Salvador López Arnal * / Artículo de opinión.- No creo que exista ninguna duda de que la mejor nota, aunque no fuera forzosamente un excelente, que ciudadanos y ciudadanas con sensibilidades de izquierda y ecologista darían a ministros y vicepresidentes/as de los gobiernos Zapatero tendría a Cristina Narbona como destinataria. Sin posibilidad de error. Aunque, ciertamente, la que fuera Ministra de Medio Ambiente lo tuviera bastante o muy fácil dado el panorama existente. Simple análisis comparativo.
Sea como fuere extrañó, y mucho, que hace tres años, tras las elecciones de 2008, después de aquella campaña en la que Zapatero y sus colaboradores abonaron y solicitaron el voto al PSOE ante el peligro de la vuelta del neofranquismo al gobierno, consiguiendo, exitosamente, que muchos ciudadanos/as de izquierda les votaran con nula convicción y con la nariz congestionada y la cara enrojecida, una de las primeras decisiones de Zapatero al formar nuevo gobierno fuera situar en el ámbito de la inexistencia política a una ministra que había destacado muy por encima de cualquier otro colaborador o colaboradora de la segunda autoridad del Estado. El triunfo del sector financiero-industrial del PSOE, los amigos de los negocios, era ya evidente. Narbona representaba la socialdemocracia clásica con algunos vértices ecologistas de interés.
¿Cómo explicar entonces ese extraño movimiento político dada la composición del voto sobre el que se había aupado el triundo del PSOE? A posteriori, después de leer el artículo que la ex Ministra y actual embajadora en la OCDE publica hoy en Público [1], la cosa parece fácil: años-luz le distancian del ministerio de Industria y de la política energética del gobierno que ha permitido un cambio decisivo, impulsado por la Unió Cristiana de Duran i Lleida, en la Ley de Economía sostenible y llegó a sopesar la posibilidad de alargar diez o veinte años más la vida de las centrales nucleares españolas que superasen ciertas condiciones por determinar. Sin Fukushima estaba cantada la prórroga núcleo-eléctrica.
Vale la pena recoger algunas consideraciones de la ex Ministra defenestrada: “Aunque se consiguiera interrumpir inmediatamente la fuga de radiactividad y evitar una catástrofe aún mayor, lo acaecido se considera ya, por parte de la mayoría de los expertos, de una gravedad sólo superada por Chernóbil”. Resulta intolerable, añade, el esfuerzo por minimizar las consecuencias de la catástrofe por parte de quienes siguen insistiendo en la inevitabilidad del uso de la energía nuclear: “Fukushima es un trágico ejemplo de riesgos no adecuadamente contemplados y de costes, sin duda incalculables, que recaerán, sobre todo, sobre los contribuyentes japoneses. La empresa Tepco ha pedido ya ayuda estatal para financiar las actuaciones que está llevando a cabo en la planta en su intento de frenar los efectos del accidente”. El modelo económico que hay detrás –“socialización de costes/privatización de beneficios”–, “con escasa o nula penalización de las decisiones empresariales de alto riesgo”, no se le escapa desde luego a Cristina Narbona.
Tampoco el tema de la financiación pública requerida por la corporación nipona que es sólo “una parte de los recursos que serán necesarios para hacer frente a problemas, aún sin cuantificar, de salud”, física y mental, Narbona no se olvida de este último nudo, “de evacuaciones, de pérdida de actividad en la agricultura y en la pesca”. Una radiactividad, tampoco en esto yerra la embajadora, “que mantendrá su potencial dañino a lo largo, incluso, de miles de años en el caso de algunos componentes presentes en el combustible utilizado, lo que convierte en tarea imposible el cálculo del coste real del riesgo nuclear”.
¿Qué colegir de cara al futuro? Tampoco en este punto se corta un pelo la ex Ministra de Medio Ambiente: “un accidente como el de Fukushima puede ser –ojalá sea– un acontecimiento excepcional; y bienvenido sea todo el esfuerzo para revisar las condiciones de seguridad de todas las centrales nucleares existentes en el mundo... Bienvenidas sean también normas internacionales basadas en el conocimiento científico independiente y no en intereses de empresas concretas”. Pero, más allá de ello, recordando que “la mayoría de las centrales japonesas incumplían los requisitos de seguridad legalmente exigibles en el momento del accidente”, lo más importante, señala Narbona, es el planteamiento cara al inmediato futuro.
Sobre él, lanza un interesante interrogante: “Sabemos ya que, si se establecen nuevos requisitos (sobre la ubicación, el diseño de las plantas, los sistemas de alerta…), el coste de las nuevas centrales será significativamente más elevado. ¿Cómo se financiarán, en tiempos de restricción del gasto público?” Narbona recuerda que la importancia de los recursos públicos en el desarrollo de esta industria ha sido ya muy notable: “solamente en los países de la Unión Europea ha supuesto la cifra de 160.000 millones de euros desde 1950”. Además, añade, se publicite lo que quiera publicitar, “la energía nuclear no es una opción sostenible: no es barata, no es segura y requiere instituciones muy potentes para garantizar control e información, algo que ha fallado incluso en un país tan avanzado como Japón”.
Hoy en día, recuerda la ex Ministra, la energía nuclear “tiene un peso significativo sólo en algunos países desarrollados, lo que ha condicionado negativamente el avance de las energías renovables y ha favorecido un análisis sesgado y a corto plazo sobre su coste”. Ha llegado el momento, en su razonable opinión, de abordar “un debate estratégico que contemple todos los elementos: costes y beneficios efectivos de cada fuente de energía –de acuerdo con el ciclo de vida íntegro de cada una de ellas y de los riesgos asociados–; relación entre consumo de energía y satisfacción de necesidades; potencial para un mayor ahorro y una mayor eficiencia en la producción, el transporte y el consumo de energía; gasto público asociado a la I+D+i de cada opción; cooperación al desarrollo sostenible a nivel global”.
Una ciudadanía bien informada, concluye la embajadora Narbona, con posibilidad de participar en el debate sobre decisiones políticas de tanto impacto tanto para la actual generación como, y el punto es esencial, para las generaciones futuras “es un requisito imprescindible para mejorar la calidad de la democracia. Y para decidir, colectivamente, entre otras cosas, sobre cuán aceptable es el verdadero coste de la energía nuclear, que poco tiene que ver con el coste del kw/h de centrales ampliamente amortizadas”.
¿Son capaces de ver algún problema, algún paso falaz, alguna exageración, en el análisis y en las conclusiones de la ex Ministra de Medio Ambiente? Yo me he esforzado pero no lo he conseguido.
PS. Algunos datos de última sobre el que seguramente será el mayor accidente de toda la historia, ya sin futuro, de la industria nuclear [2]: el nivel de yodo radiactivo registrado en las aguas marinas de los alrededores de la central de Fukushima es 5 millones mayor al límite legal; el nivel de cesio-137 lo excede en 1,1 millones de veces; TEPCO ha comenzado una operación para verter al mar 11.500 toneladas de agua con una radiactividad relativamente baja (cien veces superior al límite) proveniente de depósitos y del sótano de las unidades 5 y 6 (el objetivo es hacer espacio en esos lugares para almacenar ahí parte del agua mucho más radiactiva -hasta 100.000 veces el límite legal- que anega parte de las unidades 1 a 3); se calcula que unas 60.000 toneladas de agua inundan distintas zonas de la central: una vez drenada, el agua radiactiva será almacenada en tanques y depósitos para basura nuclear en la propia planta, además de en buques de EEUU y una plataforma flotante que será llevada a Fukushima a finales de este mes; la radiación supera ya el límite permitido en una ciudad que está fuera del perímetro de 30 kilómetros de la central nuclear de Fukushima: en Namie, a poco más de 30 km de la central, se detectaron 10,3 milisieverts por hora (se ha colocado en 10 milisieverts por hora el límite desde el que aconseja a las personas permanecer a resguardo en sus casas y no salir al exterior), de hecho la OIEA llegó a aconsejar la semana pasada la evacuación del pueblo de Itate, a 40 kilómetros de la central, por los elevados niveles de radiación registrados si bien al día siguiente señaló que retornaron a los límites permitidos.
Por su parte, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha acusado a la empresa operadora de Fukushima, Tokio Electric Power (Tepco), de no haber tomado las medidas adecuadas para evitar el accidente nuclear [3]. "En retrospectiva, las medidas tomadas por la empresa no fueron suficientes", según el director general de la agencia nuclear de la ONU, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Yukiya Amano. Curiosamente, el director general se ha mostrado convencido de que “un fortalecimiento de las normas de seguridad puede evitar accidentes similares en el futuro”. Seguro, ha señalado, “que hay formas que en el futuro no se repitan estos accidentes". No ha explicado las razones de su seguridad. ¿De dónde este “seguro de que existe formas de que en el futuro…”?
Notas:
[1] Cristina Narbona, “Un coste inaceptable”. Público, 5 de abril de 2011, p. 5.
[2] http://www.publico.es/internacional/369723/las-aguas-de-fukushima-superan-en-5-millones-la-radiacion-legal
[3] http://www.publico.es/internacional/369555/oiea-tepco-no-hizo-lo-suficiente-para-evitar-el-accidente-nuclear
Salvador López Arnal
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* Profesor-tutor de Matemáticas en la UNED y enseñante de informática de ciclos formativos en el IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Colabora normalmente en la revista "El Viejo Topo" y es coguionista y coeditor, junto con Joan Benach y Xavier Juncosa, de "Integral Sacristán" (El Viejo Topo, Barcelona, en prensa).
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