”), que en Portugal (a punto de ser “rescatado”, aunque aún no le ha llegado ni un euro) y que en España. Aunque el desempleo en Islandia aumentó a raíz de la crisis de 2008, ha descendido a un 7% en comparación con el 21% de España y continúa su tendencia a la baja.
¿Por qué entonces la plutocracia europea insiste en que una reestructuración de la deuda griega no es una opción? Porque su “salida” a la crisis no es otra que exprimir cada vez más las rentas de los trabajadores para garantizar su nivel de beneficios. Lo que no es una opción para ellos es asumir pérdidas. Pero al sobreexplotar a los trabajadores y mandar millones al paro, disminuye el consumo, se agudiza la crisis y, finalmente, caen sus propios beneficios, en una contradicción imposible de resolver bajo el capitalismo.
Por eso, el objetivo de los “rescates” no es otro que ganar tiempo, prolongando la agonía y el sufrimiento de la clase obrera. El nuevo “rescate” de Grecia ya se anuncia acompañado de más medidas de ajuste y empeoramiento de las condiciones de vida de las trabajadoras y los trabajadores griegos, que libran una dura batalla huelga general tras huelga general, pero también afectará a todos los asalariados de la eurozona.
Los compañeros griegos son hoy “los que combaten en primera línea de batalla”. Pero haríamos bien en espabilar porque esa es también nuestra batalla.
(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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