Pino González* / Artículo de opinión.- -¡No se hace justicia al Obrero!
- ¡No se hace justicia al Obrero, no se tributa homenaje al Obrero, no se respeta al Obrero! Pasan ante Él y no le saludan; pasan ante Él, y ni siquiera le miran; pasan ante Él y ¡le injurian a la cara!
¿Quién sino el obrero ha levantado con mano potente y generosa esta bóveda que nos da cobijo?
¿Quién sino el obrero ha sido el carpintero, el cantero, el albañil que ha ideado todas las maravillas, y las ha ejecutado, y las ha puesto al servicio del hombre?
Y sin embargo… ¡¡No se hace justicia al Obrero!!
Estas palabras están escritas en un libro que he encontrado guardado en una cajita, no olvidada pero si escondida de posible pérdida. Es el libro de una mujer republicana que tenía su propia fe hacia un Dios que para ella era un revolucionario, que subía a las montañas y a los pulpitos predicando la libertad y la justicia al obrero. Rosa García López, una mujer pequeña pero que desprendía una energía muy positiva, una mujer increíble que sufrió las inclemencias de la guerra civil española. Por defender sus ideas, por ser una mujer con carácter fuerte .Se enfrentaba a todo y todos. Fue apresada en su casa y llevada al calabozo en el año 1936, le torturaron, le raparon la cabeza y luego la dejaron tirada en el barranco de Tamaraceite, semidesnuda. Ella como pudo llega a su casa y todavía con más fuerza, con más ganas de seguir luchando. Los días siguientes a lo ocurrido sale de su casa y va por todo el pueblo hablando de lo que le habían hecho los fascistas. Su lucha acaba de empezar. Me cuentan que todos los días se acercaba a la casa del fascista del pueblo, que había mandado a apresarla y se ponía enfrente de su puerta y a todos los vecinos que pasaban; ella les decía: “que allí vivía un criminal”. Una forma de evadirse de las crueldades que estaban ocurriendo con la llegada de la salvaje guerra y de los salvajes fascistas que tenían al pueblo oprimido era sentarse a leer. Una lectura que la hacía olvidarse de lo ocurrido en su familia y a ella. Empezaron las habladurías de que ella renegaba de la palabra de Dios.
Los vecinos a su paso, hablaban por lo bajito:
-No va ni a misa-
-Así la cogieron y le pegaron una paliza-
-Dicen que es comunista- ¡¡Ah, esa está loca!!
Pero ella seguía leyendo su pequeño libro.
Ese libro que hablaba de amor, de paz y de libertad.
Cuando el cura del pueblo se atreve a ir a casa de Rosa a obligarla a escuchar la misa de los domingos. Estas fueron las palabras de Rosa al cura:
-¿Cómo voy a escuchar la palabra de ese Dios que apoya la guerra y todos los crímenes que están ocurriendo?
-¿Tú qué sabes de la palabra de Dios?, dice el cura. Ella le enseña su librito, y le dice:
Este es mi Dios. El Dios que predica la paz, la libertad y que los hombres aclaman. El Dios del carpintero, del herrero, del albañil, el Dios del Obrero.
-Él que se sube en el pulpito y los hombres y mujeres aplaudimos y aclamamos-.
-Él que levanta el puño; pero no para maltratar, ni humillar y violar a las mujeres-.
-Él que duerme en el suelo a ras de la tierra-.
-Él que comparte el pan duro con el hambriento y el agua con el sediento-.
-Él que invade mi corazón de esperanza-.
-Él que hace que hoy deje que yo le abra mi puerta y le enseñe su doctrina.
-Ese es el que le da fuerza a todos los hombres y mujeres que mueren por la libertad.
¡Cura, cura, cura sana, te vas con tu sotana!
Así era Rosa García, una mujer luchadora, que hasta los últimos años de su vida, seguía hablando de su DIOS REPUBLICANO.
PARA ELLA.
Para ti, mujer abnegada, mujer trabajadora.
Para ti mujer, va hoy esta flor y mi canción.
Para ti, dulce, tenaz y sacrificada luchadora.
Para ti, todo mi respeto y toda mi admiración.
Los diarios nos mencionan a mujeres famosas.
Nombres grabados a fuego y oro en la historia.
Cantan loas a sus logros, a sus grandes cosas.
Nos hablan de sus virtudes y de sus memorias.
Pero yo quiero cantarte a ti, silenciosa luchadora.
Que te levantas la primera, al atisbar los rayos del sol.
Mujer de mil nombres, de mil caras, de mil horas.
Compañera en la lucha y con tiempo aún para el amor.
A ti, que aunque llegas a casa extenuada, rendida.
Todavía guardas una sonrisa y reservas para amar.
Me viene este canto de lo más profundo de la vida.
Acumulado estaba el homenaje a tan maravilloso ser.
Muchos versos habían escrito, pero a ti te lo debía.
Madre, hermana, esposa, hija, compañera... mujer.
Pino González
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* Pino González, es familiar de los fusilados de San Lorenzo.
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