Fernando Báez / Artículo de opinión.- Bastaría salir de paseo, por esta bendita tierra nuestra -ahora llena de tabaibas (de ahí su nuevo nombre)-, para encontrarnos con miles y miles de pruebas de la actividad pastoril de nuestros ancestros. Como Dios que está en el cielo: atrás he dejado majada, con goro, habitaciones, deposición de cadáveres, corrales, etc., y en ellos la clásica y omnipresente cerámica, con lapas del resultado del ir a la mar, a pescar, para comer además de leche y carne, los productos de la mar; esos campos ahora llenos de tabaibas, lo estaban de hierbas que daban granos para el gofio.
Por supuesto, no se trata de ningún dolmen, propio de otras culturas y eras; estamos, ante lo que fue un corral guanche, con esa piedras hincadas en el suelo, y que de no tener la tierra de fondo, supera los dos metros de altura; es diríamos, la grada curva, pues la recta es un paredón enorme de textura propia de aquellos perfeccionistas en el arte de construir -algo deteriorado, por el transcurso del tiempo, y la negligencia ya sabida de aquellos, que no protegen, ni restauran nuestros yacimientos arqueológicos-. Sigamos.
Muy cerca del corral –a un tiro de piedra- se encuentra este refugio o covacha natural; y sobre el mismo, el camino que lleva a la casa de los guanches, propietarios del corral, y que como se puede ver, evitaron el desnivel, con esa pared -que perdura más allá del tiempo-, y que hace de rampa y camino o sendero desde el corral a la casa o/y viceversa. Veamos la casa (pero antes, nótese la cueva menor donde restos humanos, a la derecha y parte alta de la foto, entre los beroles, con resto de la pared en la base y que la tapaba, y que para la extracción de los esqueletos, destrozaron..., y como “donde hubo, siempre queda”, allí...).
Los pastores de toda esta serranía, junto y al lado de su corral, tenían su casa-cueva. Ésta, tienen el mejor techo, y el mejor cimiento, las paredes son de igual calificación; se trata de una cueva natural, que los guanches, adaptaron para su morada o/y vivienda temporal, y así se puede apreciar, cómo con el deterioro del tiempo y la falta de cuidado, aún siguen en pie parte de las mismas; otras piedras caídas, dificultan la entrada al hogar, al que nos vamos a asomar, con gran respeto (los guanches, al que violaban una casa, entrando en ella, si no era la suya, lo mataban), pues, con ese respeto, de no “violar”, la intimidad de una casa guanche, nos asomamos a la entrada, sin más. ¡Vamos!
Y aunque otr@s han entrado, y han dejado “papeles”, entre las piedras, ocultando sus vergüenzas; nosotros apreciamos, que la casa no corre igual suerte que las tabaibas en ella, pues éstas están protegidas, a la par que la casa..., ¡ya la ven! Sus moradores, nivelaron los pisos inclinados de la cueva natural, con esas mesetas y piso en el hall de entrada; también hay otros niveles detrás la pared de la izquierda; en el techo, la brea; en el suelo: cerámicas, lapas, huesos, material lítico, maderas, etc.
El Padre Báez, que les muestra algunas de las joyas de nuestro pasado, en el estado peor de lo que les pudiera suceder: la desprotección y el abandono a su suerte; sin que nada, ni nadie defienda este patrimonio -que en otros lugares cuidan y es objeto de visita y hasta de una economía para varias familias que pudieran vivir de mostrar (por ejemplo), lo que le he enseñado-; pero hay más, ¡muchísimo más en este y peor estado!
Fernando Báez
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